El 2020 será un año registrado en los anales de la historia de la humanidad. Cuando esta pandemia comenzó, la voz de los gobiernos se levantó y hemos sido bombardeados con una frase a la que bien haríamos en seguir prestando atención: ¡Quédate en casa!
Nuestra casa se convirtió en colegio, oficina, universidad, iglesia, gimnasio y no sé cuántas cosas más. En todo caso, debimos organizar nuestra casa para realizar todas estas actividades dentro de ella.
Al pensar en todos esos cambios que debimos hacer en casa, me encontré con varios textos de la Palabra en los que estos personajes tuvieron que hacer ajustes significativos dentro de ella.
Ezequías es el primero. En Isaías 38:1 se registra que el profeta va de parte de Dios para decirle al rey: “Ordena tu casa porque morirás y no vivirás”.
¿Qué cosas debía ordenar Ezequías en su casa? La Biblia no nos habla mucho sobre el tema, pero nos dice que, después de escuchar las palabras de Dios, el rey oró recordándole al Señor su integridad, y luego lloró largamente. Dios le dio 15 años más de vida a este hombre, y la oportunidad de reflexionar en los asuntos de su casa.
El segundo personaje fue Zaqueo, a quien Jesús fue a visitar a su casa (Lucas 19:1-10). Zaqueo, un cobrador de impuestos, inquieto por la persona de Jesús, se sube a un árbol para verlo, y el Señor lo mira y le dice: baja, porque hoy voy a hospedarme en tu casa. El recaudador de impuestos baja lleno de entusiasmo y alegría para recibir a Jesús en su casa, y ante la visita inimaginable de Jesús se arrepiente de su vida marcada por la avaricia, recibe la salvación y ordena sus asuntos restituyendo todo lo que había robado por años.
Lucas 10:38-42 nos pone en sintonía con una tercera visita a casa de Marta y María. Marta, una mujer hospitalaria que se desvive en atenciones por el maestro. María, una mujer que entendía que la visita de Jesús era digna de detener todo alrededor para contemplarlo a él.
¿Qué nos enseñan estos tres pasajes? Que Dios está interesado en lo que sucede dentro de nuestras casas, y que, para ver la realidad interna, por su gracia, muchas veces nos hace quedarnos allí.
A Ezequías, Dios le dio la oportunidad de ordenar su desorden, y probablemente este rey aprovechó esa gracia de Dios para vivir una vida de completa obediencia y sujeción.
Zaqueo nunca volvió a ser igual después de esa memorable visita. Se arrepintió de su vida pasada y recibió de Jesús perdón y salvación.
Marta, a pesar de estar dispuesta a servir, fue exhortada a poner en orden sus prioridades, y fue expuesta en lo interno de su corazón: queja, afán, egoísmo, control y envidia por su hermana.
Al leer estos pasajes, me preguntaba y te pregunto a ti, mujer: Si hoy Jesús te dice que ordenes tu casa porque vas a morir, ¿qué necesitas ordenar? Si hoy Jesús viene a visitarte, ¿qué encontraría en tu casa?
¿Tendrías que ordenar tu prioridad en la relación con Dios? ¿Tendrías que arreglar algunas relaciones familiares? ¿Tendrías que ajustar tu llamado como esposa, hija, madre, hermana o amiga?
Si bien la visita de Jesús podría ser inquietante para muchas, debo decirte que él es el mejor huésped que puedes recibir, porque no únicamente te mostrará lo que no está bien, sino que te dará el poder para hacer nuevo todo aquello que necesita remodelación.
Para reflexionar en los asuntos de tu casa y considerar lo que debes sacar de tu hogar, es decir, avaricia, queja, afán, egoísmo, control, envidia, orgullo, idolatría pleitos, y otras cosas más, entonces me uno a la invitación de este gobierno y a la del Señor en su Palabra: ¡Quédate en casa! pero además, ¡ordena tu casa!