Una generación enseñando a otra

¿Puede una generación ser desmemoriada? Con toda seguridad una generación antigua ha recibido un mundo forjado por sus antepasados, plagado de los valores y de la sabiduría de los ancianos, repletos de relatos que les ayudaron, en algún momento, a enfrentar el mundo y sus desafíos.

Pero, al parecer, las viejas generaciones han ido olvidando este hecho. Bien sea porque se sienten menospreciados por las generaciones más recientes, o bien porque han perdido de vista lo relevante que resulta contar sus historias, descubrimientos, aciertos y desaciertos a los más jóvenes, para ayudarles a ubicarse en el mundo y guardarlos de la arrogancia de la juventud.

En el libro de Deuteronomio es claro como Moisés está entregando al pueblo un regalo: ellos eran una generación que no habían vivido los prodigios realizados por Dios durante la salida de Egipto, no habían escuchado la ley la primera vez que fue entregada a Moisés, y muchos de sus padres habían fallecido en el desierto.

Moisés sabía que no podían hacer frente a todo lo que vendría en la tierra prometida, si su mente estaba en blanco en cuanto a Dios, si sus recuerdos estaban enfocados en ellos mismos, en sus triunfos o en sus fracasos; él sabia que el pueblo necesitaba algo más, algo para guardar en su corazón, algo que marcara sus afectos y que siempre, siempre, en cualquier situación, pudieran retomar y allí recargar sus fuerzas.

Moisés sabía que no podían hacer frente a todo lo que vendría en la tierra prometida, si su mente estaba en blanco en cuanto a Dios, si sus recuerdos estaban enfocados en ellos mismos, en sus triunfos o en sus fracasos; él sabia que el pueblo necesitaba algo más, algo para guardar en su corazón, algo que marcara sus afectos y que siempre, siempre, en cualquier situación, pudieran retomar y allí recargar sus fuerzas.

Esto es algo fácil, ¿cierto?, ¡claro que no! tanto para el pueblo de Israel como para nosotros, miles de años después, esta tarea sigue vigente, pero no es fácil para un corazón que no desea seguir sus mandatos, amarlo con todo tu ser y que su temor sea su bandera.

Esta tarea solo es posible de lograr cuando nuestra vida ha sido encontrada por Él y su Espíritu gobierna nuestro espíritu, pero es claro que hay una tara de nuestra parte, solo basta con mirar los verbos de la orden dada por el Señor: temer, andar ,amar, servir y guardar, todos estos requieren diligencia, cuidado y constancia de parte nuestra, pero además hay algo muy importante y es que tengamos un corazón enseñable.

Nadie es capaz de guardar todo lo anterior si no escucha consejo, sin reflexión, sin guianza y corrección. Amar al Señor con todo nuestro ser es una tarea que requiere enseñanza y guía. ¿Recuerdas a algunas mujeres que el Señor ha colocado en tu vida para caminar contigo? ¿Recuerdas a esas primeras mujeres que te compartieron el evangelio o que te discipularon? los tiempos pasan, las personas también, pero el conocimiento de Dios se trasmite de una generación a otra, así como el Señor le dijo a Moisés: “anima a Josué hijo de Nun porque el poseerá la tierra”, así mismo nos ordena hoy a nosotras a enseñar, animar, alentar y recordar la palabra de verdad a otras mujeres, a aquellas más jóvenes, a nuestras hijas, nietas, estudiantes, amigas y sobre todo, a aquellas que están creciendo en este mundo que es confuso y cruel.

Es una bendición poder apuntarles a aquel Dios que estuvo con el pueblo de Israel en cada momento, que fue su sustento, conocimiento, refugio y provisión. Qué bueno ser esa voz que trae claridad en momentos sombríos, cuando la desilusión, el desamor, los fracasos y las caídas son la voz que más priman en la cabeza; poder escuchar otra voz que no te apunta a ti, sino a Aquel que todo lo sostiene con su mano y que dice: “Yo seré la seguridad de tus tiempos, abundancia de salvación,  sabiduría y conocimiento. El temor del señor será tu tesoro” (Isaías 33:6).

Ese tesoro no es como los tesoros que te ofrece el mundo, este es un tesoro mayor, imperecedero y bueno, conocerlo a Él es nuestra verdadera riqueza y tenemos la obligación de enseñar y guiar a otras mujeres. Pablo lo dice en Tito 2 y Jesús lo repite: “haced discípulos por todas las naciones”.

No podemos vivir nuestras vidas desligadas de las generaciones que vienen detrás; así como una vez recibimos, hoy estamos llamadas a acompañar a otras. Recuerda que no está en tus fuerzas, Aquel que te escogió, también te llena de valor para que seas luz a nuevas generaciones; no tienes que ir lejos a buscarlas, puedes mirar a tu alrededor, en la iglesia, en tu hogar, en medio de tus amigos.

La necesidad de Dios es abundante y nosotras como instrumentos en Sus manos, solamente somos eso, instrumentos. Él nos usa de diversas formas. Recuerda entonces mujer: anima a aquellas mujeres más jóvenes, a aquella generación que está comenzando a vivir y que, al igual que el pueblo de Israel, en la víspera de la tierra prometida, necesitan una verdad profunda que llene su corazón para levantar la mirada siempre a nuestro Dios.

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