Lo fácil eran las nauseas, lo difícil, levantar los ojos al cielo.
Lo fácil era el peso extra, lo difícil, los pensamientos de más, las preocupaciones por cosas que nunca ocurrieron ni ocurrirán.
Lo fácil era la falta de aire, lo difícil, la falta de certezas y la incertidumbre.
Lo fácil era el parto, lo difícil, renunciar a mi descanso.
Lo fácil era cambiar los pañales, lo difícil, morir a mis planes y mi agenda para dedicarme a su cuidado.
Lo fácil era presentarlos en la iglesia, lo difícil, confiar en que llegaría el día que se sientan parte de ella.
Lo fácil era alimentarla, lo difícil, confiar en que la provisión vendría siempre de Dios.
Lo fácil era escuchar muchas voces y consejos, lo difícil, escuchar la voz de Dios .
Lo fácil era cuidarlos en su enfermedad, lo difícil, entender que Dios está en control.
Lo fácil era estimularlos según su etapa de desarrollo, lo difícil, aceptar las diferencias y renunciar a las expectativas.
Lo fácil era llevarlos al parque y verlos jugar, lo difícil, dejar ir y soltar.
Lo fácil era darles comida saludable, lo difícil, alimentarlos con la Palabra.
Lo fácil era llevarlos al colegio, lo difícil, instruirlos perseverantemente en la fe.
Lo fácil era enseñarles a respetar a otros, lo difícil, respetar sus tiempos y esperar en Dios.
Lo fácil era soportar sus pataletas, lo difícil, enfrentarme a mí haciendo las mías delante de Dios.
Lo fácil era enseñarles a obedecer, lo difícil, ser ejemplo de ello.
Lo fácil era acompañarlos en las tareas, lo difícil, tener la paciencia que el buen Padre tiene conmigo,
Lo fácil era predicarles el evangelio, lo difícil, confiar en que esa Palabra no vuelve vacía.
Lo fácil era acompañarlos en un sufrimiento pasajero, lo difícil, confiar que todo dolor y pena los encaminaría a Cristo.
Lo fácil era conocer y compartir con sus amigos. Lo difícil, orar en las noches para que se acercaran a personas que los llevaran a Dios.
Lo fácil era perdonarles sus errores, lo difícil, reconocer mis pecados y pedir la ayuda a Dios.
Lo fácil era lo que pensaba que era ser mamá, lo difícil es el camino, porque en cada paso el Señor convierte mi corazón de piedra en uno de carne, me revela claramente mis pecados en el espejo que son mis hijos, y al mismo tiempo me recuerda que en la tarea más importante de mi vida no soy más que un instrumento, que la fe no se hereda y que a pesar de mis esfuerzos no me queda más que confiar en el Señor para que la misma verdad que inunda mi corazón, inunde un día el suyo y la misma luz que ilumina mi vida ilumine su camino.
No hay nada que yo pueda hacer para ayudarlos a creer y al mismo tiempo debo hacerlo todo como si pudiera. Y al hacerlo, he de ejercitar mi fe confiando en las promesas que el Señor nos hace:
” Instruye al niño en su camino, Y aun cuando fuere viejo no se apartará de él.” Proverbios 22:6
Apasionada por compartir a Cristo.