Si bien es cierto que las relaciones interpersonales son un gran desafío para nosotros quienes portamos una naturaleza caída y vivimos al otro lado del Edén, sí que resulta un mayor desafío el relacionarnos sanamente con otras mujeres. En mi propia experiencia y diálogos, me he dado cuenta de la cantidad de rivalidades que surgen entre nosotras y que nos lleva a decir muchas veces que es preferible tener a 100 hombres alrededor que a 10 mujeres.
Al parecer, este conflicto es de vieja data y lo observamos en la historia bíblica narrada en el 1 Samuel 1:2-10 “Elcaná tenía dos esposas. Una de ellas se llamaba Ana, y la otra, Penina. Ésta tenía hijos, pero Ana no tenía ningún. Cada año Elcaná salía de su pueblo para adorar al Señor Todopoderoso y ofrecerle sacrificios… Cuando llegaba el día de ofrecer su sacrificio, Elcaná solía darles a Penina y a todos sus hijos e hijas la porción que les correspondía. Pero a Ana le daba una porción especial, pues la amaba a pesar de que el Señor la había hecho estéril. Penina, su rival, solía atormentarla para que se enojara, ya que el Señor la había hecho estéril. Cada año, cuando iban a la casa del Señor, sucedía lo mismo: Penina la atormentaba, hasta que Ana se ponía a llorar y ni comer quería. Entonces Elcaná, su esposo, le decía: «Ana, ¿por qué lloras? ¿Por qué no comes? ¿Por qué estás resentida? ¿Acaso no soy para ti mejor que diez hijos?» Una vez, estando en Siló, Ana se levantó después de la comida. Y a la vista del sacerdote Elí, que estaba sentado en su silla junto a la puerta del santuario del Señor, con gran angustia comenzó a orar al Señor y a llorar desconsoladamente.”
Este texto nos presenta a dos mujeres en conflicto: Penina y Ana. Penina, descrita como rival y Ana, quien recibe el malestar de su oponente. El texto es claro al mostrarnos la manera en que se presentaba esta relación conflictiva: Penina solía atormentar a Ana al punto de llevarla al enojo. Por otro lado, Ana no es sencillamente víctima, sino que se engancha en el conflicto, reaccionando con enojo y aflicción evidenciada en llanto, inapetencia y resentimiento.
La historia nos arroja pistas que quizás nos ayudan a entender razones de nuestras contiendas. ¿Cuál es la causa del conflicto? Una porción especial que el esposo le daba a Ana. Lo que debes entender es que lo que hay detrás de esa porción es tan importante, que el conflicto llega cuando hay amenazas en esas áreas. La porción especial dejaba ver la comparación y envidia existente entre ellas, porque deseaban ser especiales y preferidas por un hombre; también devela el anhelo de la mujer por cuidar su casa y defender a sus hijos.
Es muy probable que muchos de nuestros conflictos con otras mujeres surjan, cuando están en juego los asuntos mencionados anteriormente. La Biblia nos llama a examinar el corazón en medio de nuestras relaciones para reconocer detrás de los conflictos, cuáles son nuestras mayores necesidades en las que sentimos la amenaza de otras. Cuando Dios en su gracia nos lo muestre, podremos hacer lo que hizo Ana: ir a la presencia del Señor, orar, llorar desconsoladamente y derramar ante el Señor lo que hay en el corazón para recibir la plenitud, seguridad y confianza y así poder salir en paz.