La guerra no es sobre ti

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Los cielos cuentan la gloria de Dios, Y el firmamento anuncia la obra de sus manos. (Salmos 19:1)

Segun la RAE  el egocentrismo se define como la “exagerada exaltación de la propia personalidad, hastas considerarla como centro de la atención y actividad generales.”

Como si el centro del universo fuésemos nosotras mismas, y las personas, los planetas y hasta Dios girara al rededor de nuestro propio eje. 

En la historia de las ciencias que estudian los cuerpos celestes ya una vez se creyó y enseñó que la tierra era el centro, y  con el tiempo los científicos han notado con asombro lo infinitamente pequeños que somos en medio de un universo repleto de constelaciones y misterios. 

Así que, sabemos que no somos el centro, pero los humanos seguimos actuando como tal. Y en la sociedad del culto al yo, del hacer todo por un like y la exaltación del placer y la búsqueda de “la felicidad”, el egocentrismo es el valor por excelencia  dónde el dios adorado es uno mismo. 

Hace poco estalló la guerra en Ucrania, y solo unos  días más tarde, una presentadora de un famoso programa matutino estadounidense hizo el siguiente comentario al aire “todo lo de esta guerra es lamentable, mi familia y yo ya no podremos irnos de vacaciones a Italia como lo teníamos previsto” 

¿Puedes creerlo? familias separadas, vidas perdidas, niños sin padres, ciudades devastadas y ella se lamenta por la cancelación de sus vacaciones ¡Qué egocéntrica! 

Qué comentario tan desafortunado y qué capacidad de reducir un problema global, con consecuencias de todo ámbito casi en todos los países a unas simples vacaciones por Italia. 

Casi que quisiéramos gritarle a través de la pantalla: amiga, las noticias de la guerra no se tratan de ti y de lo que puedes o no puedes hacer, o de cómo te sientes tú por eso. 

Pues bien, así lucimos nosotras, cuando creemos que el universo ha sido creado para nuestra realización personal. 

Piensa esto, miles de milagros han ocurrido para que en medio de condiciones muy adversas haya vida en la tierra, nosotros creemos que así lo dispuso Dios para un plan eterno de salvación y redención, por amor a su nombre y para su gloria. 

Ese plan de Dios tiene consecuencias en todo ámbito en cada rincón de la tierra, y se lleva a cabo día a día, segundo a segundo, con o sin nuestra participación, lo creas tú o no. 

La Biblia tiene maravillosas historias de personas que parecían estar viviendo una pequeña situación personal particular, pero a través de la narración vemos como el poder de Dios obra y transforma pequeñas historias en una que señala a Cristo y su obra redentora. 

Algunos ejemplos son la historia de Ester, una dulce joven que se convirtió en la reina para salvar a Israel. 

José, quien al vivir una tragedia familiar se convirtió en bendición para muchos pueblos.

Rut y su suegra Noemí, quienes estaban desamparadas hasta ser rescatadas por un pariente que les da no solo una nueva vida, sino que se vuelven parte del linaje de Jesús.

David, un pequeño pastor que se hace rey… Y así muchas otras que nos recuerdan que Dios está siempre obrando y que Él realmente ve todo el bosque cuando nosotros miramos un rama del árbol. 

Sobre dejar nuestro ego a un lado hay muchos versículos y pasajes, pero hasta que no entendamos la inmensidad de Dios, nuestra pequeñez y la misericordia de su gracia que nos permite acercarnos a El por medio de Cristo, seguiremos creyendo que las cosas se tratan de nosotros, de cómo nos sentimos, de si nos miraron o no nos miraron, si nos dieron las gracias, si notaron nuestro esfuerzo o no, y nos veremos así de desafortunadas como aquella presentadora lamentándose por sus vacaciones en medio de la guerra. 

Querida mujer, algo más grande está pasando, un Dios más grande que tus problemas está en control del Universo y te pide que tomes tu cruz y lo sigas. El antídoto del egocentrismo es dejar de hacer hoy las cosas para tu propia gloria, y hacerlas sólo para la gloria de Dios. 

Alguien me dio un día un maravilloso ejemplo de cómo luce eso: imagina que eres una flor en el desierto, nadie tiene que verte o admirarte o reconocer tu valor, y aún así florece para honrar a quien te creó. 

“los que viven, ya no vivan para sí, sino para Aquél que murió y resucitó por ellos” 2ª. corintios  5:15

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