Superhéroes

Quiero preguntarte algo: ¿Cuál fue tu primer superhéroe? Dicen los sicólogos que los superhéroes representan un modelo a seguir para los niños; se trata de referentes de comportamiento que motivan ciertas acciones en los pequeños y les ayudan a moldear la persona adulta en quien quieren convertirse. Un superhéroe fortalece la autoestima y le permite al niño proyectarse, porque en ellos encuentra tanto, un refugio, como una inspiración.

Muy probablemente tu primer superhéroe fue tu papá, tu mamá o tus abuelos; también pueden aparecer profesores, nanas, consejeros, amigos o hasta líderes de tu iglesia. Esto resulta bastante profundo, porque los superhéroes de las nuevas generaciones inspirarán sus valores, creencias y comportamientos.

Recuerdo que cuando mi hija estaba en preescolar, si yo decía algo sobre… matemáticas, por ejemplo, y su profesora no lo había enseñado igual, ella me decía con plena certeza que yo estaba equivocada y que no era así. Alguna vez, recuerdo haberle dicho: “amor, mamá también estudió esos temas que tu profesora te enseña y también los sabe, confía en mí” no olvido su cara de asombro, me miraba sorprendida como diciéndome: “¿en serio? ¿Tú también lo sabes?” en ese momento no le di mayor importancia al tema, pero con los años, he descubierto que es nuestra responsabilidad seleccionar cuidadosamente los superhéroes propios y los que les damos a las nuevas generaciones.

“Escucha, oh Israel, el SEÑOR es nuestro Dios, el SEÑOR uno es. Amarás al SEÑOR tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza. Estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón.” Dt 6:4-6 Deuteronomio cierra con broche de oro el pentateuco.

Moisés está entregando su liderazgo y legado con una reafirmación de la ley del Señor; recordándole a la nueva generación de israelitas, la que va a tomar la tierra prometida por heredad, cuáles son los mandamientos de Dios, sus promesas de bendición y las consecuencias de apartarse de ellos.

Son tan preciosos y profundos los versos, que obnubila pasar por el listado de mandamientos, bendiciones y advertencias. Tanto así que, pasamos por alto una exhortación fundamental de las Escrituras: el compromiso generacional.

Unos versos antes leemos: “para que temas al Señor tu Dios, guardando todos Sus estatutos y Sus mandamientos que yo te ordeno, tú y tus hijos y tus nietos, todos los días de tu vida, para que tus días sean prolongados.” Dt 6: 2 Dios se mueve a través de lazos de autoridad, fue Él quien constituyó la familia, la iglesia y el gobierno civil; pero a pesar de que en estos pasajes es Moisés, su líder, quien se dirige al pueblo, la idea que transmite es clara: los mandamientos de Dios y sus promesas deben ser enseñadas de padres a hijos y a nietos.

La pregunta que salta a la vista es: ¿estamos cumpliéndole a Dios? ¿Sentimos verdaderamente el compromiso de entregar todo lo
que hemos recibido de Dios a nuestros hijos? ¿Hemos permitido que nuestros mayores nos enseñen? ¿Los hemos escuchado con respeto y hemos seguido su consejo?

Hace unos años disfruté mucho una película con Leonardo Dicaprio llamada Inception o El Origen. Se trata de una película de ciencia ficción, donde la trama gira en torno a la capacidad del protagonista, de engañar el subconsciente de otro para implantar una idea. Los consejos que dan para lograrlo son fascinantes y ciertos: no se plantan ideas elaboradas, tan solo es necesaria una pequeña semilla que crezca y de fruto sola; debe parecer que la idea proviene de la persona a quien se le implanta y es mucho más potente si proviene de una emoción positiva y ojalá de la relación más básica del ser humano: ¡su relación con el padre! ¡Y de nuevo conectamos con nuestros superhéroes!

¡Qué trascendencia tan enorme tienen en nuestras vidas!

Como mencionan en la película: la idea más pequeña puede crecer hasta definirnos o destruirnos. Ahora bien, ¿qué ideas nos han implantado? ¿vemos a nuestros padres como modelos dignos a seguir, que queremos imitar y nos inspiran a ser mejores?

Cuando le leía cuentos a mi pequeña me horrorizaba de los mensajes y optaba por cambiar los textos para no traumatizarla: a Hansel y a Gretel su papá acepta abandonarlos en el bosque para salvarse él de no morir de hambre; Pulgarcito dependiendo de la versión, coincide con un padre que lo abandona; los papás de Blancanieves y Cenicienta toman las peores decisiones en sus segundos matrimonios y ellas quedan condenadas al maltrato y al abandono.

Pero ojalá solo se tratara de los cuentos: Hay una película de niños-superhéroes que gracias a ellos el mundo es salvado; porque sus padres, quienes también tienen poderes, no logran dar pie con bola y si no es por los pequeños, el mal se apoderaría del mundo.

