Restaurando la honra tras el abuso sexual

Las manos frías paralizaron mí cuerpo, el temor me invadía mientras me acariciaba. Solo tenía cinco años, confiaba que mi tío me cuidaba, pero ese día me llevó a su cuarto, y allí fui expuesta a pornografía mientras me abusaba.

Como esta historia, hay muchas entre nosotras las mujeres. La Biblia no calla al respecto, y expone una narración similar, la de Dina (Génesis 34). Dina fue violada y abusada bruscamente por Siquén. Como resultado de esta violación, ella quedó deshonrada, arruinada y en vergüenza. Eso es precisamente lo que causa el abuso en la víctima. Y como si el abuso fuera poco, lo más doloroso viene después por la actitud de terceros. En vez de recibir ayuda, la historia nos deja ver dos extremos pecaminosos: Jacob, su padre, se enteró de que Siquén había violado a su hija, pero como sus hijos estaban en el campo “no dijo nada hasta que ellos regresaron.” (Génesis 34:5). El silencio es la mejor opción para muchos: mejor callar y esperar que otros ayuden. La segunda reacción fue la actitud de los hermanos: “Cuando los hijos de Jacob volvieron del campo y se enteraron de lo sucedido, quedaron muy dolidos y, a la vez, llenos de ira” (Génesis 34:7). El otro extremo es la venganza, hacer justicia propia. Ambos extremos al final no ayudan a la víctima.

Las víctimas de abuso sexual necesitamos ser restauradas por Dios y descansar en que Dios juzgará a quienes nos hicieron daño. El Señor dice las siguientes palabras en Oseas 2:19-23 “Yo te haré mi esposa para siempre, y te daré como dote el derecho y la justicia, el amor y la compasión. Te daré como dote mi fidelidad, y entonces conocerás al Señor.  En aquel día yo responderé afirma el Señor; yo le responderé al cielo, y el cielo le responderá a la tierra; la tierra les responderá al cereal, al vino nuevo y al aceite, y éstos le responderán a Jezrel. Yo la sembraré para mí en la tierra; me compadeceré de la indigna de compasión, a pueblo ajeno lo llamaré: pueblo mío; y él me dirá: Mi Dios”.  ¡Que pasaje tan esperanzador! Dios quiere (¡y puede!) devolvernos lo que el violador nos robó; sólo Jesús puede purificar y devolver aquellas cosas que nos quitaron. Dios promete en este pasaje darnos el derecho y la justicia que nadie hizo por nosotras, Dios es justo y obra con justicia. Los vacíos en tu vida serán llenados con su amor y compasión, y aunque estemos quebrantadas podemos descansar en su fidelidad.

Y esas noches de miedo y soledad, él promete llenarlas con su presencia. Dios no queda en silencio ante lo que te hicieron. Él responderá, se compadecerá de la indigna de compasión. Porque si creemos en él, ya no seremos ajenas, sino pueblo suyo.

Si quizás este no es tu caso, permíteme decirte que puedes ser parte de la restauración de alguna mujer, porque hoy con urgencia necesitamos cristianas que ayuden a las víctimas de violación y abuso sexual a tener un encuentro con Jesús, a seguir al único que restaura la honra.  Solo Jesús puede sanar las heridas de la vergüenza, deshonra y dolor, solo Jesús da paz a nuestras vidas, y quita la aflicción de la afrenta que cometieron otros.

Si estás pasando por una situación de abuso y has guardado silencio porque tienes vergüenza u odio por lo ocurrido, te animo primero a creer en el único que puede salvarte, en Jesús. Él experimentó en la cruz el sufrimiento y la vergüenza por nuestros pecados. Por eso cree en él y busca una iglesia local, dile en oración a Dios que te ayude a encontrar personas que te muestren su gracia. Necesitamos dejar el temor y confesar toda la verdad de lo ocurrido, solo Jesús sanará el corazón que el pecado dañó.

 

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