Como río que fluye,
Como agua que refresca,
Como bálsamo que renueva,
Como arcoíris de esperanza…
¡Eso es lo que produce la oración!
La oración es uno de los recursos más importantes del cristiano, hace parte de las disciplinas espirituales, y no es sólo una disciplina personal, también es comunitaria, pues nos lleva a pensar en el prójimo, su condición y la obra de Cristo en él.
El apóstol Pablo en su carta a los Filipenses en el capítulo 1, versos 3 al 11, nos invita a dar gracias e interceder en oración por nuestros hermanos.
Pablo comienza diciéndoles que da gracias a Dios cada que vez que se acuerda de ellos.
Esta acción de gracias permite pensar en las razones por las cuales agradecer al Señor: reconocer su bondad, misericordia, gracia, e inclusive las experiencias difíciles que Dios nos ha permitido vivir en la vida cristiana; dado que tales situaciones tienen el potencial de formar nuestro carácter como el de Cristo y permiten que nuestra fe sea probada.
Ahora bien, Pablo, al orar por los hermanos lo hace, no con nostalgia, no por obligación, sino con un profundo sentimiento de gozo y alegría; bien haríamos en considerar y rogar a nuestro Dios que nuestras oraciones estén bañadas de alegría, porque tenemos poderosas razones para celebrar en medio de cualquier circunstancia.
Dentro de esas razones para la oración alegre, el apóstol Pablo nos deja ver que se halla la participación en el evangelio, es decir, porque nuestros hermanos han conocido del Señor y son parte del reino de Cristo, lo cual debe producir en nosotros una felicidad tan grande, pues otros han comprendido que Cristo murió, resucitó y les dio a conocer su gran amor y gracia.
Entonces, ¿Estás pensando en tus hermanos?, ¿Están tus oraciones bañadas de un profundo gozo?, ¿Oras por tu iglesia?, ¿Das gracias a Dios por la obra de Cristo en tus hermanos?, ¿Sientes alegría por todo lo que hace el Señor y sigue haciendo con cada uno de ellos?
En esta oración de Pablo se revela un amor sincero y fraternal, cuando oramos los unos por los otros estamos siguiendo el modelo de Cristo, estamos dejando de lado nuestro egoísmo, dejamos de pensar en nosotros mismos y comenzamos a pensar en el otro, en su necesidad, pero también en la obra transformadora de Cristo.
Orar unos por los otros es el resultado de comprender la importancia de lo que es ser iglesia, de lo que es ser comunidad, de lo que es ser parte del cuerpo de Cristo.
Así que, ora. Ora por tu prójimo, dale gracias a Dios por lo que ha hecho con cada uno y por lo que sigue haciendo por su gracia y misericordia, porque “el que comenzó tan buena obra en ustedes la irá perfeccionando hasta el día de Cristo Jesús”.
Que el río, que el agua, que el bálsamo y que el arcoíris sean el resultado de lo que experimentas a través de la oración que haces por ti y por tu iglesia; agradeciendo al Padre por la transformación que sigue haciendo en cada uno hasta el día de su venida.
Ora, da gracias a Dios, intercede por los santos, pide para que el amor de Cristo crezca en los corazones; a fin de que cada uno pueda elegir lo que es mejor. Cuando oras por ellos estás demostrando cuánto los amas y lo mucho que te importan, pues orar en favor de tu iglesia es un asunto del corazón.
Yenny Andrea Torres Caro es licenciada y casada desde hace 10 años, con un hermoso hijo: Mateo. Sirve al Señor en el Redil de San Cristobal.