En Luca, Encanto, Coco, Valiente y Moana -solo por dar unos ejemplos, – los niños son quienes tenían razón y los adultos estaban totalmente errados en su juicio y en sus directrices. Nemo fue un mejor pez por desobedecer y Marlín gracias a la experiencia aterradora se convirtió en un pez relajado y valiente. La lista podría continuarla infinitamente, pero creo que entiendes el punto: Hace mucho tiempo que los superhéroes no son los padres o personas mayores, son las nuevas generaciones.

¿Te pongo otro ejemplo?
¿Cómo percibes los avances científicos? Creo que fácilmente podemos coincidir en que vivir hoy, con todas las comodidades que tenemos, es mucho mejor que vivir en la época de las abuelas. Estamos convencidos de que por lo menos, en cuanto a inventos, tecnología y desarrollo, el mundo avanza hacia adelante. Conversaciones como: “a la tecnología no hay que temerle, debemos conocerla y ponerla a nuestro servicio” son recurrentes y además suenan mucho más profesionales y aceptables que confesar que tal vez el tema de Inteligencia Artificial nos mueva fibras profundas de pequeños temores. Y acá el punto no es si la tecnología es
buena o mala, el punto es: estamos programados para no cuestionar lo que traen los tiempos modernos.

El mundo está convencido que está evolucionando. Cuando se asoma a imaginar su futuro en miles de años hacia adelante, lo visualiza con esperanza porque si retrocede en esos miles de años atrás, se ve así mismo trepado en los árboles, sin saber hablar y sin descubrir el fuego. ¡Qué semillita tan poderosa nos dejamos implantar! En el cumpleaños de un pequeño, un grupo de papás, que también tienen hijos adolescentes, comentaba con horror los bailes de sus hijos en las fiestas de quinces, no eran capaces aún de imitar los movimientos porque se escandalizaban y decían: ¿A dónde iremos a llegar?

Confieso que no pude contenerme y preguntar: “pero si es así, ¿quién va a poner el palo en la rueda? Si todos coinciden en el
rechazo, ¿por qué nadie se levanta a decir esto está mal?” no hubo una sola respuesta. Creo que en el fondo estos padres pensaban de sus hijos: “nuestros pequeños superhéroes saben lo que les conviene, ellos sabrán decidir lo mejor.”

En otra ocasión mi suegra me contaba cómo una chica recién egresada de la Universidad no quería tener hijos ni casarse, solo vivir en una relación abierta y tener perros. Sinceramente sentí una tristeza profunda y le dije a ella: qué vergüenza con las nuevas generaciones porque son hijos de mi generación y nosotros les fallamos. Ellos tienen esos valores porque nosotros no les enseñamos a amar a Dios, la familia, el matrimonio y los hijos.

La generación fallida no son las nuevas generaciones, somos los que no entregamos responsablemente el testimonio como atletas en una carrera de relevos. Y es que pertenezco a la generación cuyo primer superhéroe fue su papá, pero su superhéroe
moderno son los hijos.

¿Sabes qué es lo más triste de todo esto?

Estoy segura de que ya lo notaste: si las nuevas generaciones son los superhéroes, entonces ¿quién es el referente para ellos? ¿Quién encarna el modelo a seguir? La respuesta es: ellos mismos. Su corazón se ha envanecido y se ha llenado de arrogancia porque hemos caído en el engaño de Satanás y hemos dejado crecer la semilla de que el ímpetu de los jóvenes es mejor que la sabiduría de los mayores. Pero Dios no lo ordena así: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza.

Estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón. Las enseñarás diligentemente a tus hijos, y hablarás de ellas cuando te sientes en tu casa y cuando andes por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes. Dt 6:5-7 Dios les confía a los padres la responsabilidad de enseñar sus mandamientos a los hijos y nos da el secreto para lograrlo: cotidianidad, cercanía y tiempo compartido e invertido en ello. Son mandamientos que se enseñan dulcemente mientras nos sentamos en casa o cuando salimos con ellos, cuando nos acostamos y nos levantamos.

Permanentemente debemos enseñarles de Dios, Su Verdad y Sus estatutos. De esta manera estaremos apuntando al único y verdadero superhéroe que todos necesitamos: ¡Jesucristo! quien vino a cumplir la ley y hacerse pecado para redención, reconciliación y salvación nuestra. Pasar tiempo con nuestros hijos, es tener la oportunidad de modelar a Cristo en cada momento de la vida, en cada rol y en cada aprendizaje. De esta manera ellos podrán verlo a Él a través de nuestro testimonio y no necesitarán más superhéroes que Dios mismo, no somos nosotros ni ellos, solo Dios.

Educar a nuestros hijos en los caminos del Señor es obedecer con lo que se nos ordena para que estas nuevas generaciones sean libradas de la idolatría, del culto a sí mismas y puedan continuar el legado. “Y habrá justicia para nosotros si cuidamos de observar todos estos mandamientos delante del Señor nuestro Dios, tal como Él nos ha mandado.” Dt 6:25

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