La maternidad, un rol para toda la vida

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– “Ya no quiero ser mamá”- me lo dijo hace algunos días una compañera de trabajo, mientras me contaba las problemáticas y situaciones que estaba viviendo con su hijo menor.

Qué afirmación tan desgarradora y lamentable, qué circunstancias tenemos que vivir y sentir para llegar a tal afirmación.

Con gran dolor en mi alma, pensando en lo que representa ser madre en medio de esta generación tan carente del Señor, donde muchas no quieren tener hijos, otras luchan por concebir y otras, no saben qué hacer con los suyos.

Entonces, ¿Qué decir frente a la maternidad?, ¿Qué pensar y qué hacer cuando no sabemos qué hacer?

Lo primero que debemos comprender sobre este tema es que los hijos son un regalo del Señor, tal como lo afirma el salmo 127: 3 Los hijos son un regalo del Señor; los frutos del vientre son nuestra recompensa”.

Qué premisa tan bella y alentadora. Al leerla, deja un sabor dulce, un sabor de inmerecido, de recompensa, como el mimo Salmo lo expresa.

Que la maternidad sea una recompensa y un regalo del Señor, tienen una connotación de gracia, es un don del Señor que recibimos por su misericordia, es gratuito y a quien Él quiera y en el tiempo que desee; porque así son sus regalos: inesperados, sorpresivos y alentadores.

Entonces, por ser los hijos un regalo empacado y enviado desde el cielo, necesitamos, en segundo lugar, reconocer que debemos aprender a orar por ellos.

Ana,  en el primer libro de Samuel capítulo 1 versos 9 al 11 nos muestra la manera tan sincera en que ella le pide al Señor por un hijo; en este caso, Ana no tenía hijos, pues había sido estéril, así que ella le pide al Señor un hijo.

La oración es un regalo para ellos, pero también es un regalo para nosotras, es en medio de la oración donde encontramos Su paz, reposo y descanso.

Cuando oramos, estamos dejando en manos del Señor lo que sentimos, lo que nos preocupa y lo que nos roba muchas veces el sueño.

En la oración hemos de entregar a nuestros hijos en las manos del Señor. Para nosotras las mamás resulta  difícil pensar en renunciar a ellos, pero en las manos del Señor están, así que debemos descansar en su soberanía y cuidado sobre sus vidas.

Un tercer consejo de la Escritura para nosotras mamás:  resiste en medio de la adversidad.

Una mujer que nos enseñó a esperar y a resistir en medio de la adversidad y la prueba fue Agar. Ella tuvo que soportar la humillación, la escasez y la soledad, pero pese a esto, nunca se rindió, aún en medio del dolor y la aflicción, resistió.

Génesis 16: 13 dice: Como el Señor le había hablado, Agar le puso por nombre «El Dios que me ve», pues se decía: «Ahora he visto al que me ve». Por eso también el pozo que está entre Cades y Béred se conoce con el nombre de «Pozo del Viviente que me ve».

Qué bonito que tengamos esa certeza de que el Señor mira nuestra aflicción, no nos abandona, ha prometido su Presencia, y esto, debe llevarnos a descansar y adorar su nombre.

Que el miedo, el dolor, la ansiedad, la aflicción, el temor, la desesperanza con las que batallas en la maternidad, no nublen tu confianza del Señor.

Él te dio el privilegio de ser madre con un propósito, así  que anhelo que nuestra expresión “Ya no quiero ser mamá” se transforme en: “Gracias Dios por darme el privilegio de ser madre, gracias porque en tus manos están mis hijos y son tuyos, y yo en ti descanso”

Cristo es la solución a nuestra necesidad, gracias a su  sacrificio hallamos descanso y podemos decir que, aunque muchas veces nos equivoquemos y sigamos cometiendo errores con nuestros hijos, el Señor en su inmensa bondad nos promete Su paz e intervención.

Disfruta el rol de la maternidad, Dios ha prometido Su presencia, así que contigo estará; no te canses de orar por tus hijos, son tu bendición, tu regalo y tu responsabilidad.

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