¿Alguna vez te has mudado a otra casa, pero no por la oportunidad de progresar, sino por necesidad? No todas las mudanzas están cargadas de ilusiones; algunas ocurren para escapar de una situación o para reducir costos por nuevas realidades financieras en el hogar. Esas mudanzas en lugar de llevar una maleta llena de esperanza, cargan sentimientos de miedo, fracaso o frustración; a la par del menaje van también el corazón en la mano, un nudo en la garganta y desazón. Esos nuevos inicios requieren una dosis extra de motivación, una lucha diaria contra la desidia y profundas convicciones para no dejarse llevar por la derrota.
Después del exilio en Babilonia, el pueblo de Israel vivió algo similar: un trasteo. Seguramente fue en un principio prometedor, pero la realidad los estrelló contra sus limitaciones. Tenían la alegría de regresar a la tierra que el Señor les había entregado por heredad, pero a la vez, la desazón de no saber qué iban a encontrar o cómo iban a salir adelante de nuevo.
Abandonaban sus negocios, rutinas y lugares que habían sido su hogar por setenta años, hacia la expectativa de un nuevo comienzo incierto. Al parecer, concentrarse en sus propias necesidades resultaba más alentador que trabajar en la reconstrucción del Templo. El profeta Hageo en el primer capítulo de su corto pero profundo libro, hace un llamado a restablecer prioridades y darle importancia a reconstruir el Templo, la morada de Dios en medio de Su pueblo y restaurar así el lugar de adoración. Zorobabel y el remanente del pueblo escucharon y obedecieron.
Y así son nuestros comienzos en el caminar cristiano: nuestros corazones estaban en ruinas, pero gracias a la obra del Espíritu Santo somos acercados y podemos reconocer a Cristo como nuestro Salvador y Rey. Entonces la adoración es restaurada cuando nacemos de nuevo y Él llega a habitar en nosotros:
“¿O no saben que su cuerpo es templo del Espíritu Santo que está en ustedes, el cual tienen de Dios, y que ustedes no se pertenecen a sí mismos?” 1ª. Corintios 6:19
Pero Hageo no se detiene allí. La vida cristiana no se limita a una oración, a un acto de contrición o a un entendimiento racional del evangelio de Cristo. Nuestra profesión de fe requiere un caminar perseverante y creciente que supone diferentes retos.
“¿Quién ha quedado entre ustedes que haya visto este templo en su gloria primera? ¿Y cómo lo ven ahora? tal como está, ¿no es como nada ante sus ojos?” Hageo 2:3
Por eso el capítulo 2 de Hageo continúa con un tropiezo en el camino de los reconstructores: el Templo que estaban levantando no le llegaba a los tobillos al que construyó Salomón. Como cuando soñabas que tu vida siempre iría en ascenso, pero quizá tuviste un revés y te está tocando reiniciar con menos; o como cuando te hiciste cristiano y pensaste que todo iba a sonreír porque ese primer amor que inundó tu corazón te llenó de un gozo que sobrepasa todo entendimiento y no hubo lugar a considerar altibajos, pruebas y retos espirituales.
Pero aquí estás, viendo cómo ese “templo” no está quedando como lo soñaste. Esperabas una vida de oración y meditación que fluyera por horas desde la profunda pasión por Cristo, iniciando desde el alba hasta el atardecer; una nueva identidad llena de paz, sabiduría, gozo y paciencia y un día a día lleno de revelación de lo alto y consejo sabio para quien te lo requiriera.
Pero resulta que a veces lo que vamos cosechando se parece más a una lucha constante para separar un tiempo regular de oración; sientes que llevas horas hablando con Dios y cuando empiezas a cabecear resulta que han pasado solo 10 o 15 minutos y no sabes qué más decirle; tu nueva identidad tiene trazas de tu antigua manera de vivir y se te sale una que otra expresión tosca contra tus más cercanos, uno que otro grito contra tus hijos, o una que otra conversación vana con tus amigos. Te refugias en las Escrituras, pero en ocasiones no es fácil discernir lo que Dios quiere hablarte en esas líneas y cuando te piden consejo terminas cayendo en frases de superación personal porque suenan lindo y son más fáciles de decir que la realidad del evangelio: “saca a las personas tóxicas de tu vida” es más fácilmente aceptado que “perdona y ama a tu enemigo”.
Espero que logres verlo: así como Israel no estaba obteniendo el Templo que soñó, a veces en nuestro despertar espiritual nos hayamos lejos de lo que anhelábamos. Pero Hageo no se queda allí:
“…Pero ahora, esfuérzate, Zorobabel”, declara el Señor, …, y esfuércense todos ustedes, pueblo de la tierra”, declara el Señor, “y trabajen, porque Yo estoy con ustedes”, declara el Señor de los ejércitos. “Conforme a la promesa que les hice cuando salieron de Egipto, Mi Espíritu permanece en medio de ustedes; no teman” Hageo 2:4-5
A simple vista pareciera que lo primordial en este versículo se encuentra en “esfuércense” “trabajen” y “no teman” que son las órdenes claras que les da Dios a través del profeta. Pero la realidad es que esas ordenes no serían dadas sin el verdadero énfasis de este versículo: “porque Yo estoy con ustedes, conforme a la promesa que les hice: Mi Espíritu permanece en medio de ustedes”, ese es el centro de todo lo que se desprende en el segundo capítulo de Hageo: el pueblo puede estar frustrado por no conseguir aun lo que soñaba, pero Dios está con ellos; Su Espíritu está en medio de ellos porque Él así lo prometió y ¡eso es suficiente!
