No dejes para mañana lo que puedes hacer hoy

Si se me permite decirlo, debo confesar que hago parte de una generación a la que sus padres levantó a punta de refranes.

Hoy día, cuando eventualmente escucho frases como “El perezoso trabaja doble”, “A la pereza le sigue la pobreza”, “La pereza es la madre de todos los vicios” o “No dejes para mañana lo que puedes hacer hoy”, reconozco que me invade una nostalgia de recuerdos, sobre todo porque con el pasar de los años he llegado a apreciar profundamente lo que en mi infancia y adolescencia consideraba una vil cantaleta.

Detrás de cada uno de estos refranes se esconden principios que nuestros padres querían transmitirnos en diversos lugares, situaciones y generaciones. Que lo hayan hecho a través de dichos constituía una gran estrategia pedagógica.

El mismo principio se observa en Proverbios, toda una colección de refranes bañada de amor y cuidado que traía gran sabiduría a la vida de quienes los escuchaban y los ponían en práctica.

Al adentrarme en los dichos de Proverbios me encontré con uno de los temas que, como gotera constante, se infiltraba en mi mente y mi corazón durante mis años en la casa paterna: la pereza.

¿Qué dice Proverbios sobre la pereza o lo que sofisticadamente hoy llamamos procrastinar?

Se nos dice que la actitud del perezoso es necia en cuanto al uso de su tiempo, y por ello se le cuestiona: “¿Hasta cuándo seguirás durmiendo? ¿Cuándo despertarás? Un rato más de sueño, una breve siesta, un pequeño descanso cruzado de brazos…” (Proverbios 6:9-10).

Nota la respuesta del perezoso cuando se le exhorta: “¡Dame un rato más, y ahora lo hago! ¡Déjame dormir, déjame descansar otro poquito y luego lo haré; mañana… tal vez!”.

No es difícil deducir que al perezoso le cuesta mucho trabajo iniciar proyectos o que, si los inicia, le cuesta terminarlos porque no tiene un claro entendimiento del valor del tiempo y del esfuerzo.

Es más, se nos señala en este libro que el perezoso justifica su procrastinación: “El perezoso afirma: «¡Hay un león allí afuera! ¡Si salgo, me puede matar!» (Proverbios 22:13). Y lo peor de todo es que termina creyendo sus propias excusas.

El libro nos describe un final lamentable para el perezoso: “Los perezosos ambicionan mucho y obtienen poco (Proverbios 13:4). “Los que por pereza no aran en la temporada correspondiente no tendrán alimento en la cosecha” (Proverbios 20:4). “La pobreza te asaltará como un bandido; la escasez te atacará como un ladrón armado” (Proverbios 6:11).

En Proverbios el perezoso no sólo halla advertencia, sino el consejo oportuno:

“No postergues el asunto; ¡hazlo enseguida! No descanses hasta haberlo realizado” (Proverbios 6:4). “Tú, holgazán, aprende una lección de las hormigas. ¡Aprende de lo que hacen y hazte sabio! A pesar de que no tienen príncipe ni gobernador ni líder que las haga trabajar, se esfuerzan todo el verano, juntando alimento para el invierno” (Proverbios 6:6-8).

¿Percibes en estos refranes una palabra de exhortación para tu vida? ¿Acaso escuchas la voz del Señor en estas frases llamándote a considerar algo que Él te ha pedido y tú no has iniciado? ¿o quizás algo que has empezado, pero no culminado? ¿te identificas con las respuestas del necio que se excusa y justifica diciendo “¡Mañana, quizás … dame un poco más de tiempo, luego lo hago!”?

Si es así, por favor detente por un momento y pide perdón al Señor por tu negligencia.

Al mencionar al perezoso como una de las expresiones de la necedad en Proverbios, no dejo de pensar en el contraste con el sabio, que en este caso es aquel que trabaja esforzadamente, no busca excusas, reconoce sus tiempos y cumple sus tareas con diligencia.

El nombre que resalta en mi mente es el de Jesús, quien dijo: “Mi Padre aún hoy está trabajando, y yo también trabajo” (Juan 5:17). Y en Juan 17:5 concluyó: “He llevado a cabo la obra que me encomendaste”.

En Cristo hallamos al sabio y diligente que llevó a cabo el trabajo más costoso realizado sobre esta tierra, y quien tiene el poder para sacarte de esos estados paralizantes de tu corazón que te impiden llevar a cabo los llamados específicos que tu Dios te está haciendo en este tiempo.

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