A lo largo de nuestra vida experimentamos muchos momentos de dificultad y confusión. Hay temporadas de angustia y tristeza, y hay otras de impaciencia y aun desesperanza. Hay momentos en los que la mente está inquieta y preocupada por muchas cosas. Pero es justo en esos momentos en los que, en lugar de seguir dándole rienda suelta a nuestros pensamientos y angustias, necesitamos parar. Los cambios de circunstancias, la pérdida del trabajo, la enfermedad, la falta de guía, la persecución, los hijos, el esposo, la familia y aun el fin de cada año y la navidad pueden tornarse en tiempos difíciles de atravesar.
Todo parece volverse categórico e importante, pero en medio de un mundo de cosas importantes, una vez más, y muy amorosamente, el Señor toca a nuestra puerta y nos llama a escucharlo a Él.
Por eso, hace poco decidí sacar una tarde a la semana para escuchar al Señor. Necesitaba su guía y quería ser dirigida por Él en cuanto al servicio en mi iglesia local. Estaba confundida y necesitaba oír su voz, que es la única ante la cual las angustias callan. Y mientras meditaba en un texto de la Escritura, el Señor no solo me animó a seguir escuchándolo, sino que además me enseñó lo que es verdaderamente necesario en todo tiempo, especialmente, diría yo, en tiempos de inquietud y preocupación.
El texto que leí se encuentra en Lucas 10: 38-42:
Mientras iba de camino con sus discípulos, Jesús entró en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa. Tenía ella una hermana llamada María que, sentada a los pies del Señor, escuchaba lo que él decía. Marta, por su parte, se sentía abrumada porque tenía mucho que hacer. Así que se acercó a él y le dijo:
—Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sirviendo sola? ¡Dile que me ayude!
—Marta, Marta —le contestó Jesús—, estás inquieta y preocupada por muchas cosas, pero solo una es necesaria. María ha escogido la mejor, y nadie se la quitará.
Lucas describe aquí a dos mujeres: Marta y María. El texto dice que María se sienta a los pies de Jesús para escuchar sus enseñanzas, para oír lo que Él decía. Ella, según como la describe Lucas, solo estaba haciendo una cosa: oír. Marta, por el contrario, estaba haciendo muchas cosas. Ella probablemente estaba haciendo labores hogareñas como servirles comida a Jesús y a sus discípulos, y eso estaba bien, sin embargo, algo no estaba bien con ella. En medio de sus quehaceres, algo la hace reventar contra Jesús:
¿No te importa que mi hermana me haya dejado sirviendo sola?
Marta al parecer se sentía como si tuviera una carga pesada que tenía que llevar sola. Una carga que ella misma se había impuesto y que consideraba necesaria, como algo que tenía que hacer sí o sí. Incluso, estaba tan segura de que lo que estaba haciendo era tan necesario, que se atreve a darle una orden a Jesús: dile a mi hermana que me ayude.
Jesús le responde: Marta, Marta, estás inquieta y preocupada por muchas cosas, pero solo una es necesaria. María ha escogido la mejor, y nadie se la quitará (Lc 10:41-42).
¡Jesús le dice que son muchas cosas!
El Todopoderoso, el Dios sin límites, le dice que son muchas cosas las que le preocupan. Es decir, había un exceso. Sus preocupaciones no eran pocas ni suficientes. ¡Eran muchas!
Además, le dice que solamente una cosa es necesaria. Jesús no estaba hablando de cosas importantes en la vida, estaba hablando de asuntos necesarios. Asuntos que hacen falta indispensablemente para algo y que no se pueden no tener.
Jesús le está enseñando a Marta lo que sí es verdaderamente necesario antes de hacer cualquier cosa: Oírlo a Él.
Jesús estaba cambiando su sistema. Es como si le hubiera dicho: Marta, no tienes que hacer todo eso, o bien, no es necesario. Quiero que me oigas, necesitas oírme, esa es la mejor parte, y no puede ser quitada.
Jesús aquí nos está enseñando que más que andar haciendo muchas cosas con angustia, lo que necesitamos es escucharlo a él. Esto no significa que no tengamos que hacer nada o que Él no nos llame a ello, pero sí creo que servir al Señor con nuestras propias cargas impuestas, y peor, sin oírlo, solo nos llenará de preocupaciones y nos abrumará.
Marta estaba haciendo mucho y escuchando poco. Y con nuestro Señor no todo se trata de hacer, y tampoco le asombra la cantidad.
De hecho, aquí vemos que estar con muchas cosas nos lleva a estar abrumadas y a pensar que al Señor no le importa nuestra situación. Más aún, nos lleva a exigirle cosas que quizás no tienen sentido o que no solucionan el problema de raíz. Pero, a pesar de todo — y esto es lo que me asombra de mi Cristo una y otra vez — Él tiene misericordia de Marta.
A pesar de sus afanes, de su pregunta desesperada y demandante, de su trato hacia Jesús, y aún de su sordera intencional, Jesús ve su corazón y le enseña. Le enseña que solo hay una cosa necesaria, solo una. Ella no le dijo lo que sentía, pero Él sabía, Él conocía su corazón.
Y aunque Marta no lo estaba oyendo, Él con amor llama su atención diciéndole dos veces su nombre, y le enseña. Le explica que ella está preocupada por muchas cosas, pero que solo necesita una: oír a Dios.
María ya había escogido esta parte y nadie se la iba a quitar. Pero las que somos como Marta, debemos ajustar nuestra vida. Necesitamos escucharlo primero a él, y eso solo es posible si estamos quietas y conocemos que él es Dios (Salmo 46:10).
En esta temporada de navidad llena de tantas actividades y retos, quizás cambios y aun cargas impuestas por nosotras mismas, ¿cómo crees que puedes ajustar tu vida para oír al Señor y servirle?
Sé realista y empieza con pasos pequeños. Búscalo a solas en un espacio que te sea posible en el día o la semana. Y mientras estás ahí, ruégale que te deje escucharlo, él recompensa a quienes le buscan.