Entre la desesperación y la fe

Para ninguna de nosotras es ajeno el hecho de que estamos viviendo tiempos difíciles.

Por donde quiera que vamos escuchamos comentarios que  nos dejan ver que hay problemas generados por la pandemia: las muertes, los paros, la violencia, la escasez, los problemas sociales, entre muchos otros.

Todo esto tiene a las personas en incertidumbre, estresadas, sin esperanza y  tratando de salir de estas situaciones que en lugar de mejorar, parece que cada día se complican más.

Pero es sorprendente ver que algunos creyentes están experimentando lo mismo y se hallan al borde de la desesperación.

Alguien me decía en estos días: “uno no sabe ya que creer, estoy tan desesperada y mi vida es un mar de dudas”.

Otra persona me dijo: “Pero yo creo en Dios y oro y oro, y no pasa nada”. Aquí es donde llegamos al punto de estar entre la desesperación y la fe.

Para momentos como estos es donde textos como  1ª. Juan 5:13-15 nos alientan a seguir adelante y nos llenan de esperanza.

El apóstol Juan está escribiendo a personas que en medio de un ambiente tenso y de conflicto creen en el nombre del Hijo de Dios; y él les dice que les escribe para que sepan que tienen vida eterna.

¿Por qué les dice esto?

Al ser hijos de Dios por ende tienen vida eterna. Pero, es que en medio de los conflictos y la desesperación, tenemos la tendencia a olvidarnos de esta realidad y nos centramos en los problemas, nos apartamos del conocimiento de nuestro Dios y de su hijo Jesucristo a quien Él ha enviado y quien  es la vida eterna (Juan 17:3); entonces Juan se los recuerda para volverlos a la paz y la esperanza.

Por otro lado, el apóstol nos recuerda que Dios quiere que depositemos nuestra confianza en Él, así lo expresa en 1ª Juan 5: 14-15:  Y esta es la confianza que tenemos delante de Él, que si pedimos cualquier cosa conforme a su voluntad, Él nos oye. Y si sabemos que Él nos oye en cualquier cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hemos hecho”.

Es fundamental para nosotras en estos tiempos tener a alguien que nos oye en medio de la desesperación y la angustia.

El saber que Dios nos escucha  es de mucho alivio, ya que hoy en día es difícil encontrar quien nos quiera oír, pues ni los médicos, ni la EPS, ni la familia, ni los gobernantes, pueden hacerlo, pero Dios sí está dispuesto a escucharnos y nos dice que, si pedimos algo conforme a su voluntad, no solo nos oye, sino que nos da la seguridad de que recibiremos lo que le hemos pedido.

¿No te parece formidable?

Todo esto nos lleva a reflexionar una vez más en cómo está nuestra relación con Dios.

¿Realmente he tenido un encuentro personal con el Señor Jesucristo? ¿Reconozco que soy pecadora y arrepentida y le he pedido perdón por mis pecados?

¿Le creo? ¿Creo que ha venido al mundo para morir por nuestros pecados y que ha resucitado y me ha dado vida eterna? ¿Creo que me ha dado Su Espíritu y que mora en mí?

¿Le busco cada día en su Palabra para profundizar mi conocimiento de Él? ¿Le creo  al punto de depositar mi confianza en Él para orar y entregarle mis problemas, o en medio del conflicto y la desesperación busco otros dioses (ídolos) de los cuales Dios quiere que me aparte? (1 Juan 5:21)

Querida mujer, acerquémonos al Señor Jesucristo con plena conciencia de que en Él tenemos vida eterna; descansemos en su presencia depositando nuestra confianza solo en aquel que es poderoso para ayudarnos cualquiera sea nuestra situación, y no dejemos que nada ni nadie nos robe la paz que solo Él nos puede dar.

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