Dar hasta que deje de doler

Hay quienes reparten y les es añadido más, y hay quienes retienen lo que es justo, solo para
llegar a menos. El alma generosa será prosperada, y aquel que riega también será regado
(Proverbios 11:24-25).

¿Por qué la generosidad habla de mi fe? Le di un chocolate a mi hija y vi cómo su hermanita
corrió hacia ella extendiendo su pequeña mano. La mayor me miró con cara de súplica y estalló
en llanto. “¿Por qué ahora tengo que compartirlo todo con ella?”, me reclamó. Desde la cocina,
le mostré la gran bolsa de chocolates que acababa de abrir y de donde había sacado el
chocolate que antes le di. Así que, muy tranquila, entregó su chocolate, aunque no me pidió
ninguno otro, al menos en ese momento. Su confianza estaba ahora en aquella gran bolsa y por
eso no le dolió entregar el chocolate por el que antes estaba discutiendo. Estaba segura de que
había más.

“…para que en este tiempo, con igualdad, la abundancia vuestra supla la escasez de ellos, para
que también la abundancia de ellos supla vuestra necesidad, para que haya igualdad, como está
escrito: El que recogió mucho, no tuvo más, y el que recogió poco, no tuvo menos.” (2a.
Corintios 8:14-15)

Este versículo forma parte de la segunda carta que el apóstol Pablo envió a la iglesia que él
mismo fundó en la ciudad portuaria griega de Corinto, donde abundaban la inmoralidad y la
idolatría, y donde también convergían muchas culturas y modos de vida.

Es una carta en la que exhorta a los cristianos a vivir el evangelio y a demostrar su confianza en
Cristo mediante la generosidad, y a santificarse a través de la fe y una vida no centrada en
satisfacer sus propios deseos y certezas, sino en obediencia a Cristo.

Pablo elogia la generosidad de otras iglesias que han contribuido generosamente para ayudar a
los santos necesitados. Menciona que la iglesia de Macedonia, a pesar de su extrema pobreza,
ha dado con alegría y más allá de sus posibilidades para apoyar a otros creyentes.

Luego nos recuerda que Jesús, siendo rico, se hizo pobre por amor a nosotros, para que a través
de su pobreza pudiéramos ser enriquecidos espiritualmente. Nos anima a dar generosamente
no solo con nuestros recursos materiales, sino también con un corazón dispuesto y alegre.

Finalmente, les dice que si están dispuestos a dar de acuerdo con lo que tienen, Dios los
bendecirá para que tengan suficiente para satisfacer sus propias necesidades y ayudar a otros.
Su generosidad es vista como un acto de igualdad y justicia, compartiendo lo que tienen con
aquellos que tienen menos.

La carta nos invita a practicar la generosidad y el servicio hacia los demás, siguiendo el ejemplo
de otras iglesias y de Jesucristo. Pablo enfatiza la importancia de dar con un corazón alegre y
dispuesto, recordando que Dios bendice a aquellos que dan con generosidad. También resalta
la importancia de la responsabilidad y la transparencia en el manejo de las ofrendas para
asegurarse de que se utilicen adecuadamente para ayudar a los necesitados.

Así que nuestra manera de ser generosos o no, de dar o no, y de reflexionar sobre las cosas que
están a nuestro cuidado, refleja dónde está nuestra fe y dónde está puesta nuestra mirada. En
la Biblia se nos habla de la generosidad en muchas ocasiones: sabemos que Dios ama al dador
alegre (2a. Corintios 9:7) y también que donde está nuestro tesoro, está nuestro corazón (Lucas
12:34), y que el amor al dinero es la raíz de todos los males (1a. Timoteo 6:10). Pero también
sabemos que “Mía es la plata y Mío es el oro”, declara el Señor de los ejércitos (Hageo 2:8). Es
decir, Dios nos dice que Él tiene toda la bolsa de todos los chocolates, y que podemos estar
tranquilos de que Él nos compartirá más tarde, para que así podamos ser generosos y ser
bendecidos y fortalecidos en nuestra fe cuando damos a otros de lo que tenemos.

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