Estaba haciendo la fila del supermercado, y vi apiladas en las estanterías algunas revistas con recetas navideñas como: Lomito a la finas hierbas, bombones crocantes de foie gras y almendras caramelizadas, vasitos de aguacates con langostinos, caserola de palmitos, brochetas de pavo y aceitunas, pollo al pesto, tomates secos y más… mucho más.
Me quedé atrapada en la portada de una de éstas, con todo adornado en brillantes colores, puesto en su punto sobre una linda vajilla decorada de navidad, con hermosas servilletas de tela bordadas en hilos dorados, y ahí, en el primer plano, una mujer sosteniendo una olla con uno de esos elaborados platos y una sonrisa encantadora.
Y pensé: “uno sencillamente no puede preparar todo eso, tener la cocina sucia y los niños peleándose por quien se baña primero, o a quien le toca recoger el juego que está regado por el piso de sala, y sostener una sonrisa así, ni siquiera una pequeña sonrisa. Todo eso es más falso que una moneda de cuero, seguro también las recetas”
Así que aquí voy a escribir otra receta, una receta fácil y rápida para la amargura navideña.
Toma nota. Aunque no importa el orden ni los pasos a seguir, ya que cada uno de estos por si solo es suficiente para dañarse usted misma el gozo de la temporada, y si tiene suerte, le alcanzará también para dañar la alegría de los demás.
Primero: Compárese con otros. Mire a su alrededor y piense tanto como pueda en qué tienen los demás que usted no tenga o pueda tener.
Cuando la inviten a comer o tomar un café, mire con detenimiento todo eso que usted quisiera tener y no tiene. Incluso no tiene que preocuparse por ir a casa de otros, basta un recorrido por redes sociales para ver hermosas decoraciones, destinos vacacionales soñados y niños bien portados y vestidos.
En la foto todos lucen bien, así que, llenarse de envidia fruto de las comparaciones será un paso sencillo. La envidia, como la levadura, hace crecer rápidamente la masa de la amargura.
Segundo: Piense que esta época se trata de usted. en otras palabras, sea egoísta. Haga reclamos a otros, si está casada, a su esposo y si no, a sus padres o amigos.
Amárguese pensando como su esposo, sus hijos o sus demás familiares no la consideran tan importante como usted cree que se lo merece, piense cómo ese regalo, ese detalle, aquel comentario que dijeron no era justo el que necesitaba o anhelaba.
Piense y vuelva a pensar cómo es que ellos no hicieron más por agrandarla a usted y verá cómo desde cada rincón de su casa podrá apreciar el olor de cómo se cocina la amargura.
Tercero: Aléjese de sus seres queridos, enciérrese en su propio mundo. No dé ni reciba amor. Usted no tiene por qué incomodarse recibiendo a otros en su casa, y mucho menos si son personas que lo necesitan, personas con las que no ha compartido lo suficiente o gente que no tiene nada que ofrecerle a usted.
No se preocupe por los demás, por saber con quienes van a pasar las fiesta,s o si ya tienen planes para navidad, total no es su problema y en últimas para qué se va a incomodar.
Cuarto: No haga nada por los demás. Mantenga las conversaciones en el mínimo posible, no sea que se presente la oportunidad de ofrecer sus servicios para algo. Satisfaga sus necesidades y evite las molestias que conlleva servir a los demás. Mucho menos se involucre en causas sociales como reunir regalos para niños que usted ni conoce ni conocerá. No sirva a nadie, no se involucre en causas nobles.
Quinto: Vea todas los noticieros que pueda, y lea revistas de chismes, los noticieros y cadenas de wahtsapp llenos de malos augurios e información devastadora sobre lo que viene para el proximo año, todos ellos sazonarán su plato de amargura, incluso puede ponerle algunos gramos ( o kilos) de ansiedad, cosa que hará su plato aún más amargo. Eso sí, evite a toda costa la oración porque ésta puede acabar con el efecto que busca en esta receta.
Sexto: Alimente pensamientos negativos haca los demás. Si es possible, incluso alimente pensamientos negativos contra usted misma. Céntrese en los errores del pasado y no tenga ninguna esperanza. Total, si han cometido todos tantos errores hasta ahora, lo más seguro es que se van a seguir equivocando.
Séptimo: Alimente los recuerdos negativos de navidades pasadas. Viva en el pasado, pero solo en los recuerdos dolorosos, quédese allí resguardándose de cualquier rayo de luz que pueda arrojar el presente o aun peor, alguna esperanza venidera.
Octavo: No sea agradecida. Si alguien por casualidad, hace algo que la hace sentir complacida, no agradezca. Incluso, si es amada de forma inmerecida y con misericordia, olvídelo pronto y mejor piense que no tiene todo lo bueno que cree merecer.
La amargura, ya en este punto de la receta ha de tener unas raíces profundas.
A estas alturas, hay dos opciones, o entendió el objetivo de este texto o ya dejó de leerlo y escucharlo, ya que nadie quiere realmente estar amargado. A menudo la persona amargada necesita que todo el mundo escuche sus quejas, y muchas veces estas quejas dañan a otros.
Hebreos 12:15 nos advierte: “Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados“.
Así que la amargura es un ladrón del gozo. La Biblia nos advierte: “Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia” (Efesios 4:31).
Pero ¿cómo? el versículo siguiente en la carta a los Efesios lo explica así: “Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo ” (Efesios 4:32).
Así que, podríamos decir, que la receta para quitarle la amargura a nuestro corazón, no importa si la servimos en platos desechables, o en la mesa digna de un rey, es cultivar un corazón agradecido.
Un corazón que se llena de gozo cuando piensa que ha recibido el regalo de la reconciliación con Dios gracias a la obra completa de Cristo en la cruz, y que, gracias a ese regalo puede ser perdonado, justificado y santificado por la obra del Espíritu Santo. Un corazón que no es egoísta, no busca lo suyo, sino que se vuelve a los demás y al servicio.
Así que, mi deseo esta navidad es que podamos cultivar un corazón que no pierda de vista lo esencial en medio de un mundo agitado, un corazón que puede gozarse aunque la higuera no florezca, tal como lo dijo el profeta Habacuc:
Aunque la higuera no eche brotes,
ni haya fruto en las viñas;
aunque falte el producto del olivo,
y los campos no produzcan alimento;
aunque falten las ovejas del redil,
y no haya vacas en los establos,
con todo yo me alegraré en el Señor,
me regocijaré en el Dios de mi salvación.
El Señor Dios es mi fortaleza;
Él ha hecho mis pies como los de las ciervas,
y por las alturas me hace caminar” (Habacuc 3:17-19)
Apasionada por compartir a Cristo.