¿Has oído hablar de los hikikomori? Ellos son jóvenes japoneses cuya decisión ha sido aislarse del mundo y de cualquier contacto social, incluso virtual, convirtiéndose en ermitaños modernos que no salen nunca de sus casas. En Japón este grupo representa al 1,57% de la población.
Al leer un poco al respecto, me surgía la inquietud del por qué una gran cifra de jóvenes, con toda una vida por delante, en un país lleno de oportunidades y con tanta tecnología de avanzada, tomaría una decisión tan radical.
La respuesta no es menos desalentadora que su situación: Japón tiene una cantidad de normas sociales bastante rígidas, sumadas a las altas expectativas de los padres sobre los hijos; y como cereza del postre, en ese país reina la cultura de la vergüenza y la crítica pública. Todo ese caldo de cultivo ha llevado a los jóvenes a experimentar un sentimiento de incompetencia, y por ello, prefieren vivir sus vidas en un total y constante aislamiento.
La realidad que estos jóvenes eluden es la de vivir en comunidad, lo cual debo reconocer no es fácil, máxime cuando vivimos en medio de culturas caídas, que, si bien en algunas áreas expresan la gracia común manifestada por Dios, también son presa de la maldición de la desobediencia.
Lo más lamentable en todo este asunto es que aun la comunidad cristiana, esa nueva comunidad creada por Cristo y de la cual Pablo habla tanto en Efesios, conformada por personas de toda raza, lengua y nación, no se escapa de vivir situaciones similares de aislamiento en unos casos, y en otros, de divisiones, críticas, juicios y chismes.
En el capítulo 4 versos 1 al 3, el apóstol Pablo habla a la comunidad de los efesios conformada por judíos y gentiles, pero en últimas elegidos en Cristo Jesús para ser uno solo.
Les dice: “Por eso yo, que estoy preso por la causa del Señor, les ruego que vivan de una manera digna del llamamiento que han recibido, siempre humildes y amables, pacientes, tolerantes unos con otros en amor. Esfuércense por mantener la unidad del Espíritu mediante el vínculo de la paz”
Pablo pone en primera fila para los hermanos la realidad de su llamado, que, si bien debe estar impregnado del fruto del Espíritu, también implica vivir en comunidad.
¿Era fácil para los judíos sentirse uno con los gentiles? ¡Por supuesto que no! El pueblo judío en su historia tenía una pugna contra ellos, los llamaban incircuncisos, decían que Dios los había creado para ser la leña del fuego del infierno; además, decían que debían ser aplastados como se aplasta a las serpientes. Tal era el desprecio, que, si un gentil iba a dar a luz a su hijo, no se le podría prestar ayuda y ni siquiera podían entrar en su casa.
Esa pugna todavía tenía su influencia en la iglesia, en la nueva comunidad de creyentes, y a los cristianos judíos les costaba aceptar a sus hermanos gentiles.
Por eso Pablo hace un ruego desde la cárcel para que vivan la unidad que les había dado el Espíritu Santo. Ahora bien, ¿por qué la nueva comunidad en Cristo debe vivir como uno solo a pesar de sus grandes diferencias?
La razón es profundamente sencilla, porque el Dios que los llamó es uno en tres personas distintas: Padre, Hijo y Espíritu.
Dios desea que su pueblo dé a conocer el carácter de aquel que los llamó, y así como Él es uno y se relaciona perfectamente en la trinidad, también espera que, en medio de la diversidad, los escogidos reflejen su carácter. Vivir en medio de divisiones sería desvirtuar la naturaleza de Dios.
¿Cuáles virtudes cristianas nos permiten mantener la unidad? Según el apóstol: la humildad, la amabilidad, la paciencia y la tolerancia de unos con otros en amor.
¡Oh qué diferentes serían nuestras comunidades de fe, si por el poder del Espíritu pudiéramos cultivar esas virtudes! ¡Cuántos quisieran unirse a esa gran familia de Dios!
Pero hemos de reconocer con arrepentimiento y vergüenza que, en muchos casos, esas virtudes brillan por su ausencia.
Hoy quisiera unirme a Pablo para hacerte un ruego: esfuérzate por mantener la unidad del Espíritu en tu iglesia local.
¿Acaso es fácil, o natural en nosotras? ¡No! ¿Por qué crees que Pablo tiene que pedirles que se esfuercen? Porque es antinatural, se necesita un esfuerzo en la gracia y en la nueva vida que se nos ha dado.
Le pido a Dios que seas una mujer que mantiene sus ojos puestos en Cristo, el más humilde, amable, paciente y tolerante con todos los pecadores, y que ruegues incesantemente que su Espíritu forme en ti ese carácter que recibe a otros, perdona sus faltas, afirma el valor de los demás y los considera superiores.