Magia blanca
“Para afilar el hierro, la lima; para ser mejor persona, el amigo.”
Nos conocimos hace 25 años haciendo nuestro semestre de práctica, pero nos hicimos amigas luego de que se fuera a vivir a Canadá y gracias al MSN Messenger, uno de los primeros servicios de mensajería instantánea.
Ella vivía una gran aventura llena de viajes y trabajo remoto cuando muy pocos ni comprendíamos el concepto. Y yo, que llevaba años en el cristianismo, giraba en torno a cosechar logros en el ámbito laboral y encontrar pareja, mientras mi fe la había convertido en un accesorio más de mi vida. Ella era católica, no muy practicante, pero reconocía la existencia de un mundo espiritual, al que le gustaba acceder encendiendo velas, o consultando el futuro por cartas astrales y otros medios considerados inofensivos por la mayoría, o parecía jugar interpretando como mensajes de ángeles, cosas curiosas de su cotidianidad.
“Con ciertos amigos, no hacen falta enemigos, pero hay otros amigos que valen más que un hermano.”
Era maravilloso cuando venía a Colombia y podíamos vernos: las conversaciones eternas, las mil anécdotas graciosas, la consejería bilateral y ese sentimiento de complicidad que se convertía en refugio contra el tedio de la rutina o los momentos tristes. Cuántos duelos consolados, cuántos cafecitos disfrutados, cuántas burlas a nosotras mismas… Pero todo tuvo un punto de quiebre. Sus incursiones al mundo espiritual dejaron puertas abiertas, su curiosidad fue en aumento y después de un aterrador accidente pulmonar por el que casi muere, ella se despertó habiendo cruzado un límite, esa puerta abierta había dejado filtrar algo… ya era ella quien ayudaba a otros a mirar su futuro, era ella el supuesto puente con ese mundo espiritual ¿y yo?… yo tuve que despertar.
“¡Estén alerta! Cuídense de su gran enemigo, el diablo, porque anda al acecho como un león rugiente,
buscando a quién devorar.”
El león no es tan letal como pensamos; es un felino majestuoso y robusto pero solo tiene éxito en el 20% de sus ataques; por esto recurre más al acecho, al sigilo y al elemento sorpresa. Los leones cazan principalmente de noche, aprovechan el descuido de sus víctimas, su separación de la manada, su debilidad.
Mi amiga del alma caminaba en sendas oscuras y peligrosas y yo entendí por fin, que mi fe de rutina tenía que ser expuesta ante la verdad del evangelio para ser fortalecida; tenía que abandonar mi tibieza para no ser arrastrada y para extenderle a mi amiga la luz de Cristo.
Pero ¿cómo fue que llegamos hasta ahí?
Por lo tanto, de la manera que recibieron a Cristo Jesús como Señor, ahora deben seguir sus pasos. Arráiguense profundamente en él y edifiquen toda la vida sobre él. Entonces la fe de ustedes se fortalecerá en la verdad que se les enseñó, y rebosarán de gratitud.
Aunque no lo reconociera, yo solo era una chica más dando vueltas en la rueda de hámster de este mundo; enredada en las preocupaciones de lo temporal, con prioridades éticas y morales, pero finalmente mundanas; mientras agradecía la salvación que Cristo había operado en mi vida, priorizaba encontrar pareja y ahorrar para la vida de adulta; iba a la iglesia los domingos pero no tenía a Cristo reinando en mi corazón, sino metido en un cajón de mi vida llamado “cristianismo”, algo así como el lugar donde todos alojamos nuestras creencias o religiones. Cristo no era la base sobre la cual estaba construyendo todo mi actuar y pensar. Yo no estaba siguiendo sus pasos, no estaba edificando sobre Él, no estaba fortaleciendo mi fe.
“No permitan que nadie los atrape con filosofías huecas y disparates elocuentes, que nacen del pensamiento humano y de los poderes espirituales de este mundo y no de Cristo.”
Ella tenía una “fe” heredada de sus padres, más parecida a una tradición bonita que a una profunda convicción y, mucho menos, a un conocimiento profundo de quién es Dios, quiénes somos los seres humanos y cuánto necesita nuestra alma del mensaje del evangelio para recibir salvación. Ella fue atrapada, seducida y cautivada por los cantos de sirena de un mundo mejor.
Uno que resuelve los males del hombre gracias a su autosuperación, uno donde ella estaba convencida de estar oyendo voces angelicales y déjame decirte: ¡así era! Ciertamente debieron ser ángeles los que le hablaron, pero no los que se sujetan a Dios y le dan gloria solo a Él, sino los que cayeron. Ella tenía una cosmovisión mezclada entre su tradición y las frases bonitas de espiritualidades ancestrales corruptas y aborrecibles por Dios, que se han reencauchado para sonar incluyentes, apacibles y mejores.
