¿Te ha pasado que a veces sientes que haces y haces cosas y pareciera que no llegas a ninguna parte? ¿Gastas tu dinero y tu tiempo y cada vez más resulta que las circunstancias te son adversas? Entonces te preguntas ¿Qué pasa? ¿Por qué me ocurre todo esto?
Te animo a ver conmigo el capítulo 1 de Jonás.
¿Quién era Jonás? Un profeta de Dios, alguien que tenía la responsabilidad de llevar su mensaje al lugar donde él le había mandado.
Jonás mismo dice de sí en el verso 9 que es “hebreo y teme al Señor Dios del cielo, que hizo el mar y la tierra”.
Jonás pues, es alguien con una identidad definida, alguien que pertenecía a Dios y le servía. Y este Jonás había recibido un mensaje de Dios para entregarlo en un lugar específico: Nínive.
Pero, ¿qué estaba haciendo Jonás según este capítulo? Estaba haciendo algo que no correspondía con su identidad y que obviamente le afectó a sí mismo, y a otros.
Jonás estaba desobedeciendo a Dios; decidió seguir sus propios planes, sin tener en cuenta el mandato que Dios le había dado.
Las consecuencias de la desobediencia de Jonás no se hicieron esperar y tuvo efectos personales y en otros.
En primer lugar, le afectó su bolsillo: tuvo que pagar su pasaje a Tarsis; también le afectó su tiempo: emprendió un viaje inútil. En tercer lugar, afectó su tranquilidad: fue sacado de su cómodo sueño para responder por lo que estaba pasando.
Por otra parte, su desobediencia afectó a otros, puso en riesgo la vida de los marineros, les hizo perder su carga porque tuvieron que echarla al mar para alivianar el barco.
Pero aún más, por causa de su identidad como profeta, otros fueron afectados, pues cuando los marineros supieron quién era él, se atemorizaron porque descubrieron que, por su causa, vino el furor de Dios sobre ellos, ya que lo que estaba haciendo no correspondía con quién era él.
Los hombres además temen echarlo al mar como él les sugirió, por eso se esfuerzan por llevar el barco a tierra firme, pero no lo consiguen.
Los marineros entonces invocan al Dios de Jonás y le piden que no caiga sobre ellos sangre inocente, entienden que Dios está haciendo Su voluntad con Jonás y por eso desató la tormenta.
De manera que deciden echarlo al mar y evidentemente la tormenta y el mar se calman. Los hombres temen al Dios del cielo y hacen votos y sacrificios, es decir se convierten a Él.
Es sorprendente cómo Dios en su misericordia, permite a Jonás andar en sus propios caminos y experimentar la tragedia que esto conlleva, pero finalmente lo lleva a hacer Su voluntad, por eso dispone al pez que traga a Jonás, quien termina yendo de la presencia de Dios a la panza de un pez.
Te pregunto: ¿Quién eres tu querida amiga? ¿Has entregado tu vida al Señor? ¿Le perteneces a Él? ¿Lo que estás haciendo está acorde con tu identidad como hija de Dios? ¿O, por lo contrario, estás invirtiendo tus recursos, tus esfuerzos y tu vida en tus propios planes que no te conducen a nada, pero sí te están afectando a ti y a los que te rodean?
¿Tu mal testimonio como hija de Dios está afectando a otros? ¿Sientes que estás sufriendo las consecuencias de tu desobediencia?
Es tiempo de parar, es tiempo de arrepentirse y reconocer que Dios cumple Sus planes a pesar de nosotras mismas.
Revisemos nuestras vidas y cumplamos el llamado que Dios nos ha hecho o nos está haciendo de venir a Él y hacer Su voluntad postrándonos a sus pies.