Verdades y mentiras

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“Así dice el SEÑOR que te creó, que te formó desde el seno materno” ( Isaías 44:2)

Cada vez que me encuentro con un tema que considero de difícil abordaje en la crianza de mis hijos  termino por concluir que la mejor forma de no enredarme es hablar la verdad.

Nosotros, quienes creemos en Jesús, sabemos que Él es la verdad, y además, podemos asegurar confiadamente que la verdad nos hace libres. Así que, andar en verdad, hablar la verdad y vivir la verdad deben ser metas que nos trazamos bien sea en la crianza de los hijos, al momento de dar un consejo a un amigo o sencillamente en día a día.

Empiezo por aquí por que en esta era posmoderna de límites borrosos y eufemismos, la verdad es más escasa que nunca, pero al mismo tiempo tan cierta como siempre, podemos aferrarnos a ella y caminar seguros sobre roca en lo que parecen ser terrenos pantanosos como lo es el tema del aborto.  

Mi familia y yo vivimos en un país en donde es posible optar por la muerte del bebé hasta antes del parto, sin justificación y razón necesaria más que la mera voluntad de madre.

Además, es muy bien visto y se sienten orgullosos de ser absolutamente “garantes” de lo que  consideran parte elemental de los derechos sexuales y reproductivos de la mujer.

Cuando el médico llamó a mi casa a decirme que en mis análisis de sangre me confirmaban el  embarazo de mi hija menor, lo primero que me pregunto fue si quería o no continuar con la gestación.

¿Puedes creerlo? Sin ninguna razón aparente, sencillamente  porque aquí se asume que ante todo embarazo  una opción viables es terminarlo. 

Así que, aquí  vamos a hablar de mentiras y de la verdad. 

Alguien me decía una vez en una discusión: “hay múltiples verdades, tantas verdades como personas” esta idea es errónea y nos lleva a una lógica gaseosa y relativista en donde todo cabe y las cosas pueden tener múltiples significados.

Lo cierto es que siempre hay una verdad y lo demás son opiniones y puntos de vista y estos pueden cambiar,  pero la verdad  es una. Para Aristóteles, la verdad era aquello que correspondía con la realidad.  Esto es importante resaltarlo y aunque suene un poco filosófico  es elemental para responder preguntas que nos haremos mas adelante. 

Partamos de verdades absolutas y que nadie discute como: el agua moja, el hielo es sólido y el fuego quema. Yo también incluiría en la lista  de verdades absolutas que alguien está vivo o está muerto, o que solo una mujer, es decir una hembra humana puede quedar encinta, o que lo que produce el fruto de una relación sexual entre humanos es otro humano, pero aquí es donde comienza el terreno pantanoso de la postmodernidad, donde a veces no sabemos si alguien es hombre, mujer o culebra. 

La pelea es peleando y comencemos a llamar a las cosas por su nombre: Un aborto es un asesinato, no una “interrupción voluntaria del embarazo”.

Este ultimo término solo pretende evitar recordarnos que hay dos seres humanos involucrados ahí y al menos uno de ellos saldrá muerto. Además, no es interrupción, ya que lo que se interrumpe se puede reanudar, como una reunión, una conversación, la prestación de un servicio… Aquí se debe hablar de la finalización, la liquidación, el freno.

Ningún aborto es seguro; de todo procedimiento, al menos uno de lo involucrados terminará muerto. Para nosotros como creyentes el aborto es ir en contra del mandamiento: No matarás.

Según desiringod.com  el número de niños asesinados por aborto cada año empequeñece el holocausto y otros horrores homicidas de la historia. Aproximadamente 3.300 niños son asesinados por aborto cada día en los Estados Unidos, llegándose a asesinar 1.2 millones de niños no nacidos cada año.

Ante el argumento de “mi cuerpo,mi decisión”. Nadie está a favor de negar los derechos de una mujer sobre su propio cuerpo, pero el bebé, desde que comienza su etapa de morula en los primero días de vida, tiene un ADN diferente.

Así que, no es su cuerpo. No es lo mismo que un órgano suyo, ni un tumor, ni una masa de órganos y tejidos.

