¿Has notado que, cuando señalas a alguien apuntando con el dedo, uno de ellos señala hacia la persona de la que hablas, pero los otros tres apuntan hacia ti? Jesús lo expresó de otra manera:
“¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo? ¿O cómo dirás a tu hermano: “Déjame sacar la paja de tu ojo, y he aquí la viga en el ojo tuyo? ¡Hipócrita! Saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano.” (Lucas 6:41-42).
A veces, las personas son como un espejo en el que vemos reflejado nuestro propio pecado, o, como en el caso ejemplar de Rut y Noemí (nuera y suegra), el reflejo de la dulzura.
El libro de Rut forma parte del Antiguo Testamento. Es una obra hermosa, ambientada en el período de los jueces, y algunos estudiosos creen que fue escrita durante la época del rey David o poco después, ya que al final del libro se menciona a David como descendiente de Rut. Esto sugiere que pudo haber sido escrito para resaltar los antecedentes familiares del rey David. Rut también aparece en las genealogías de Jesús, como se menciona al principio del evangelio de Mateo.
En resumen, no se sabe con certeza quién escribió el libro de Rut, pero su mensaje es el de la redención: dos viudas son rescatadas por un pariente rico. Es una trama perfecta, con desgracia, angustia y un giro de fortuna que convierte a estas dos mujeres en parte del linaje de Cristo mismo. Lo que Booz, el pariente redentor, hizo por ellas, Jesús lo hizo por nosotros: estábamos perdidos y fuimos encontrados, condenados y fuimos redimidos, acabados y fuimos rescatados.
Primer llamado: Lee esta historia completa.
Segundo llamado: presta especial atención a la relación entre estas dos mujeres, suegra y nuera. No solo logran llevarse bien, sino que se aman y se sirven mutuamente.
El libro relata que Noemí viajó con su esposo Elimelec y sus dos hijos, Mahlón y Quelión, a Moab en tiempos difíciles para Israel. Allí, sus hijos se casaron con mujeres moabitas, Orfa y Rut. Después de unos años, murieron Elimelec y sus dos hijos, dejando a las mujeres sin medios para sobrevivir. Entonces, Noemí les dijo a sus nueras que volvieran a sus familias, liberándolas de toda responsabilidad hacia ella. Orfa aceptó, pero Rut no se fue. Al contrario, respondió:
“No insistas en que te deje y me aparte de ti, porque a donde tú vayas, iré yo; y donde tú vivas, viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios será mi Dios.” (Rut 1:16).
Rut decidió no solo quedarse con su suegra, sino obedecerla y servirla.
Volvamos por un momento al tema del espejo. ¿Tienes una suegra? ¿Eres suegra? ¿Cómo es tu relación? ¿Es fácil y fluida o tensa y difícil? ¿Tienes una actitud de servicio y entrega? ¿Entraste en esta relación esperando que la otra persona te trate de una “cierta” manera, o recibes desinteresadamente lo mucho o lo poco que venga? Parafraseando a Jesús, ¿estás mirando la paja en su ojo o te estás ocupando de la viga en el tuyo? Hermana, la Palabra del Señor es poderosa, viva y eficaz. Además, es suficiente. Te invito a leer el libro de Rut con un corazón abierto y dispuesto a ser enseñado en este tema de las relaciones. Presta especial atención al amor y respeto que estas mujeres se muestran mutuamente. Y cuando lo leas, si te ves tentada a pensar y señalar lo que le falta a tu suegra o nuera, según sea tu caso, pídele al Señor que te revele el orgullo en tu propio corazón. Ora por un corazón sensible a las necesidades de los demás y, si tu relación tiene aspectos que mejorar, pide al Señor que te ayude a dar y servir por amor a Él y no por reconocimiento propio.
Apasionada por compartir a Cristo.