Esta revelación de Hageo es de gran bendición: ¿cuántas veces el desánimo en el caminar cristiano viene dado por el qué y el cómo? A veces lo que queríamos alcanzar aún no llega, el cómo queríamos vivir, aún no es una realidad; la situación difícil que nos impulsó a Cristo sigue sin solucionarse y el cómo vamos a continuar, sigue siendo borroso. Pero nunca la Escritura se trata del qué y el cómo, siempre se trata de Quien: ¿quién gobierna tu vida? ¿a quién buscas en tus momentos de angustia? ¿a quién estás reflejando? ¿a quién estás complaciendo? ¿en quién te estás convirtiendo?
Si Dios está contigo entonces: cobra ánimo y esfuérzate, trabaja y no tengas temor. Porque la obediencia perseverante a nuestro Dios dará fruto en su tiempo, confiando en que “la senda del justo es como la luz de la aurora que va en aumento hasta que el día es perfecto” (Proverbios 4:18)
Pero la disonancia entre la realidad y las expectativas fue tan solo el primer tropiezo.
Retomando la idea de una mudanza, a veces ésta llega como refugio de un caos financiero. Pero ¿qué pasaría si tus antiguas costumbres no cambiaran? ¿Si tu forma de administrar los recursos no madurara y continuaras endeudándote sin control? La mudanza entonces no habría valido la pena.
“Entonces volvió a hablar Hageo: «“Así es este pueblo y así es esta nación delante de Mí”, declara el Señor, “y así es toda obra de sus manos; y lo que aquí ofrecen, inmundo es.” Hageo 2:14
Hageo continúa con una fuerte reprensión de parte de Dios a Su pueblo por no llevar ofrendas santas delante de Él. Es decir, el pueblo estaba cumpliendo con los rituales, pero su corazón no era recto delante de Dios y por ende sus rituales tampoco.
No podemos confundir la nueva vida a la que Dios nos invita con las religiones que este mundo ofrece. No se trata solamente de reconocer a Cristo, sino de llevar una vida fructífera que sea testimonio de nuestra fe; porque como diría Santiago, la fe sin obras está muerta (Santiago 2:17). Tampoco se trata de esforzarnos y obedecer simplemente porque podríamos caer en un ritual vacío y religioso que no proviene de un corazón transformado.
Entendamos muy bien: Dios quiere que nuestro corazón se rinda a Él en adoración, quiere gobernarnos por completo y habitar en medio nuestro y, porque está con nosotras hasta el fin de los tiempos, estamos habilitadas para perseverar, esforzarnos y obedecer con la esperanza del fruto de transformación del Espíritu en nuestra vida. Ahora bien, más que al fruto, Él nos anhela a nosotras. Nuevamente la misma verdad: no se trata de qué le damos a Dios sino de quién se da a Dios.
Dios desea profundamente que entendamos cómo toda la historia de salvación es una historia relacional. +El nos creó para que fuéramos su familia y le diéramos gloria en una relación de amor y Cristo vino a este mundo para restaurar esa relación rota. Nuestra única necesidad es Cristo en nosotras la esperanza de gloria (Colosenses 1:27) y el único anhelo de Dios es la entrega completa de nuestras vidas a Él por amor.
Hageo continúa haciéndole ver al pueblo que ellos han buscado cosechas de grano y de trigo abundantes y no han obtenido lo que esperaban, porque Dios estaba llamándolos para volverse a Él, pero ninguno lo hizo (Hageo 2:16-17). El pueblo no recibía cosechas abundantes porque Dios mismo no había encontrado fruto en ellos.
Al igual que en la parábola de la higuera estéril, nuestro Señor busca fruto en Su pueblo y, al igual que la higuera, nosotros recibimos otra oportunidad, no por nuestros méritos o desempeño, sino por el mero desborde de Su gracia. Así como el viñador intercedió por un año más para la higuera, a fin de cavar alrededor de ella y abonarla; así el Espíritu Santo continúa obrando por gracia y misericordia en nuestros corazones para garantizar nuestro fruto y así Dios le dijo al pueblo a través de Hageo, a pesar de su testarudez: “Yo los bendeciré” (Hageo 2:19).
“Estoy convencido precisamente de esto: que el que comenzó en ustedes la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Cristo Jesús.” Filipenses 1:6
¡Qué precioso libro tan lleno de amor! Que nos anima a esforzarnos y a obedecer, pero por encima de todo, nos anima a anhelarlo a Él y a entregarnos por completo a Él, porque sólo Él es el autor y consumador de nuestra fe.