Talón de Aquiles

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Hoy quisiera que nos preguntáramos juntas, como el salmista en el Salmo 8: ¿Qué es la humanidad para que Dios tenga memoria de ella?

Cierra los ojos … “¿qué crees tú que es el ser humano? ¿Cuál es tu concepción profunda acerca de la humanidad?”. Inhala… es posible que puedas ver un ser maravilloso, lleno de potencial, adornado de virtudes y habilidades para lograr hazañas increíbles y
descubrimientos asombrosos; un ser con la capacidad de conseguir lo que se propone si tan solo vence sus miedos y libera su mente de ataduras aprendidas; un ser tan dotado que ha sido capaz de construir imperios admirables. Exhala… tal vez puedas ver un ser egoísta que ha destruido ecosistemas y hasta ha extinguido animales; que ha esclavizado a sus pares y ha protagonizado horrores para conseguir poder y dinero. Un ser cuyo ejercicio de poder, lo ha llevado a limitar las libertades de expresión del otro y a coartar su búsqueda de felicidad o amor.

Respira… Ahora piensa de nuevo ¿Cómo te ves a ti misma? ¿Qué piensas de ti? ¿Cómo te auto percibes? Probablemente puedes ver todo el potencial que tienes, quizás puedas incluso recordar batallas ganadas y miedos conquistados, mirar tus sueños y pensar en todas esas metas por las que estás luchando y que tal vez pronto conseguirás; darte cuenta de todas las ataduras que has roto y los estereotipos que has superado. Toma aire… si vas un poco más profundo es posible que también puedas ver el lado oscuro de tu personalidad, que no está al descubierto para casi nadie y reconozcas que en tu corazón habitan también una cantidad de bajezas que aún tienes pendientes por eliminar; es posible aún que detectes que no eres feliz.

Abre los ojos… Piensa en tus respuestas, las que te propuse están permeadas por pensamientos modernos o posmodernos que han inundado nuestra sociedad y moldeado nuestro criterio; en el mejor de los casos corresponden a elucubraciones de grandes
pensadores o filósofos de este mundo. Pero “así como los cielos son más altos que la tierra, así mis caminos son más altos que sus caminos, y mis pensamientos más que sus pensamientos” dice el Señor en Isaías 55:9.

El mundo ha propuesto al ser humano, o bien como superhéroe, o bien como villano; pero lo interesante es que la diferencia entre ambos sólo radica en la forma como enfrentan el sufrimiento. Míralo detenidamente: ambas figuras están llenas de capacidades, de una fuerza inmensa y de dones increíbles; pero lamentablemente ambas viven en un mundo desfigurado y cruel que les ha herido en sus primeros años de vida. Es así como el superhéroe reacciona poniendo todo su valor y talento al servicio de la humanidad para que nada de lo que le ocurrió a él le vuelva a pasar a nadie más; mientras que el villano se llena de odio y aprovecha todo su poder para devolverle ese mal al mundo y hacerle pagar por su sufrimiento.

La mayoría de las mujeres tenemos un buen concepto de nosotras mismas, nos consideramos personas llenas de habilidades y talentos, pero reconocemos tener algún punto débil en el que debemos trabajar. Hay otras que han convertido esas debilidades en motivo de orgullo y encontramos elogios a la mujer brava, loca y hasta a la bruja. Muchas han escalado esa autopercepción de fuerza y capacidad al punto de menospreciar a los hombres y declarar que no los necesitan y es así como en el día de la mujer o de la madre hay un despliegue de elogios que nos hacen ver poderosas y sentirnos orgullosas o heroínas de nuestra historia. Eso sí, todas en lo secreto sabemos que en algún aspecto somos débiles. Pues déjame decirte que esto es ¡puro pensamiento humanista!

¿Qué pasaría por tu mente si te dijera que somos todo lo contrario? Somos un gran amasijo de debilidad con un solo punto fuerte.

Fuimos creados por Dios el sexto día de la creación; para ello, hubo una conversación en la trinidad: “y dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza, y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra.” (Génesis 1:26) y en el capítulo 2 amplía: “Dios formó al hombre del polvo de la tierra y sopló aliento de vida en su nariz” ¡Wow! nacemos del profundo deseo de nuestro Dios trinitario, quien se tomó el tiempo de formarnos y moldearnos del polvo de la tierra para luego soplarnos su aliento, a fin de conectarnos con Él y ser capaces de llevar la vida espiritual que a Él le agrada y poder reflejarlo en todo.

