Tal vez, como yo, recuerdes un famoso programa de televisión en el que se contaba la historia de trasformación de mujeres: dos expertos en moda asesoraban a las participantes catalogadas como “mal vestidas”.
Las afortunadas eran invitadas a vivir una semana en la que debían deshacerse de su viejo guardarropa y comprar todo nuevo con una envidiable suma de dinero que les daba el programa, y en una hora, se mostraba la transformación de una mujer y su radical cambio de look.
Debo confesar que con mis hijas disfrutábamos verlo y fueron muchas las “metamorfosis” externas que presenciamos entre la curiosidad y el asombro. El programa tenía un nombre contundente, como una advertencia y una orden, se llamaba: ¡NO TE LO PONGAS!
Siempre llamó mi atención que el programa quería vender la idea de que si cambia tu look, cambia tu vida.
Sabemos, por la Palabra de Dios, que esa es una mentira muy bien contada, que así cambiemos nuestro vestido, nuestro peinado y hasta radicalmente nuestro cuerpo, si no cambia nuestro corazón, seguiremos siendo las mismas, aunque nos veamos diferentes.
No es de extrañar que este mundo nos haga todo tipo de propuestas de cambiar nuestro exterior y renovarnos.
Vivimos en una cultura de lo estético y lo aparente, me resulta imposible no recordar a Eduardo Galeano cuando afirmó: “Vivimos en un mundo donde el funeral importa más que el muerto, la boda más que el amor y el físico más que el intelecto. Vivimos en la cultura del envase, que desprecia el contenido”
Gracias al cielo, hoy tenemos en la Biblia la eterna voz de Dios, que, pese a innumerables esfuerzos, no han podido silenciar.
Escuchemos entonces, lo que tu Creador tiene para decirte sobre tu verdadera transformación.
De alguna manera el Señor también te dice: ¡NO TE LO PONGAS!, pero no hablando de ropa, ni de “outfits”, lo que el Señor te dice hoy, tiene que ver con tu corazón, con tu ser interior.
La magnífica carta a los Efesios tiene instrucciones para darte, no externas, no estéticas, sino profundas y definitivas, que te llevarán a cambiar más que tu ropero; te llevarán a cambiar tu vida.
“Con respecto a la vida que antes llevaban, se les enseñó que debían quitarse el ropaje de la vieja naturaleza, la cual está corrompida por los deseos engañosos” (Efesios 4:22)
En esta porción de la carta a los Efesios el Señor nos hace conscientes de un cambio de vida, de un antes y un después.
Para todos los que han sido tocados por su poder, la invitación es a renunciar a la vieja naturaleza, a ser conscientes de que hemos sido transformados de manera profunda y definitiva, y no por nuestro esfuerzo, mérito o decisión, sino por su gracia y por la obra de Cristo en la cruz.
El murió para darnos vida nueva y eso significa que nunca más seremos lo que éramos. Vuelve a leer Efesios 4:22 y quítate la vieja ropa que te vistió de vergüenza y dolor, la que te mantenía esclava al pecado y a la muerte.
La obra de Cristo en ti te ha dado ropa nueva; ahora estás vestida de buenas obras, de virtud y de piedad.
¡No te lo pongas! dice el Señor en Efesios ¿Qué no debemos ponernos?: La mentira, la ira, el robo, conversaciones obscenas, amargura, enojo, gritos y calumnias, frivolidad y toda forma de malicia.
En cambio, el Señor nos invita en el versículo 24 a: “ponerse el ropaje de la nueva naturaleza, creada a imagen de Dios, en verdadera justicia y santidad.”
La invitación de tu creador es: vístete de tu nueva naturaleza, adórnate con la verdadera esencia de la mujer virtuosa: humildad, amabilidad, paciencia, tolerancia, amor, perdón, justicia y santidad.
¿Puede haber un mejor vestido para una mujer?
Vístete del mejor diseñador, vístete de virtud y sal a la pasarela de la vida, muestra cómo un Dios poderoso puede cambiar a una mujer antes vestida de harapos en una vestida de belleza y santidad.
Sé la mejor modelo de la verdadera belleza y así, en la casa, en la calle y la oficina, cuenta tu propia historia de verdadera transformación.
Ibaguereña
Trabajadora Social – profesora de secundaria
Casada desde hace 17 años con Diego Rodríguez, a quien acompaña en el ministerio pastoral en la iglesia La Vid en Ibagué. Tienen dos hijas: Sofía y Gabriela.