Permíteme preguntarte: ¿Te has sentido cansada?, ¿Has tenido últimamente la visita no deseable del agotamiento y la fatiga en cualquiera de sus modalidades: física, mental o emocional?
Creo que si hiciéramos una encuesta de las personas que se sienten débiles y cansadas, nos sorprenderíamos de la cifra, pero nos sorprenderíamos aún más de saber cuántas personas no lo reconocen abiertamente. Es como si reconocernos vulnerables y débiles fuera una especie de pecado o delito social, porque esta sociedad pos-moderna condena abiertamente la fragilidad y la debilidad.
Son muchos los mensajes publicitarios y también religiosos en contra de la debilidad:
- ¡No te rindas!
- ¡Tú puedes!
- ¡Todo está en tu mente!
- ¡No desmayes!
Es como si esta cultura nos exigiera silenciosa pero vehementemente ser siempre estoicos: inevitablemente valerosos y sin derecho a quebrarnos, con un dominio casi heroico de emociones y situaciones, donde no se nos permite ser honestamente débiles.
No me malentiendas, no quiero decir que está mal resistir, persistir e insistir. De ninguna manera, de hecho creo que es muy loable y meritoria la cualidad de seguir avanzando valientemente en medio de las épicas batallas de la vida y reconozco que es una característica que Dios puso en el ser humano cuando lo creó; pero también pienso que está bien en ciertas ocasiones reconocer nuestro cansancio y nuestra humana debilidad.
Con certeza, la vida duele, para unos más que para otros; pero en algún momento la vida duele; y duele porque está diseñada para que así sea: es frágil, imperfecta e injusta porque no hemos llegado a casa.
Creo que resulta innegable que en algunos momentos del camino y por muchas razones, podemos sentirnos agotadas o debilitadas; entonces en nuestra vida real (sin maquillaje y sin photoshop), cuando nadie nos ve y cuando no estamos posando para la foto, nos sentimos cansadas de ser fuertes, de estar siempre a la altura de la situación y entonces… nos debilitamos, lo que no está permitido en un mundo de fuertes e invencibles.
Pero (y gracias a Dios por los “pero”) hay buenas noticias para ti, para mí y para todo aquel que sienta y quiera reconocer sin temor y sin vergüenza que está cansado y débil. Sí, en la palabra de Dios hay buenas noticias para los débiles. Qué maravilloso ver como el más fuerte de todos, el Imbatible, el Invencible y valeroso Rey nos permite sentirnos débiles.
No nos juzga por ello, no nos regaña como un jefe insensible o como un entrenador rudo que ignora nuestro quebrantamiento; no, más bien como un padre amoroso nos dice: «Mi amor es todo lo que necesitas. Mi poder se muestra en la debilidad.» ¿Entendimos bien? ¿Hay algo bueno en sentirse débil o cansado? Sí. Una vez más, la voz contracultural de la Biblia se levanta para decirnos que no está mal sentirse cansada o débil, sino que inclusive, la fragilidad en tu vida puede ser una hermosa oportunidad para que el poder de Dios se perfeccione.
Y es aquí donde aparece el Evangelio como un poderoso regalo para reconocer que es en Cristo y en su obra, en quien podemos ser verdaderamente fuertes. Esta es la buena noticia del Evangelio: Alguien pagó el precio más alto que se podría pagar por algo: lo hizo Jesús en una cruz hace 2.000 años, y pagó por la redención de las almas. Ocupó nuestro lugar, llevó nuestro pecado, nuestras aflicciones y nuestras cargas y hoy, esa maravillosa ayuda sigue disponible para ti y para mí. Escucha su voz diciéndonos con certeza: “Mi poder se muestra en tu debilidad “
Hay una lección de oro escondida en todo esto: si nos sintiéramos siempre fuertes, entonces no necesitaríamos a Dios.
Así que… quítate la máscara de invencible, el traje de súper heroína y reconoce que no siempre es fácil, que a veces cuesta, que te sientes débil, que muchas veces las circunstancias y los desafíos pueden superarte y que las emociones no siempre están en el punto debido y religiosamente correcto.
¡Por favor! Reconoce (sin sentirte mal por ello) que necesitas urgentemente que el poder de tu Rey se haga más perfecto en la medida en que tú te sientes más débil.
Habla con alguien, muéstrate débil con alguien, llora con alguien, muestra la belleza de tu vulnerabilidad a alguien; pero sobre todo, ven a Él, recibe su gracia, recibe su fuerza y deja que de maneras inimaginables el Fuerte perfeccione su poder en ti.
Ibaguereña
Trabajadora Social – profesora de secundaria
Casada desde hace 17 años con Diego Rodríguez, a quien acompaña en el ministerio pastoral en la iglesia La Vid en Ibagué. Tienen dos hijas: Sofía y Gabriela.