Estábamos en un campamento de verano en familia. Los días comenzaban muy temprano, pues los niños ya estaban despiertos antes de las 7 de la mañana, listos para encadenar una actividad tras otra: jugar con los amigos, nadar en el lago, ir de caminata al bosque, jugar juegos de mesa… Ya a las 10 de la noche, y metida entre las cobijas, mi hija de 10 años decidió hacerme esta pregunta: “¿Por qué Dios, siendo bueno y todopoderoso, permite que los hombres hagan el mal?”. “Hasta mañana”, fue lo que respondí. Ella se durmió y yo, por supuesto, no pude dormir.
Mi hija se había topado, no supe si para ganar unos minutos más despierta o por pura y verdadera curiosidad, con el problema del mal, una cuestión filosófica y teológica que trata de reconciliar la existencia de un Dios omnipotente, justo y bondadoso con la existencia del mal en el mundo. Hojas y hojas de libros se han escrito, sermones se han predicado, y yo estaba allí, en medio de la noche, tratando de encontrar una respuesta suficiente y completa para ella.
Al día siguiente, como me lo suponía, ella ni recordaba la pregunta, pero no dejamos pasar la oportunidad para hablar de los atributos de Dios, y nos quedamos un buen rato discutiendo sobre la justicia. Para los niños, suele ser tremendamente fácil señalar lo que ellos creen que es injusto: “Es injusto que mi hermano esté despierto más tiempo que yo”, “Es injusto que a ella la dejaron ir y a mí no”, “Es injusto que su pedazo de postre sea más grande”, “Es injusto que la última vez él escogiera la película”… La lista sigue. No necesitas tener hijos para saber esto, basta con recordarnos a nosotros mismos. A veces, ni siquiera hay que hacer memoria de la infancia, bastan unos pocos días.
También es cierto que el mundo es injusto. No parece justo que unos tengan tanto y otros tan poco, que niños mueran de hambre y otros de obesidad. No es justo que unos tengan que hacer fila y seguir un largo proceso para conseguir algo, mientras que otros lo reclaman gratis. Nos parece injusto que un hombre reciba una condena de seis años por hacer un comentario racista en redes, y otro apenas unos meses por robo. Miras alrededor, y en solo segundos podrás estar señalando esto, aquello y lo de más allá.
Los israelitas también se hacían preguntas sobre la justicia de Dios. En el libro de Malaquías, hay una serie de preguntas que enfurecen a Dios contra su pueblo, porque dejan en evidencia lo lejos que estaban esos corazones de su Dios. Eran preguntas que daban a entender que no sabían cuáles eran los atributos del Dios que los cuidaba como la niña de sus ojos, que hacía brotar agua de la roca y que los cobijaba bajo sus alas.
“Habéis cansado al SEÑOR con vuestras palabras. Y decís: ¿En qué le hemos cansado? Cuando decís: Todo el que hace mal es bueno a los ojos del SEÑOR, y en ellos Él se complace; o: ¿Dónde está el Dios de la justicia?” Malaquías 2:17
Los israelitas le estaban diciendo al Dios de la justicia que Él se complace en los que hacen el mal. Esto en sí mismo es un oxímoron, una figura retórica en la cual se combinan dos conceptos de significado opuesto o contradictorio en una sola expresión, una ironía. Para este momento de la historia, alrededor del 400 a.C., Israel ya había regresado del exilio y estaba bajo el dominio persa, a la espera del cumplimiento de las promesas, pues ya habían reconstruido el templo. El entusiasmo inicial por la restauración del templo fue disminuyendo, y con el tiempo, surgieron problemas como el sacrificio de animales defectuosos, el desinterés en las prácticas religiosas y la corrupción entre los sacerdotes. Malaquías entonces denuncia todo esto a través de unas preguntas que Dios dirige a su pueblo para confrontarlos con su pecado.
Y ellos no están solos. Esa idea de que Dios no es justo porque el mundo no es justo, o que Dios parece bendecir con dinero y oportunidades a los que hacen el mal, ha cruzado la mente de muchos:
“¿Por qué siguen viviendo los impíos, envejecen, también se hacen muy poderosos?” Job 21:7
Pero así como hay preguntas con las que nos podemos identificar en ciertos momentos, también hay llamados a fijar la mirada en la meta, para no emitir un juicio basado en lo que nuestra limitada visión alcanza a comprender.
No te irrites a causa de los malhechores; no tengas envidia de los que practican la iniquidad. Porque como la hierba pronto se secarán, y se marchitarán como la hierba verde.…Salmos 37:1-2
No te impacientes a causa de los malhechores, ni tengas envidia de los impíos, porque no habrá futuro para el malo. La lámpara de los impíos será apagada. Proverbios 24:19-20
No envidies al hombre violento, y no escojas ninguno de sus caminos; porque el hombre perverso es abominación para el SEÑOR; pero Él es amigo íntimo de los rectos Proverbios 3:31-32
La invitación es siempre a recordar la justicia de Dios más allá del instante, a no olvidar el plan eterno que Él tiene. Sin embargo, algo que no podemos pasar por alto es que Dios responde a este pueblo haciendo justicia en el cuerpo de Cristo en la cruz. No lo hizo por los pecados de otros, sino por los míos, por los tuyos, por los de los israelitas que un día reclamaron dónde estaba su justicia, por los de Job… Por los pecados de los suyos, para reconciliarnos con Dios. No olvides que Dios es justo, siempre es justo. Por su justicia, Él cumple su promesa del castigo del pecado, que recae sobre Jesús; y es por su misericordia que ese peso cae sobre Él y no sobre nosotros. Y es por su gracia que, sin que hayamos hecho algo especial, nos ha llamado a celebrar junto con Él su victoria. Confía en su justicia y en sus promesas. Dios es siempre fiel y siempre justo.
Apasionada por compartir a Cristo.