LOS CONFLICTOS FORMAN PARTE DE LA VIDA. Esta verdad, puede sonar un poco dura o tal vez pesimista. ¿Significa esto que estamos destinados a pelearnos siempre unos con otros? Creo que no es tan simple ni tan dramático. Pero sí es cierto que las relaciones humanas, así sea entre personas que se aman, NO ESTÁN EXENTAS DE LOS CONFLICTOS. Si no, pregúntale a una pareja que haya estado casada por más de un mes, o a un adolescente sobre su relación con sus padres, o a un empleado sobre su relación con sus jefes o compañeros de trabajo; pregúntale también a un creyente sobre su relación con sus hermanos en la fe dentro de la iglesia, aunque no queramos reconocerlo: LOS CONFLICTOS FORMAN PARTE DE LA VIDA.
Tal parece que el apóstol Pablo lo sabía muy bien, pues en su primera Carta a los Corintios se refiere de manera directa y precisa, a lo que quizá sean algunas situaciones entre los integrantes de la iglesia en Corinto. Si leemos toda la carta, nos encontramos con una radiografía de las relaciones humanas donde las diferencias estaban causando situaciones difíciles de manejar, y Pablo, con toda la sabiduría, nos señala hacia lo que hoy conocemos como el capítulo 13 de esta carta: Nos señala hacia el amor. El amor, como un elemento diferenciador en la vida de los creyentes, el amor como un maravilloso catalizador en medio de las situaciones problemáticas, y el amor como un mejor camino.
La pregunta que debiéramos hacernos NO ES: ¿Tendremos diferencias o conflictos con otras personas? La pregunta que deberíamos hacernos ES: ¿Cómo los voy a enfrentar? ¿Desde una perspectiva humana y emocional, o desde una perspectiva bíblica y espiritual? Y la Biblia, sigue siendo relevante y pertinente para nosotros en este asunto también.
En 1 de Corintios capítulo 13, aparece una magistral descripción del amor, como un camino, un medio dado por Dios para enfrentar las situaciones de conflicto, desacuerdo o desavenencia que tengamos que enfrentar en una iglesia, así como sucedió en la de Corinto en el primer siglo. Esto, de ninguna manera legitima las peleas, las ofensas o los “círculos nocivos de conflicto” y menos en el contexto de la iglesia, pero si nos muestra una manera de enfrentar situaciones que se lleguen a presentar. Echemos un vistazo a este estandarte del amor que el apóstol Pablo pone en alto en su carta.
- El amor es más importante que los dones espirituales: “Si no tengo amor, de nada me sirve hablar aún el leguaje de los ángeles, ni hablar de parte de Dios”
- El amor es más importante que las obras de misericordia vacías: “ Si no tengo amor, de nada me sirve dar todo mi dinero a los pobres”
- El amor deber tratar al otro con paciencia y amabilidad
- El amor no envidia nada del otro, ni se cree mejor que nadie
- El amor no es grosero
- El amor piensa en el otro antes que en uno mismo
- El amor no se enoja por cualquier cosa
- El amor no se la pasa recordando lo malo que otros me hicieron
¿Te puedes imaginar los que pasaría si siempre tuviéramos presente y viviéramos ese amor en medio de nuestras relaciones?
¡En quién piensas con ese “Decálogo” del amor? ¿Quién es el que cumple fielmente todas esas características de amor incondicional y sacrificial? Cristo ¿verdad?
Si, es Cristo el que nos muestra la encarnación de ese amor, y por eso debemos comprender que la mejor manera de enfrentar nuestras diferencias o conflictos que se nos presentan en la vida no es con nuestras emociones, o con nuestra personalidad, si no mirando a Cristo y siguiendo sus pisadas. La mejor manera de ver al otro, tratar al otro es a través del amor, ese mismo amor con que Cristo nos amó hasta la cruz.
Los conflictos hacen parte de la vida, pero el amor también.