Esta semana mi tía cumplió años. El chat de familia se activó con un mensaje de mi prima
mayor, felicitándola a las 4:48am; lo cual desencadenó una cascada inmediata de
respuestas por parte de todas las mujeres de la familia.
Para las 6:00 am ya todo estaba dicho, no faltaba ningún buen deseo por enviar o bendición
por pronunciar y agradecer. Todo esto ocurrió sin mayor sorpresa por parte de nadie y
solo una de sus hijas reseñó: “tan propio de esta familia madrugar”.
Esas palabras quedaron rondando en mi mente por un buen rato, pensando en lo mucho
que anhelaría HOY ser capaz de dormir un par de horas más y preguntándome si lo
esquivo que me resulta el sueño, tiene algo que ver con la forma como fui educada.
Ese comportamiento familiar de mostrarnos fuertes, activas, trabajadoras y siempre
ocupadas, creo que fue modelado por mi abuela y todas lo aprendimos… ¿o no? ¡Cuánto
necesito ser capaz de detenerme y concederme el ocio!
A veces, desde mis noches de insomnio, contemplo a aquellas personas que pueden
dormir profundamente y me convenzo de que eso es descansar y que allí reside el secreto
de una vida llena de fuerzas, ánimo y estabilidad.
Otras veces, desde ese mismo palco, termino cuestionando si, quienes tienen la capacidad
de dormir desde cuando su cabeza toca la almohada hasta cuando el sol resplandece,
simplemente poseen una genética privilegiada, pero llevan cargas ocultas que igual no les
dan tregua y se levantan más agotadas que yo.
Miro a otros hacer siesta, pasar la tarde viendo televisión o en un parque mientras yo
como Marta, la hermana de Lázaro, me la paso afanada y turbada con muchas cosas…
¿eso también lo aprendí? ¿O se trata de cargas autoimpuestas para demostrar lo útil que
soy? ¿Esas personas realmente están relajadas o escapando?
La maternidad ha convertido la quietud y el silencio en un lujo escaso, siempre hay una
pequeñita voz reclamando mi presencia, mirada u opinión acerca de hazañas que no
siempre entiendo, pero a las que debo mostrar interés y sigo pensando en aquellos que
tienen momentos a solas y me pregunto: ¿los disfrutan? O ¿están acusados por sus
recuerdos y faltas?
Entonces, sé que necesito descansar; todas necesitamos descansar, pero ¿de qué se trata
realmente? ¿dormir, ocio, quietud?
“…Dios bendijo el séptimo día y lo santificó, porque en él reposó de toda la obra que Él
había creado y hecho” (Génesis 2:2).
Y así, como todas las verdades de la fe tienen su semilla en el libro de Génesis, así la
verdad que necesitamos sobre el descanso que Dios anhela para nosotras, aparece por
primera vez en este libro.
Que el Dios todopoderoso, que nunca se cansa ni agota, que no le da sueño y que
obviamente no requiere hacer una pausa, haya descansado el séptimo día, me invita a
pensar más allá de la capacidad de dormir, de concederme el ocio o de estar a solas;
porque si Dios reposó ciertamente fue con un propósito que no era reponer las fuerzas
que nunca perdió mientras creaba el universo.
Entonces encuentro una paradoja, en el séptimo día de la creación, cuando Dios reposó,
creó un modelo a seguir y eso es refrescante.
A Dios le importa nuestro bienestar. Él, nuestro diseñador y creador, sabe lo que nuestro
cuerpo necesita y estableció un primer ciclo de trabajo y descanso, no para El, sino para
nuestro bien. Un ciclo que bendice a justos e injustos, establecido desde el principio de los
tiempos como primer regalo de amor inmerecido.
¿Se trata de Gracia entonces? También. Porque el séptimo día apunta a Cristo somo señal
de salvación. El verdadero reposo del Señor es una “Tierra prometida”, es el regreso al
“Edén”, un jardín de bendición y perfecta comunión con Dios; gracias a que Cristo lo hizo
TODO por nosotras: el pagó nuestras deudas, nos reconcilió con el Padre, perdonó
nuestros pecados, nos dio justicia y salvación por fe y nos libró de la culpa… ¿Qué más se
puede pedir? No hay esfuerzo humano, obra buena en la carne o jornada de ayuno que
pueda siquiera llegarle a los talones a la obra de Cristo. Como dice Isaías:
“nuestros actos de justicia, no son más que trapos sucios” (Isaías 64:6)
¡No tenemos que hacer o demostrarle nada a nadie porque Él ya lo hizo TODO por
nosotras! ¿Anhelas un buen matrimonio? ¿O vivir en la soltería? ¿Buscas éxito laboral o el
reconocimiento de la mujer hacendosa de proverbios? ¿Anhelas hijos o viajar por el
mundo? ¿Eres de las que no para de hacer cosas o logras tener momentos de ocio para
luego sentir culpa? ¿Has cosechado triunfos, escalado profesionalmente o estás perdida
sin saber cómo encajar en la sociedad?
La mirada puesta en Cristo hace que todos esos afanes, pudiendo ser buenos y deseables,
se opaquen ante el más maravilloso regalo de amor que hemos recibido: ¡EL REPOSO de
Dios porque El ya lo hizo todo!
Me concedo un respiro profundo y me doy cuenta: cualquier cosa que haga o no,
cualquier meta que persiga y excelencia que anhele, sólo tendrá cabida en este Reposo, si
lo hago para Su gloria. Mientras lo medito, Hebreos 4 resuena en mi mente: Dios fija un
día para entrar en su reposo sagrado: HOY!
HOY, Él nos invita a habitar en Su reposo, HOY lo haré a Su ritmo y no al mío, en Sus
fuerzas y no en las mías, en Su tiempo y no en el mío. Sea que duerma poco o mucho, que
encuentre un momento de ocio o no haya tregua, que se acallen las vocecitas o me llamen
todo el día: “mamáaa” HOY descanso en mi Salvador que le ha dado propósito y REPOSO a
mi vida.
Diana Ruiz, esposa, profesional en artes escénicas. Sirve al Señor junto a su esposo en el ministerio artístico desde hace veinte años.