Ahora, no recibimos pelaje, cuero grueso o escamas para protegernos, mucho menos tenemos un sistema de camuflaje o bioluminiscencia para escapar de nuestros depredadores; pero Jehová es nuestro guardador, Él es nuestra sombra a nuestra mano derecha (Salmos 121:5).

No tenemos alas para huir, o unas piernas diseñadas para dar zancadas veloces como el guepardo o el avestruz; pero dice Isaías que “quienes esperan en el Señor, renovarán sus fuerzas; se remontarán con alas como las águilas, correrán y no se cansarán, caminarán y no se fatigarán” (Isaías 41:31)

No tenemos colmillos o garras para atacar e infundir temor a nuestros enemigos; pero Jehová está con nosotras como poderoso gigante, por tanto, los que nos persiguen tropezarán y no prevalecerán (Jeremías 20:11).

No rugimos ni gruñimos para infundir terror, ni aún contamos con un grito potente, pero el Señor ha prometido lanzar su grito de batalla y aplastar a todos sus enemigos (Isaías 42:13)

¿Cómo pues vamos a señorear sobre los peces, las aves, las bestias y en toda la tierra? Difícilmente hay otra cría en el planeta que nazca más indefensa y necesitada que la humana. La respuesta es simple: “bástate mi gracia” (2ª. Corintios 12:9)

Los seres humanos no somos un gran Aquiles con una única debilidad en su pantorrilla, nos asemejamos más bien a un gran talón débil en las manos del Todopoderoso.

Dios nos creo para depender de Él, para refugiarnos en Su fuerza y para ser sus hijos y como niños pequeños consultarle todo antes de actuar. Puestos en medio de un jardín perfecto, bueno en gran manera y habiendo recibido su aliento; teníamos plena comunión para consultar y ejecutar las obras que El había planeado previamente para nosotros. No requeríamos ninguna fortaleza o adaptación como los animales para prevalecer sobre la Creación, lo teníamos a Él.

Pero, caímos.

Desobedecimos y no consultamos, nos desconectamos de nuestra fuente de vida y morimos; sí, morimos espiritualmente. Ese gran amasijo de debilidad fue expulsado del Edén, cubierto con pieles de animales cargando con las consecuencias de su pecado y con una promesa de redención y salvación. El ser humano se creyó fuerte y desobedeció, confundió el poder de Dios en su vida con su propia habilidad y una vez expulsado, pensó que los ecos de naturaleza divina que aún le quedaban por la misericordia de Dios; es decir, su inteligencia, lenguaje y habilidades; le iban a permitir gobernar. Pero el actuar del hombre sin Dios solo ha sido un gran fracaso.

Mas Dios por su infinita gracia se vistió de debilidad para conquistar desde la condición humana la más grande victoria jamás antes vista. En la carta a los filipenses el apóstol Pablo nos enseña que Cristo no consideró el ser igual a Dios como cosa a qué aferrarse, sino que se despojó de Sí mismo y tomó forma de siervo haciéndose semejante a los hombres y se humilló haciéndose OBEDIENTE hasta la muerte y muerte de cruz y por eso Dios lo exaltó hasta lo sumo.

El postrer Adán nos marca el camino correcto: un camino de humillación y obediencia. “Porque el Señor es excelso, y atiende al humilde, pero al altivo conoce de lejos” Salmo 138:6

Cuando Dios le responde a Pablo acerca de su ruego para quitar un aguijón que tiene en su carne, Dios le dice en segunda de corintios “Bástate mi gracia” pero va más allá agregando: “porque mi poder se perfecciona en la DEBILIDAD”.

Cierra los ojos y medita en Dios: ¿Quién eres tú para que el Señor se acuerde de ti? Inhala… alégrate en tus debilidades, tus limitaciones y tus luchas; eres libre para dejar de fingir que puedes con todo. Exhala… corre a la Torre Fuerte, refúgiate bajo las alas de tu Creador, lleva toda tu ansiedad sobre Él porque “Él fortalece al cansado y acrecienta las fuerzas del débil”. (Isaías 40:29)

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