Imagina que te dicen que puedes construir la casa que siempre has soñado para vivir junto a tu familia, que puedes elegir su ubicación y que, sin límite en el presupuesto, la puedes diseñar, construir y amoblar.
Creo que en algún momento de nuestra vida las mujeres hemos soñado con nuestra casa ideal.
Me atrevo a afirmar que el gusto y el anhelo por nuestra casa fue puesto por Dios cuando nos creó. La pasión y el deseo de tener un lugar para vivir, decorar, colocar un detalle aquí y allá forma parte del diseño del alma femenina.
En un sentido, el “jugar a la casita” no sólo es un juego de niñas, sino más bien un trazo planeado con propósito por el diseñador de nuestra alma.
¿Cómo es la casa de tus sueños? Para responder a esa pregunta, quiero citar al mejor arquitecto y diseñador de la historia, al que sabe cómo construir y amoblar una casa para que tenga la característica de “ideal”.
Es aquí donde el maravilloso libro de Proverbios una vez más nos pone de frente a las grandes verdades de la vida.
Este libro lleno de sabiduría se abre ante nuestros ojos para contarnos una verdad eclipsada por esta cultura materialista que nos ha dicho que la casa soñada es de cemento y ladrillo y que los mejores muebles y adornos se compran en un almacén.
Pero el Señor a través de un proverbio nos recuerda que la mejor casa, la más linda y acogedora no tiene estrato ni sector de ubicación: puede estar en cualquier barrio de la ciudad, puede estar hecha con mármol o cemento, porcelanato o tablas, porque la casa de tus sueños no está hecha con materiales de construcción.
Con sabiduría se construye la casa;
con inteligencia se echan los cimientos.
Con buen juicio se llenan sus cuartos
de bellos y extraordinarios tesoros. (Proverbios 24:3-4)
En estos proverbios están los planos de la mejor casa que podemos construir para nuestra familia: ahí están los materiales y los infaltables elementos que podrán hacer de cualquier casa, grande o pequeña, propia o alquilada, el lugar adecuado para gestar la vida, la fe y las virtudes.
Ni con concreto ni con enchapes, es con sabiduría con lo que se construye la casa. Es la sabiduría de una mujer la que puede edificar el mejor escenario para escribir una historia familiar.
Es con la sabiduría que proviene de Dios que podemos amar, perdonar, enseñar, corregir, consolar y empoderar para la vida; es una mujer sabia la que hace de una mansión o una choza, un hogar.
Proverbios nos recuerda que las bases más firmes para nuestra casa no son el hierro y el cemento; las mejores “zapatas” están hechas de la inteligencia que nos permitirá hacer de Jesús el cimiento firme.
Es su verdad, su consejo escuchado y vivido cada día lo que dará firmeza a nuestra casa.
¿Y los muebles? ¿Con qué vamos a llenar las habitaciones? Nos lo susurra Proverbios al oído: “con ciencia y entendimiento”: con el conocimiento de lo que realmente es valioso y necesario.
“Bellos y extraordinarios tesoros” dice el verso 4; echa un vistazo, mira tu alcoba y la de tus hijos, ¿Hay bellos y extraordinarios tesoros? No estoy hablando de camas, sillas y obras de arte, creo que Proverbios habla de esos tesoros intangibles que se construyen de la mano de Dios, que no se rompen ni se dañan.
¿Me ayudas a pensar en bellos tesoros para llenar los cuartos de nuestra casa?: Fe, amor, perdón, reconciliación, gracia, bondad, tiempo de calidad, oraciones fervientes, milagros, carcajadas, momentos, historias.
No todas somos arquitectas ni decoradoras, pero sí estamos llamadas a ser edificadoras de casas y de hogares.
Esta es una invitación para ti y para mí, una invitación a construir casas que bendigan a propios y a extraños, casas donde se aprenda el temor a Dios, donde pasemos la posta de la fe a la siguiente generación, casas que sean el mejor escenario posible para nacer y crecer, amar y soñar, enfermar y sanar, reír y llorar, equivocarse y levantarse; en últimas, Proverbios nos invita a construir casas a la manera de Dios, cimentadas en Él y llenas de hermosos tesoros que nunca nadie nos podrá quitar.
Ibaguereña
Trabajadora Social – profesora de secundaria
Casada desde hace 17 años con Diego Rodríguez, a quien acompaña en el ministerio pastoral en la iglesia La Vid en Ibagué. Tienen dos hijas: Sofía y Gabriela.