El tema de las adicciones es muy frecuente en nuestra sociedad, y, aunque pareciera poco creíble, una muy común y de vieja data es la adicción de las mujeres a las relaciones con hombres. El diccionario define la adicción como el hábito de conductas peligrosas o de consumo de determinados productos, en especial drogas, del que no se puede prescindir o resulta muy difícil hacerlo por razones de dependencia psicológica o incluso fisiológica.
Al enfocarnos en la adicción a las relaciones con hombres, ella puede describirse como un deseo compulsivo en el que las mujeres buscan alivio y placer en la relación con un hombre. De no estar involucradas, sienten un gran vacío, sin sentido, ansiedad, angustia, fracaso y frustración, a tal punto que necesitan correr a quien sea para descargar este torrente de emociones, sentirse seguras y así evadir sus problemas reales. Las consecuencias de esta condición son trágicamente claras: la mujer degrada su personalidad, su dignidad, su identidad, su diseño como vaso frágil, entrando en relaciones abusivas, complacientes, todo con tal de saciar su gran necesidad.
En la Biblia encontramos un caso que nos da mucha luz para entender más cómo apoyar a mujeres que enfrentan esta situación. El caso es el de la mujer samaritana en Juan 4:1-42. Jesús se acerca a ella y notamos que él crea un ambiente de confianza, empatía y seguridad, rompiendo con las barreras religiosas, sociales (conflicto entre judíos y samaritanos); sexuales (un hombre hablándole a una mujer, en ese entonces muy mal visto), y morales (mujer de dudosa reputación). Cuánto bien nos hará, al querer ayudar a estas mujeres, acercarnos sin los prejuicios que el moralismo y la religiosidad levantan en nosotras.
Por otra parte, Jesús se presenta a la mujer como aquél que puede darle algo mucho más grande que hasta el momento ella no ha conocido, introduciéndole así la necesidad que esta mujer tiene de conocer al que está frente a ella. Éste es el verdadero hombre que la puede saciar y que le va a dar lo que realmente necesita, si ella lo pide. En todo el diálogo que aparece en estos versículos, notamos a Jesús llevándola a reconocer su necesidad: ella está sedienta y necesitada y busca llenarse con relaciones, pero la búsqueda no ha sido suficiente. En Jesús ella puede hallar agua viva, inagotable, suficiente para saciar los vacíos más profundos de su quebrantado corazón. Finalmente, ella halló en Jesús a un hombre que la conocía perfectamente y aun conociéndola la amó y sació.
Muchas veces, frente a las problemáticas tan complejas del ser humano, pretendemos dar soluciones rápidas y superficiales, al ofrecer una cantidad de tácticas o técnicas para poner fin a los problemas. Jesús nos enseña que para problemas profundos se requieren soluciones profundas. La raíz de la adicción radica en el corazón, y él es el único capaz de tratarlo; por eso es tan importante, como mujeres creyentes, que cuando conozcamos a quienes sufren de esta adicción, las acompañemos junto con otras mujeres maduras en la fe para que, con la autoridad de la Palabra de Dios, la oración, el amor y la aceptación, las llevemos a Cristo y juntas podamos presenciar el milagro de la satisfacción del corazón y la liberación de la adicción.