¿Les ha pasado alguna vez que están acompañadas por familia o amigos, pero se sienten solas?
Bueno, ¡a veces la vida parece una oda a la soledad! Un montón de estrofas que buscan alabar ese momento, y aunque estemos acompañadas por otras personas, estos sentimientos de tristeza, angustia, soledad, temor pretenden dejarnos ahí paralizadas sin poder salir de ella.
Por tal motivo quiero que recordemos un episodio de nuestro amado Señor Jesucristo, previo a la cruz, y que veamos cómo hizo para enfrentarlo. El momento de soledad de Jesús del que les hablo, lo encontramos en Marcos 14:32-42
Antes que nada debo decir que esta situación de Jesús no era fácil, y creo que a ninguna de nosotras le ha tocado enfrentar un día similar donde sabes que se acerca tu muerte, que las personas que cuidaste, amaste, acompañaste y ayudaste durante tres años te van a abandonar, y que incluso, dos de ellas se verán involucradas en traicionarte y negarte.
Y lo más fuerte aún, quieres hacer tu voluntad para escaparte de ello, pero no puedes por obediencia al Padre y amor a una humanidad que no lo merece.
Pero ¿Cómo Jesús reaccionó ante tal situación? Veamos cuatro puntos que deseo resaltar:
Primero: En los versículos 33 y 34 Jesús expresa: «Estoy muy triste, y siento que me voy a morir; quédense aquí y no se duerman.»
Vemos que a pesar de que se sentía sólo, Jesús se mantuvo con sus discípulos y personas de confianza hasta el último momento y no se alejó de ellos. Una situación similar la vemos en 1 Reyes 19:3-4 con Elías, quien fue amenazado de muerte, pero nos dice la Biblia que este profeta dejó a su ayudante y se fue sólo al desierto.
Esta actitud creo que más de una la hemos tenido cuando nos enfrentamos a una situación muy difícil, sentimos que las personas que están a nuestro lado no “llenan nuestra soledad”, y entonces preferimos alejarnos; en palabras castizas “echarnos a la pena”.
Segundo: Jesús permitió que los más cercanos a él lo vieran totalmente vulnerable.
Muchas veces cuando enfrentamos situaciones difíciles que nos abruman, no queremos que nadie se entere, o como dicen por ahí, llevamos la procesión por dentro, pero creo que el hecho de que hoy tengamos este relato de Cristo es un fiel testimonio de que los discípulos cercanos vieron lo que Jesús estaba experimentando en el momento más doloroso, previo a la cruz.
Entonces medita en la siguiente pregunta: ¿eres capaz de mostrarte vulnerable ante otros, o para ti la vulnerabilidad es sinónimo de debilidad que genera un cambio de imagen ante otros que no te puedes permitir?
Tercero: Jesús reconoció que había una tristeza que lo invadía y necesitaba la ayuda del Padre.
Si Jesús mismo, el Hijo de Dios, imploró y suplicó la ayuda del Padre en ese momento tan difícil, ¿por qué nosotras no lo hacemos?
Sin duda alguna, muchas veces buscamos escapes en un sin número de actividades que nos mantienen ocupadas; de hecho, decimos que tenemos la capacidad de hacer varias cosas a la vez, lo que no está mal, pero esta actitud en ocasiones ha impedido que enfrentemos nuestras tristezas, soledades y dificultades frente al Padre, reconociendo que en nuestras propias fuerzas no somos capaces, que sí o sí necesitamos su intervención divina.
Cuarto: Jesús oró
Esta es la parte fundamental. Sé que podemos estar cansadas, con sueño, como lo estaban los discípulos, pero cuando nos sentimos solas, abatidas y sin esperanza, lo único y más importante que podemos hacer es acudir en oración al Padre, por medio de su hijo.
Para ello, no requerimos de palabras elaboradas, sino de un corazón sincero; hasta podemos hacer nuestra la oración de Jesús, porque hay momentos de angustia y soledad en los que nos salen pocas palabras.
Este momento de Jesús me lleva a recordar otro texto también en el Antiguo Testamento, en 1 Samuel 1:10 cuando Ana estaba tan afligida que no dejaba de llorar, pero oró a Dios y dice que sólo le veían mover los labios, es decir, hacía una oración que venía del alma.
En este caso no era una angustia de muerte, pero era una situación que la había tenido afligida durante años. Sin embargo, ella no descansó hasta el día que decidió reconocer la profunda tristeza que la invadía delante del Padre y oró, diría yo, con el alma.
Hermanas y amigas, desnudemos nuestra alma delante del Padre en oración, Él está dispuesto a escucharnos.
Sabemos que las palabras de Jesús en la oración de Getsemaní han sido la perla de muchas enseñanzas maravillosas que hemos escuchado, pero la invitación finalmente es que si en estos momentos te sientes sola, angustiada o afligida por una situación en particular, no dudes en venir a los pies de Jesús quien comprende tu situación, es tu intercesor y el único que puede ayudarte.
Que puedas acercarte y decir como Jesús: «¡Padre!, ¡papá!, si fuera posible, no me dejes sufrir. Para ti todo es posible. ¡Cómo deseo que me libres de este sufrimiento! Pero que no suceda lo que yo quiero, sino lo que quieras tú.»
Melissa Puentes, esposa de un tico, madre de Ethan, servidora por la gracia de Dios en los ministerios de alabanza y jóvenes en la Iglesia Bíblica Nazareth (San José, Costa Rica).