¿Agotada con tu rol de mamá?

Vivimos en una época en la que los afanes diarios se han convertido en una manera de vivir.  Recuerdo una caricatura de Mafalda mirando un mundo acelerado y ella gritando: “¡paren!  me quiero bajar”.  Las largas jornadas laborales, salir corriendo del trabajo con el estrés de recoger a los niños, hacer mercado, cocinar, ser amiga, ser esposa y dejar algo de tiempo para nosotras. ¿Todo esto a qué horas? Tanta actividad puede llevarnos a ser mamás que no disfrutamos el día, sino que lo padecemos y terminamos tan cansadas a toda hora que no nos deleitamos en nuestro rol.

Ser madre es un trabajo de 24 horas al día los 365 días del año, y cuando vivimos inmersas en los afanes por lograr que nuestros hijos sean exitosos y que no les falte nada, podemos terminar dejando de hacer lo que es verdaderamente importante.  En medio de esa carrera podemos caer en la hiperpaternidad, que se define como un fenómeno de crianza y educación que se caracteriza por una atención desorbitada a los hijos; este tipo de comportamiento ha afectado a la familia hoy de tal manera que, como dijo Eva Miller, pasamos en el trato con los hijos del estilo “mueble” al estilo “altar” donde todo gira alrededor de ellos.

En medio de este agite de vida, encontramos en la Escritura un ejemplo de una mamá que desde un principio supo en qué ocuparse con relación a su hijo. Esta mujer es Jocabed, la mamá de Moisés, aquel bebé que entró por un río al imperio faraónico y fue usado por Dios para liberar a su pueblo. Jocabed era una mujer de fe (Hebreos 11:23) y supo identificar que había un propósito de Dios para la vida de su hijo.

Esta madre nos anima a no desfallecer ocupándonos en una cosa:  no permitir que este mundo y su cultura acaben con la vida de nuestros hijos. Ella se resistió al medio en el que vivía, el cual imponía la muerte a los hijos varones, y por medio de una canasta bien preparada, elaborada con todo lo necesario para protegerlo de las aguas en donde lo debía dejar, tomó una dura decisión:  entregar a su hijo, creyendo que su Dios podría protegerlo.

El mundo de hoy es hostil, y ante esa realidad te pregunto: ¿qué estás haciendo para preparar a tu hijo o hija espiritualmente?, ¿le estás enseñando las verdades del evangelio?  En medio de nuestras agendas saturadas, debemos darles a nuestros hijos el evangelio. Ellos necesitan conocer a Jesús y tener una   relación con Dios. Tu hijo saldrá al jardín, al colegio, a la universidad, trabajará y se casará, pero su última salida, que es la eternidad, estará determinada por su fe.

Los ojos en la eternidad y la fe son las herramientas más poderosas que una madre debe sembrar en la mente y corazón de sus hijos y en las que una madre se debe ocupar para mantenerse firme y no entregarlos a un mundo que los reclama para su muerte espiritual. Que ese rol en la maternidad nos lleve a agotar todas nuestras fuerzas, y sea uno de nuestros mayores afanes.

Instruye al niño en el camino correcto, y aun en su vejez no lo abandonará.

Proverbios 22:6

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