Volviendo a la cruz

En estos días en los que la pandemia sigue haciendo sus estragos y ya muchas de nosotras hemos sentido más de cerca la realidad del peligro por haber perdido seres queridos, o tener algún pariente enfermo a causa del coronavirus, se nos agotan las fuerzas y empezamos a desfallecer.

Hemos sentido los golpes de una economía que nos apremia por la carestía de las cosas y la escasez de recursos, y algunas han perdido sus trabajos, lo cual empeora la situación.

Los días se tornan cada vez más difíciles, las relaciones empiezan a ponerse tensas y el encierro empieza a tornarse insoportable.

Es así como empezamos a llenarnos de ansiedad, a sentir temor y angustia pensando que ya nada será como antes y hasta nos hemos sumido en la depresión.

¿Qué hacer? ¿A dónde ir?

¡¡¡No aguanto más!!!

Quizá el estar abrumada por las circunstancias te fue apartando de Dios, y pretendiendo buscar soluciones a tus problemas por ti misma, y ahora descubres que todos tus esfuerzos han sido en vano.

Pero tranquila, aún hay esperanza, tienes otra alternativa, es tiempo de volver a la cruz; es tiempo de reconocer que Jesús, quien dio su vida por ti en la cruz y pagó por tus pecados y los de toda la humanidad, sufrió nuestros dolores y llevó nuestras enfermedades (Isaías 53:4-6); por eso te entiende, y sabe lo que es el sufrimiento.

Pero él también resucitó y te ha dado vida eterna, una vida plena en Dios.

Esto, querida amiga, es lo que nos demuestra su gran amor y su cuidado por sus hijos, porque  es bueno y se preocupa por nosotras a pesar de nuestra indiferencia hacía él, y de nuestras crisis y nuestras quejas.

Es tiempo pues de abrir su palabra, leerla, estudiarla con atención, disponerse a ponerla en práctica y dejar que el Espíritu Santo te revele quién es Dios y lo que espera de ti y te muestre los planes maravillosos que tiene con tu vida.

Deléitate cada día en la presencia del Señor, disfruta aún de dar una caminata con él, y exprésale en oración tu sentir, tus angustias, tus temores; regocíjate alabándole y adorándole en espíritu y en verdad como él quiere (Juan 4:23).

Te animo querida amiga y hermana a no dejarte manipular por el enemigo que busca desanimarte, desalentarte y deprimirte; resístelo con la Palabra de Dios, y vuelve a la cruz.

Encuentra en Cristo el descanso y la paz que te ofrece, entrégale tus cargas (Mateo 11:28-30) y recuerda que separados de él nada podemos hacer (Juan 15:5).

Sé persistente y gózate con lo que el Señor te está enseñando a través de las situaciones que estás viviendo (Santiago 1:2-4).

Busca el apoyo de tus hermanas en la iglesia, pues compartimos las mismas luchas.

¡Ánimo! El Señor es suficiente, él es todo y en todos (Colosenses 3:11).

¡Adelante y que Dios te bendiga!

 

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