¿Es Dios bueno cuando hay tanta maldad en el mundo?

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“Mas Jehová está en su santo templo; calle delante de él toda la tierra”

 (Habacuc 2:20).

La historia de Ana

Recuerdo cuando conocí a Ana, una mujer de Cocorná, un municipio en el oriente de Antioquia, Colombia. Desde la década de los años 80, esta tierra ha estado en conflicto. Guerrillas como las FARC y el ELN mantuvieron presencia en la región, aprovechando las montañas y la geografía para sus actividades delictivas. Estas guerrillas extorsionaban, secuestraban y controlaban a la población civil y las rutas estratégicas para el tráfico de drogas. La población de Cocorná fue víctima de secuestros, desplazamiento forzado y reclutamiento de menores. Tres hijos de Ana fueron reclutados por estos grupos armados.

Como si su dolor por la partida de sus hijos no fuera suficiente, a mediados de los años 90, el auge de los grupos paramilitares, como las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), llegó a su pueblo. Estos grupos, presentados como fuerzas contrainsurgentes para combatir a las guerrillas, terminaron también cometiendo graves abusos y masacres contra la población civil, acusando a los habitantes de colaborar con las guerrillas. La violencia paramilitar también causó desplazamiento, masacres y control territorial. Bajo este nuevo grupo armado, su familia fue puesta bajo la mira por tener tres miembros en la guerrilla; su esposo fue asesinado y sus dos hijos menores reclutados.

Ana partió sola en busca de ayuda en la ciudad, después de haberlo perdido todo por la violencia. Una ola de dolor y pérdida tras otra la golpearon. Fue desplazada, como otros ocho millones de personas en más de cinco décadas de violencia en Colombia.

La pregunta de Ana era la misma que planteaba Habacuc: ¿Es Dios bueno cuando hay tanta maldad en el mundo? Y su oración y reclamo también pudieron haber sido los mismos:

“¿Hasta cuándo, oh Señor, pediré ayuda,
Y no escucharás?
Clamo a Ti: ‘¡Violencia!’.
Sin embargo, Tú no salvas.
¿Por qué me haces ver la iniquidad,
Y me haces mirar la opresión?
La destrucción y la violencia están delante de mí,
Hay rencilla y surge la discordia.
Por eso no se cumple la ley
Y nunca prevalece la justicia.
Porque el impío asedia al justo;
Por eso sale pervertida la justicia” (Habacuc 1:2-4).

La historia de Habacuc

Habacuc es un profeta menor; su libro tiene solo 56 versículos divididos en tres capítulos. Se cree que vivió y profetizó alrededor del año 600 a.C., poco antes de la caída de Judá a manos del Imperio Babilónico.

Habacuc no solo se cuestiona por qué Dios guarda silencio ante la corrupción en Judá, sino también por qué usa a Babilonia, una nación aún más perversa, para castigarla. El libro trata sobre la justicia divina y se presenta en forma de diálogo, donde Habacuc pregunta y Dios responde. En una sociedad llena de violencia, corrupción y opresión, Habacuc sufre al ver la injusticia y, en su lucha interior, le pregunta a Dios: ¿por qué permites tanto dolor si eres justo y poderoso?

Habacuc plantea dos quejas. La primera es que la vida en Israel se ha vuelto horrible debido al pecado y la corrupción. Dios responde que, por supuesto, está al tanto y ha levantado a Babilonia para juzgar a Israel. Pero entonces Habacuc presenta su segunda queja: se lamenta de los babilonios, un pueblo cruel y alejado de Dios que captura y somete a otros como a peces en el mar.

Habacuc le dice a Dios que sabe que Él es eterno, justo y santo, y que el pueblo de Judá es parte de Su plan. Sin embargo, se pregunta cómo Dios puede permitir que un pueblo tan perverso y brutal como Babilonia castigue a Judá.

La historia de nosotras

Esta es la lucha en el corazón de cualquier creyente que ha pasado por momentos de dificultad. Incluso podemos preguntárnoslo solo mirando a nuestro alrededor. ¿Han visto las noticias últimamente? Es fácil sentirse en el mismo lugar de Habacuc y levantar los ojos al cielo, preguntando: ¿Hasta cuándo, Señor? ¿Hasta cuándo? ¿Cómo es posible que los malos ganen tanto terreno? ¿Cómo es posible que unas naciones opriman a otras? ¿Cómo es posible que la violencia avance sin medida? ¿Cómo es posible la injusticia?

Y entonces, después de derramar en oración nuestra indignación, el mensaje principal de Habacuc para el pueblo de Dios y para nosotras es este: aunque no siempre entendamos lo que está pasando, confiemos en que Dios es justo y tiene el control. Por eso, vivamos con fe: “El orgulloso no tiene un corazón recto, pero el justo vivirá por su fe” (Habacuc 2:4).

Es mantener la mirada en lo que no vemos, es la confianza puesta en aquel que reina aunque no comprendamos la situación, es el ferviente deseo de seguirlo aunque no conozcamos el camino lo que nos da la vida eterna, una paz que sobrepasa todo entendimiento y un gozo que solo viene de lo alto.

Oremos por una fe tan grande que podamos decir, como Habacuc al final de su libro, sostenidas por el Invisible, viviendo por la fe:

Aunque la higuera no florezca,
Ni en las vides haya frutos,
Aunque falte el producto del olivo,
Y los labrados no den mantenimiento,
Y las ovejas sean quitadas de la majada,
Y no haya vacas en los corrales;
Con todo, yo me alegraré en Jehová,
Y me gozaré en el Dios de mi salvación.
Jehová el Señor es mi fortaleza,
El cual hace mis pies como de ciervas,
Y en mis alturas me hace andar. (Habacuc 3:17-19)

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