¿Quién soy yo?

No sé si has tenido que enfrentarte una y otra vez a esta pregunta: ¿Quién soy yo? 

Casi que podría asegurar las múltiples ocasiones en las cuales te has hallado inquieta, luchando contigo misma queriendo descubrir identidad, confianza y seguridad en la respuesta a esta pregunta. En especial, en épocas con grandes desafíos y tareas por delante, la pregunta te visitará y te acompañará recurrentemente.

La Biblia deja registrada esta pregunta en los labios de un hombre llamado por Dios para una tarea gigantesca: Moisés.  En Éxodo 3:7 Dios se encuentra con Moisés y le dice que ha visto la opresión del pueblo en Egipto y ha descendido para liberarlos. 

Acto seguido, le comunica a Moisés cómo ejecutará su plan (vs.10): “Así que disponte a partir. Voy a enviarte al faraón para que saques de Egipto a los israelitas, que son mi pueblo.”  

Y Moisés, ante semejante desafío, hace la pregunta que probablemente cualquiera de nosotras haría: “Pero Moisés le dijo a Dios: ¿Y quién soy yo para presentarme ante el faraón y sacar de Egipto a los israelitas?” (Exodo 3:11)

No sé qué clase de respuesta estaba esperando Moisés. Logro percibir en la pregunta su deseo de seguridad en medio de semejante desafío. 

Quizás habría deseado que Dios le dijera: tú eres el hombre indicado para esta tarea; eres capaz, tuviste una excelente educación en Egipto, eres bilingüe, te has codeado con los gobernantes en el palacio del faraón, eres único y perfecto para la misión. 

Sin embargo, Dios no le da ese tipo de respuesta. Moisés pregunta ¿Quién soy yo? Y Dios responde: “Yo estaré contigo… soy yo quien te envía” y unos versos más adelante, le dice: “Yo soy el que Soy.”

¿Por qué Dios responde de esa manera? ¿Por qué si la pregunta es quién soy yo, Dios responde con quién es Él y qué hará Él? Al parecer, Dios quería darle a Moisés la orientación correcta ante esta pregunta: no se trata de quién eres tú, se trata de quién soy yo.  

Lo mas importante y lo que le daría seguridad a Moisés era el nombre de Dios: Yo soy el que Soy. Su nombre reflejaba su carácter: santo, poderoso para librarlo de sus enemigos y atento al sufrimiento de su pueblo. 

Únicamente el carácter de Dios podía darle a Moisés la confianza para conducirse en los retos que Él mismo le ponía por delante. La identidad de Moisés tendría que hallar refugio en el carácter de su Dios y Moisés debía caminar no mirándose a sí mismo, sino mirando al Dios que lo había llamado.

Probablemente hemos creído que al respondernos quienes somos lograremos obtener la confianza y seguridad que tanto necesitamos para enfrentar tantas situaciones; ; ¿por qué no cambiamos el enfoque? Hoy puedes suplicar:  Señor, por favor muéstrame quién eres tú. Y cuando Él te muestre Su carácter, tú puedas  caminar con seguridad y  confianza y en medio de los desafíos de tu vida.

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