Nosotros como cristianos creemos que somos tejidos en el vientre materno. ”Mi embrión vieron tus ojos, y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas, sin faltar una de ellas.” (Salmo 139:16)

Ante el argumento de un hijo no deseado fruto de una violación. El problema de la violación no es el embarazo,  el problema es la violación. La consecuencia de la violación, traumas asociados y demás, acompañarán a la victima toda la vida, el bebé, sólo el tiempo de gestación, si ella así lo quiere y si decide darlo en adopción. El problema es la legislación y el esquema de penas para violadores, no el bebé. El bebé es una víctima del hecho.  

Ante el argumento de enfermedad. No somos dueños de la vida. No podemos señalar quien tiene derecho a vivir y quien no, eso es una suerte de eugenesia. Nadie tiene la autoridad moral para señalar que alguien tiene más derecho a vivir que otro por sus cualidades o capacidades, de la misma manera que nadie puede señalar que alguien debe morir porque esté enfermo. Este modelo de pensamiento podría derivar en el asesinato de los no aptos, de los no útiles, de los no aportantes a los regímenes o sistemas. 

Ante el argumento: no es un bebé todavía. Es un absurdo pensar que alumbramiento  es una suerte de portal cósmico en el que algo que no era humano se convierte en humano. Una mujer da a luz un humano, porque gestó en su vientre un humano.

El Dr. Jérôme Lejeune (1926-1994), quien descubrió las causas del síndrome de Down y es considerado el padre de la genética moderna, dijo lo siguiente en un informe para el subcomité judicial del senado norteamericano:

«Cuando el espermatozoide y el óvulo se encuentran, un nuevo ser humano es formado porque su propia constitución humana y personal está completamente definida. La fecundación produce una constitución personal que es enteramente única de este ser humano, la cual no ha ocurrido antes ni ocurrirá jamás. Debo decir que no hay dificultad en entender que en el principio de la vida, la información genética, la estructura molecular del huevo, el espíritu, la materia, el alma y el cuerpo ya están completamente unidos porque es el comienzo de una nueva maravilla que llamamos el ser humano.»

Ante el argumento del control de natalidad. Este argumentos pisotea todo lo que hemos construido como humanidad y va en contra de la declaración universal de Derechos Humanos : «Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos» (Artículo 1). «Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona» (Artículo 3). Además, este argumento nuevamente coquetea con la eugenesia.

“¡Ay de los que llaman al mal bien y al bien mal, que tienen las tinieblas por luz y la luz por tinieblas, que tienen lo amargo por dulce y lo dulce por amargo!” (Isaías 5:20).

Escribir contra el aborto es escribir sobre la vida, y es doloroso que tengamos que defender el derecho a estar vivos. Pero ser provida significa defender el derecho a vivir y  reconocer al autor de la vida, Dios, además, estar abiertos a recibir e incluso adoptar si así Dios lo dispone en nuestro corazón.

 “Tomando a un niño, lo puso en medio de ellos; y tomándolo en los brazos les dijo: el que reciba a un niño como este en mi nombre, me recibe a mí’” (Marcos 9:36-37). 

Para cerrar, recuerda que todas somos pecadoras, yo la primera y como decía Pablo, queriendo hacer lo bueno hago lo malo. Mi orgullo, mi egoísmo y mi falta de fe me recuerdan todos los días mi débil condición humana.

Nadie es superior o mejor o siquiera afortunada por nunca haber tenido un aborto. Abortar no es un pecado imperdonable ni una abominación que aleje para siempre a alguien del amor de Dios. El Señor que el es mismo ayer hoy y siempre envió a su hijo a morir en una cruz para salvar pecadores, es decir, personas que han fallado y han caído.

Más allá de nuestros pecados, o mejor, a pesar de nuestros pecados, Jesús nos reconcilia con el Padre y nos permite a todos los que en Él creemos ser llamado hijos de nuevo. Dios no aborta a los suyos.

Si tú lo has hecho, quiero recordarte que hay esperanza para todo aquel que se arrepiente.  No vivas este proceso sola, busca a alguien con quien hablar en tu iglesia local, recuerda: Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarlos y limpiarnos de toda maldad (1 Juan 1: 9).

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