Ambas nos alejamos, los últimos encuentros estaban llenos de silencios incómodos y miradas lejanas, como si fuéramos desconocidas, no sé los motivos de ella, pero yo necesitaba reencontrarme con Cristo de una manera radical, profunda y transformadora.
Ella murió hace un poco más de 3 meses, antes de eso habíamos vuelto a hablar algunas veces, le compartí el evangelio y en ese momento me dijo: “es demasiado fácil para aceptarlo, me parece imposible que alguien haya hecho todo para mi salvación y yo solo tenga que creer”. Durante su ceremonia fúnebre, una sobrina le dedicó unas palabras de despedida y la llamó “bruja blanca” y al escucharla, mi corazón era sacudido de dolor por el profundo engaño que ató a mi amiga tomando cara de bondad, ¡como si la brujería tuviera matices!
Pero espera, esto no se trata de ella, sino de ti y de mí, que hemos sido reconciliadas con Dios mediante la muerte de Cristo en su cuerpo físico, como nos lo explica Pablo y es para nosotras la advertencia de no ser atrapadas con huecas filosofías.
Porque ¿cuánta de esa “teoría del color” de la brujería hemos incorporado a nuestro cristianismo? ¿De cuántos micro-pecados no nos arrepentimos porque los consideramos minúsculos? ¿Cuántas mentiras “blancas” decimos? ¿Cuántas codicias “blancas” tenemos? ¿qué tanta pereza “blanca” estamos admitiendo, en lugar de ser diligentes con cumplir la voluntad de Dios? ¿Cuántas “palabras obscenas “blancas” pronunciamos? ¿Cuántos malos pensamientos “blancos” cruzan nuestra mente?
“Si afirmamos que no hemos pecado, llamamos a Dios mentiroso y demostramos que no hay lugar para su palabra en nuestro corazón.”
¿Qué tanto se ha ensoberbecido nuestro corazón, que consideramos nuestras faltas menos graves que comer del fruto del árbol del bien y del mal? Porque ese “mordisco blanco” nos costó a todos la caída y la entrada de la muerte y la corrupción a este mundo, o es que acaso ¿de eso no se trató el pecado original, de orgullo, desobediencia y de pensar que podíamos definir autónomamente lo que está bien y lo que está mal? Bueno, para ser francos, no fuimos autónomos, solo le creímos a Satanás que lo que Dios aborrece, no era malo.
Pensamos que estas faltas, al ser “blancas” carecen de gravedad y por tanto no constituyen pecado o peor aún, consideramos que se tratan de “gajes del oficio” que Dios comprende, llegando ante Él a pedir, si mucho, unas austeras disculpas como si nuestro corazón no tuviera que quebrantarse delante de su trono por haberle fallado al autor y consumador de la fe, a nuestro Salvador Jesucristo, que se entregó y sufrió una muerte inmerecida, humillante y dolorosa para pagar nuestras deudas y liberarnos del yugo de esclavitud, para no tener que servir más a Satanás ni tener que obedecerlo más.
“Y no se adapten a este mundo, sino transfórmense mediante la renovación de su mente, para que verifiquen cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno y aceptable y perfecto.”
Antes de que mi amiga fuera una bruja blanca, yo fui una cristiana blanca, tibia y rutinaria; capaz de camuflarse en este mundo cometiendo pecados blancos, endureciendo mi corazón y acallando mi consciencia.
“No se dejen engañar, de Dios nadie se burla; pues todo lo que el hombre siembre, eso también segará.”
Así como no existen brujas de colores, sino sólo brujas; así tampoco existe el cristianismo con matices: o somos seguidoras de Cristo o no lo somos, toda desobediencia es pecado y por cada una de nuestras faltas murió Cristo. Restarle pecaminosidad al pecado es perversión de Satanás para menospreciar la obra gloriosa de nuestro Señor Jesucristo y hacernos pensar que no la necesitamos.
Espero que ores conmigo el siguiente salmo:
“Dios mío, yo te llamo
pues estoy muy angustiado.
¡Escúchame, Dios mío!
¡Presta oído a mis gritos
que te piden compasión!
Si tomaras en cuenta
todos nuestros pecados,
nadie podría presentarse ante ti.
Pero tú nos perdonas.
¡Por eso mereces nuestra adoración!
En Dios he puesto mi esperanza;
con toda el alma confío en él,
pues confío en sus promesas.
Con ansias espero a Dios;
¡con más ansias lo espero
que los vigilantes a la mañana!
Los vigilantes esperan
que llegue la mañana,
y tú, Israel [pueblo de Dios], esperas
la llegada de Dios
porque él nos ama
y nos da plena libertad.
¡Dios salvará a Israel [Su pueblo]
de todos sus pecados!
Salmo 130