Estamos viviendo tiempos difíciles, y este hecho ha estado golpeando de forma alarmante la salud mental de las personas.
Las estadísticas indican un alto porcentaje en las consultas con especialistas como psicólogos y psiquiatras por problemas de ansiedad y depresión, cuyo síntoma principal es la preocupación y la angustia excesiva por esos “¿Y si?” que se salen de nuestro control y no podemos resolver, por más que nos angustiemos.
La preocupación es anticiparse a lo que no sabemos si sucederá, divide nuestra mente y se puede convertir en ese compañero de viaje con el que transitamos todos los días y que nos roba la paz.
Nuestra mente puede pasar mucho tiempo con pensamientos como:
“¿Y si me enfermo?” “¿Y si muero?” “¿Y si muere algún ser querido?” “¿Y si quedo sin empleo?” “¿Y si no tengo para los gastos de mis hijos?” “¿Qué va pasar con el futuro?” entre muchos otros más.
Estas son realidades legítimas que estamos viviendo las han vivido los hombres a través de toda la historia.
El apóstol Pablo, escritor de la carta a los Filipenses y quien tenía motivos más que suficientes para vivir preocupado, en ansiedad y depresión por la situación en que se encontraba: encarcelado, encadenado y muy seguramente pasando por muchas necesidades, nos da la formula correcta para manejar la preocupación.
Pablo nos anima a cambiar la preocupación por la ocupación de nuestros pensamientos en todo aquello que va a traer beneficios a nuestra salud y que va a llenar nuestra vida de paz.
Filipenses 4:6-8 dice: “No se preocupen por nada; en cambio, oren por todo. Díganle a Dios lo que necesitan y denle gracias por todo lo que él ha hecho. Así experimentarán la paz de Dios, que supera todo lo que podemos entender. La paz de Dios cuidará su corazón y su mente mientras vivan en Cristo Jesús. Y ahora amados hermanos una cosa más para terminar, concéntrense en todo lo que es verdadero, todo lo honorable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo bello y todo lo admirable, piensen en cosas excelentes y dignas de alabanza”.
¡No te preocupes por nada! Esta es una prohibición que tenemos que cambiar por un mandato: Orar y agradecer por todo, lo cual va a traer como consecuencia paz en nuestra mente y corazón.
Mi preocupación se convertirá en un medio de gracia cuando la manejo de la manera correcta, porque voy a ocupar el tiempo orando por aquello que me preocupa y agradeceré por todo lo que ya Dios me ha dado.
Dios se ofrece a ayudarte; haz este intercambio: saca la preocupación para dar espacio a la oración; entrégale a Dios lo que solo Él puede resolver y haz tú lo que te corresponde: ocúpate orando.
En tiempos difíciles lo más útil que podemos hacer es buscar la presencia de nuestro Padre celestial y confiar en sus manos todo aquello que nos preocupa. Él escucha nuestra oración y está dispuesto a ayudarnos y a darnos esa paz que el mundo jamás nos dará.
Concéntrate como termina el apóstol Pablo en:
- Todo lo verdadero; Jesús dijo: Yo soy la verdad.
- Todo lo honorable; Jesús merece todo el honor.
- Todo lo justo; Jesús el único justo, el único puro, el único bello, el admirable.
Mantén tu mente puesta en Jesús, aquél que dijo: “…no se preocupen por la vida diaria, si tendrán suficiente alimento y bebida, o suficiente ropa para vestirse… su Padre celestial ya conoce todas sus necesidades”. (Mateo 6:26-31).