La Iglesia no es un lugar

Un día, en el ejercicio de mi profesión como periodista y cubriendo la fuente de cultura y artes, debí escribir una nota sobre un encuentro de filósofos y humanistas que tuvo lugar en mi ciudad.

Recién graduada de la Universidad, y sin mucho entusiasmo, asistí al evento académico en el que eruditos de las ciencias sociales hablaban de lo que llamaban “No lugares” término acuñado por el antropólogo francés Marc Augé y con el que hacen referencia  a espacios en donde las personas no cuentan como individuos, y  son ocupados por momentos transitorios donde nadie los toma como propios.

En dichos espacios no es importante la particularidad del individuo; ellos pueden ser medios de transporte, las graderías de un estadio, escenarios deportivos o campos de refugiados, entre otros.

Para mí, el evento culminó sin novedades y yo escribí la reseña sin mucha gloria ni afán.

Pues hoy vamos a hablar de un no lugar, pero uno muy diferente al propuesto por aquellos filósofos.

Es un no lugar porque no tiene barreras, ni fronteras, ni lengua, ni nación. Pero cada uno de quienes hacen parte de él es valioso, maravilloso e importante.

No es un lugar, porque los edificios podrían ser derribados y abolidos, clausurados y quemados y aun así no hacerle un solo rasguño a esto de lo que vamos a hablar y que Pablo expone en su carta a los efesios: la Iglesia.

Por medio de esta carta Pablo nos muestra cómo Dios decidió, para su propia gloria, conformar una comunidad para sí, de tal manera que pudiera relacionarse con ella; una comunidad compuesta por judíos y gentiles escogidos en Cristo desde antes de la creación del mundo (Efesios 1:6).

Por medio de la Iglesia, la sabiduría de Dios es dada a conocer no solo en este mundo, sino como lo señala en Efesios 3:10 a los principados y potestades en los lugares celestiales conforme a su propósito eterno.

Todo esto nos muestra que, así como la salvación individual hace parte del plan de Dios desde la eternidad, la creación de la Iglesia también lo es.

De hecho, en Efesios 5:25 nos deja muy claro que el amor de Cristo por su Iglesia es tan grande y perfecto que dio su vida por ella y los esposos son alentados a imitar este acto como ejemplo de amor. En otros pasajes de la Biblia también se usa esta analogía: la Iglesia como la novia de Cristo.

Y es que la Iglesia es una organización muy distinta a cualquier otra. No depende de un lugar, ni de una persona, ni de una lengua, ni de un proyecto político, ni económico.

Su cabeza es una sola y se llama Cristo Jesús. Nos debe mantener unidos el vínculo de la paz y esa unidad no la fabricamos sino que ha sido dada por el Espíritu (Efesios 4:3).

Las verdades que componen esa unidad son:

-un solo cuerpo,

-un solo Espíritu,

-una misma esperanza de nuestra vocación,

-un solo Señor,

-una sola fe,

-un solo bautismo,

-un solo Dios y Padre de todos

Ahora bien ¿qué significa todo esto para los tiempos actuales donde tal vez muchas de nosotras no estamos pudiendo llegar a un lugar para congregarnos?

Significa que podemos estar confiadas al saber que la Iglesia no es un lugar sino un cuerpo vivo conformado por todos aquellos escogidos en Cristo Jesús desde antes de la fundación del mundo, con una misión: dar a conocer a Cristo; así que, aunque por un poco de tiempo no podamos congregarnos, Cristo, su cabeza, sigue sosteniendo y preservando a su novia hasta el fin de los tiempos.

Él sigue trabajando al llamar a la salvación a sus escogidos.

Por tanto, regocíjate en la certeza de saber que tienes hermanos y hermanas de todos los colores de piel, que en la otra esquina del planeta hay gente orando por lo mismo que tú y depositando su confianza en Cristo.

Abraza la certeza de tener unidad en quien es el hijo de Dios y por medio de quien fueron hechas todas las cosas.

Si en este año vemos las limitaciones de reunirnos físicamente en el mismo lugar, no dejes de vivir los privilegios de la unidad de la Iglesia, no dejes de ser comunidad, y por el contrario, utiliza todos los medios que la tecnología nos ofrece para construir lazos más fuertes.

Si por días, semanas o meses no podemos ir al lugar que llamamos iglesia por efectos de la pandemia, sigamos siendo la Iglesia de Cristo, la que está en todo lugar.

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