“Anda, ponte en marcha, que yo te ayudaré a hablar y te diré lo que debas decir.” (Éxodo 4:1).
Hay una serie de libros que seguro conoces “para dummies” y que pretende explicar las generalidades de un tema a alguien que no sabe nada al respecto. La palabra dummies se puede traducir como tontos o nulos.
Así que, en la serie que salió a la luz en 1991 hay desde temas de tecnología hasta platos típicos de países, fotografía, apicultura y la Guerra Civil Española.
Nadie se va convertir en experto leyendo estos libros. Más bien, va a tener un mar de conocimientos, pero con un centímetro de profundidad. Nadie estaría preparado para un cargo de alto nivel con solo leer uno de estos ejemplares.
Nuestro protagonista de hoy es un gran personaje bíblico, de esos que nos muestran desde pequeñas como un gran héroe de la fe.
Moisés, como lo leemos en los primeros capítulos del Éxodo, tuvo una serie de sucesos en su vida que parecía calificarlo de forma perfecta para la tarea que le sería encomendada, y aún así en el momento de recibir su comisión, la idea que el tenía de sí mismo, pero sobre todo, de Dios, lo hacia sentir como un dummie, un tonto o un nulo. Alguien no capacitado para la tarea.
Este hombre nació en un momento posterior al faraón que tuvo un gran aprecio por los israelitas, por cuenta del buen trabajo que hizo José como segundo al mando.
La Biblia nos dice que los años pasaron, que este pueblo crecía en número y que los egipcios comenzaron a tener miedo de ser superados y un nuevo faraón puso fuertes trabajos sobre los hombros de esta nación, esclavizándolos, e incluso matando a bebés varones.
Fue por este motivo, y nunca olvidemos, por la Gracia de Dios y Su providencia, que Moises termina siendo puesto en una canasta en el Nilo y salvado de las aguas por las manos de la familia real, así que fue criado como egipcio, siendo israelita y nada más y nada menos que en medio de la realeza.
Pero luego, esta historia se pone mejor, pues huyó al desierto luego de matar a un egipcio que maltrataba a un esclavo y encontró una nueva vida como pastor y se casó con la hija del sacerdote de una pequeña aldea hebrea.
Asi que pasaron 40 años en Egipto y 40 más en su destierro en la tierra de Madián.. Viviendo así dos vidas muy diferentes, pero que le otorgarían ciertas condiciones especiales. Y hoy, a la luz de los hechos que vemos relatados en la Biblia, podemos ver la mano poderosa de Dios disponiendo todo para el cumplimiento de sus planes.
Así que, llegamos a Éxodo 3 donde se nos relata que este hombre ya mayor se encuentra con Dios en un arbusto ardiendo mientras pastoreaba sus ovejas y Dios le dice:
“Yo soy el Dios de tu padre. Soy el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob. Al oír esto, Moisés se cubrió el rostro, pues tuvo miedo de mirar a Dios. Pero el Señor siguió diciendo:
Ciertamente he visto la opresión que sufre mi pueblo en Egipto. Los he escuchado quejarse de sus capataces, y conozco bien sus penurias. Así que he descendido para librarlos del poder de los egipcios y sacarlos de ese país, para llevarlos a una tierra buena y espaciosa, tierra donde abundan la leche y la miel. Me refiero al país de los cananeos, hititas, amorreos, ferezeos, heveos y jebuseos. Han llegado a mis oídos los gritos desesperados de los israelitas, y he visto también cómo los oprimen los egipcios. Así que disponte a partir. Voy a enviarte al faraón para que saques de Egipto a los israelitas, que son mi pueblo. Pero Moisés le dijo a Dios: ¿Y quién soy yo para presentarme ante el faraón y sacar de Egipto a los israelitas? Yo estaré contigo —le respondió Dios—. Y te voy a dar una señal de que soy yo quien te envía: Cuando hayas sacado de Egipto a mi pueblo, todos ustedes me rendirán culto en esta montaña. Pero Moisés insistió: Supongamos que me presento ante los israelitas y les digo: “El Dios de sus antepasados me ha enviado a ustedes”. ¿Qué les respondo si me preguntan: “¿Y cómo se llama?”? Yo soy el que soy respondió Dios a Moisés. Y esto es lo que tienes que decirles a los israelitas: “Yo soy me ha enviado a ustedes.” (Exodo 3:6-14)
Moisés en el capitulo 4 sigue preguntando y poniendo mas obstáculos que ganas. Moisés se seguía mirando su propio ombligo cuando estaba en frente de Dios, del mismo que le decía: Yo que soy el creador de todo lo que hay, el que hizo un pacto con Abraham, el que le ha cumplido antes a su pueblo, Yo soy el que estoy a cargo, no tú, tú solo eres un instrumento, del que me hecho cargo hasta ahora y del que me haré cargo después
Mujeres, ciertamente no nos ha tocado tremenda misión rescatadora como la de Moises, pero en nuestras pequeñas tareas cotidianas, en nuestro pequeño ministerio del hogar, o en el trabajo, o en la vida diaria, podemos sentirnos muchas veces sobre pasadas por la prueba y mirando al cielo hemos dicho: pero ¿por qué yo? Pero ¿por qué a mi? ¿por qué tengo que educar a mis hijos contra corriente? ¿por qué tengo que vivir una vida santa en un mundo que parece llamarme a gritos? ¿por qué tengo que compartir el evangelio en ambientes tan hostiles, tan apáticos? ¿por qué tengo que amar a mi vecino? ¿por qué tengo que renunciar a lo que considero mis derechos? ¿por que una vida de servicio? ¿por qué yo? si no soy capaz…
Y es allí, cuando Dios nos recuerda que no vamos de nuestra parte, vamos de parte de Él.
Que es por Él por quien hacemos la tarea, y es gracias a Él que hemos llegado hasta aquí.
Dios no nos entrega un libro para dummies, Él nos entrega a su hijo, tentado en todo, pero sin pecado.
Dios nos deja el evangelio de la Gracia para derramar sobre nosotros un perdón inmerecido que nos invita a vivir en santidad como un respuesta agradecida.
Dios nos regala su Santo Espíritu para colmarnos con los dones que nos sean necesarios para cumplir nuestra misión. De este modo, todos llegaremos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a una humanidad perfecta que se conforme a la plena estatura de Cristo. Como lo leemos en Efesios 4:13.
¿Te está costando aceptar la carga? ¿Te está pesando la tarea? ¿Se te hace duro el camino?
No se trata de ti, ni de tus habilidades, ni tus capacidades. No se trató de las de Moisés, de quien sabemos que, bastón en mano caminó hacia la que fue su antigua casa y llevó el mensaje de liberación sirviendo así como buen emisario, porque el rescatador era Dios.
Apasionada por compartir a Cristo.