Casada o soltera, ¿Cuál es el estado ideal?

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La iglesia de Corinto tenía inquietudes en relación con muchos temas, uno de ellos: el matrimonio. En el capítulo 7 de la primera carta a los Corintios, Pablo inicia diciendo: “En cuanto a las cosas que me escribieron” (1 Corintios 7:1) y a continuación ofrece varias recomendaciones tanto de parte del Señor como de él, un hombre lleno de la sabiduría de Dios.

La iglesia de hoy, y en especial las mujeres, no parecemos estar muy distantes de las mujeres de Corinto en cuanto a las inquietudes con relación al matrimonio. Solo basta con observar nuestra sociedad donde muchas mujeres hoy en día no desean casarse, mientras que otras lo añoran con todas sus fuerzas, casi como si fuera su gran sueño. Pero entonces, ¿cuál es el estado ideal? ¿Existe algo así? Para comenzar, Pablo deja muy claro que en el matrimonio tendremos problemas; no nos casamos para llegar a un estado de felicidad plena donde nunca más sufriremos y seremos felices por siempre, como terminan la mayoría de las historias de Disney de mi época. Por cierto, ¿por qué la película termina con la boda? Es realmente allí donde inicia la historia, donde comienza una verdadera lucha con tu carne, con tu egoísmo, con tu terquedad, con tu deseo de tener la razón, con tu negación a ceder y darte en servicio al otro.

Realmente esto es el matrimonio, un pacto de amor que refleja el amor de Cristo por su iglesia, donde hay corazones y estrellas, pero también lágrimas y desvelos. Y Pablo lo deja muy claro: “A los solteros y a las viudas digo que es bueno para ellos si se quedan como yo” (1a. Corintios 7:8) y luego vuelve a repetir hablando de las viudas: “Pero en mi opinión, será más feliz si se queda como está” (1a. Corintios 7:40), es decir, sin casarse nuevamente. ¿Por qué Pablo es tan reiterativo en esto? Bueno, mi querida amiga, debemos hablar de los desafíos de las mujeres casadas. Si has creído que el estado ideal es el matrimonio, debes escuchar esto, no como una advertencia para no casarte, sino para que tus expectativas estén centradas en Cristo y no en tu nuevo estado civil.

La mujer casada no tiene autoridad sobre su propio cuerpo, sino su esposo (1a. Corintios 7:4). Esto quiere decir que, al ser una sola carne, ella debe estar dispuesta a servir a su esposo con todo su ser, incluyendo su cuerpo. Las necesidades de su esposo ahora son su prioridad y eso involucra sus conocimientos, habilidades, destrezas, finanzas y la unión sexual con su esposo. Al escucharlo suena muy bonito, pero en el día a día, en medio del cansancio de un día agotador, los dolores de cabeza, la frustración de un mal día en el trabajo, el enojo por discusiones, las ocupaciones con los niños, el sube y baja hormonal en los días del period menstrual, la rutina de preparar los alimentos y lavar la ropa… esto ya no suena tan romántico. Allí hay un verdadero desafío por servir a Cristo a través del servicio al esposo y no a la propia carne. No es bíblico decir: “es mi dinero, es mi tiempo, es mi cuerpo, son mis sueños y proyectos” porque no son dos seres conviviendo, no son dos seres compartiendo proyectos de vida para que rinda más el dinero o cooperando para que la vida sea más económica; en realidad, esto no es el matrimonio según el diseño de Dios. El matrimonio, bíblicamente, es una relación que ejemplifica a muy baja escala el pacto de amor de Cristo por su iglesia. Y digo “muy baja” no con ánimos de demeritarla, sino más bien porque el amor de pacto de Cristo por su iglesia sigue siendo un misterio para nuestras mentes temporales y finitas que significa sacrificio, renuncias, tristezas y alegrías.

Por otro lado, para aquellas que están casadas con hombres que no son creyentes, si el esposo no  creyente consiente vivir con la mujer creyente, dice Pablo (1a. Corintios 7:13), que no lo abandone. Y sabemos lo difícil que puede llegar a ser esto en la realidad; por si solo, el matrimonio implica dos reinos en batalla, y con una persona que no conoce del Señor, debe ser mucho más difícil puesto que su razonar no está moldeado por la palabra. Allí habrá también un desafío donde la esposa será formada la paciencia y la fe.

Asimismo, si tu esposo es creyente pero es menos “fuerte” espiritualmente que tú o es nuevo en su caminar en la fe, también habrá retos. No puedes pedirle a un niño de 5 años que realice una división, porque allí tendrá que sumar, restar, multiplicar y, por supuesto, dividir, y él apenas está aprendiendo los números. Lo mismo sucede con una persona que está iniciando sus primeras lecturas bíblicas y que está empezando a entender el evangelio. No puedes esperar que toda su mente, anhelos y fuerzas estén permeados de la noche a la mañana por el deseo de Dios. Primero, porque esto no te corresponde a ti, sino a Dios; Él es quien coloca ese querer como el hacer (Filipenses 2:13), y Él es quien permite el crecimiento espiritual. Por otro lado, este es un proceso que se da a lo largo de nuestra vida. Si esta es tu realidad, acompañar a tu esposo en su crecimiento espiritual hará parte de tus rutinas, como el motivar e impulsar el estudio de la Palabra, recordar las promesas de Dios y buscar espacios de oración. Todas las anteriores son tareas de todas las mujeres, pero lo serán aún más si estás casada con un hombre nuevo en la fe.

Entonces, ¿el estado ideal es estar soltera? Pablo también habla de esto, dice que, por razones de inmoralidad, cada una tenga su propio marido (1a. Corintios 7:2). La tentación sexual es una realidad, especialmente en un mundo hipersexualizado donde nos hablan de sexo por todas partes. La sexualidad está reservada para la unión matrimonial, y de allí que el deleite sexual sería un mandato y debería ser un gozo. Por lo tanto, las solteras no deben tener relaciones sexuales.

Tanto para solteras como casadas, hay desafíos y tentaciones que evitar, luchas que llevar. Cada etapa del matrimonio trae sus propios retos debido a que son dos pecadores queriendo imponer cada uno su propio reino. Por lo tanto, son dos corazones necesitados de Cristo, dos personas que están siendo santificadas a imagen de nuestro Salvador. Déjame decirte que esto duele, cuesta y le cuesta a tu orgullo, a tu deseo de control, a tu deseo de mando y autoridad, le cuesta a tu imponencia y soberbia, porque tu carácter está siendo moldeado a la imagen de Cristo, y este realmente es tu estado ideal: ser transformada a su imagen. Él es el único que lo llena todo por completo, el único para el cual fueron hechas todas las cosas, aquel en quien el Padre se deleitó como su hijo amado y aquel que te ha amado tanto que se ha entregado por ti. Ya sea que estés casada o soltera, Cristo te entiende, te ama, intercede por ti y te brinda su ayuda oportuna para que puedas servirle porque tu identidad está dada por quien eres en Él.

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