La muerte es un tema del que no nos gusta hablar mucho y ni siquiera pensar, porque el solo hecho de contemplarlo nos hace temblar de miedo y debilita nuestro corazón.
Woody Allen hablando sobre ella dijo: “No es que tenga miedo a morir, simplemente no quiero estar allí cuando ocurra”.
Pese a que la muerte es una realidad que nos acompaña a diario, preferiríamos no lidiar ni siquiera con su nombre, y por eso cuando alguien muere nos cuesta decir que él o ella murió, y mejor usamos frases más refinadas como: “expiró”, “pasó a mejor vida” o “partió a un lugar mejor”.
Como sea, podemos decir que uno de los tops en nuestra lista de miedos es la muerte. Por estos días, y en medio de la pandemia, la percibimos como pisándonos los talones.
Particularmente esta semana he recibido noticias de seres amados contagiados de coronavirus, y al contemplar la posibilidad de su muerte he tenido que sentarme frente a la Palabra de Dios para recordarle a mi alma las verdades que menciona acerca de la muerte, y así mi temor pueda ser reemplazado por la esperanza y la seguridad bíblicas.
Es precisamente esto lo que deseo compartir con ustedes.
La muerte no era parte del plan original de Dios, pero debido al pecado llegó a ser una enemiga para el ser humano.
Quizás sea esa una razón por la cual nos cuesta tanto este tema, porque es un enemigo que nos acosa y fustiga; y porque no fuimos creadas para morir. Sin embargo, una vez entrada la muerte por el pecado, todos los seres humanos tendremos que asumirla.
A lo largo de la Escritura se nos mencionan tres tipos de muerte: la muerte física, definida como la separación del cuerpo y el alma según Eclesiastés 12:7 “antes que el polvo vuelva a la tierra, como era, y el espíritu vuelva a Dios que lo dio”.
La muerte espiritual, que corresponde a la condición de todo ser humano separado de Dios, como lo menciona Pablo en Efesios 2:1-2 “Él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en delitos y pecados”, la cual experimentamos desde el nacimiento.
Y en tercer lugar, la Biblia habla de la muerte eterna y como dice Millard Erickson es la consecuencia de vivir una vida separados de Dios la cual deberán encarar en la eternidad aquellos que han estado muertos espiritualmente en el momento de su muerte física.
Esa es la muerte descrita por Juan en Apocalipsis 21:8 “pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda”. En este pasaje se nos deja ver la diferencia entre la muerte eterna y la física.
¿De qué manera quienes estamos en Cristo podemos reemplazar el temor a la muerte?
La Biblia es muy clara al dejarnos ver que todos aquellos que hemos creído en Cristo, aunque moriremos físicamente, no experimentaremos la muerte eterna.
Ahora, en Cristo y por Cristo, la muerte tiene una connotación diferente, pues es un enemigo vencido y su maldición ha desaparecido.
Gálatas 3:13 dice que Cristo se hizo maldición por nosotros muriendo en la cruz.
Además, Pablo agrega en 1a Corintios 15:54-57: “Cuando lo corruptible se revista de lo incorruptible, y lo mortal, de inmortalidad, entonces se cumplirá lo que está escrito: «La muerte ha sido devorada por la victoria». ¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón?
La muerte y resurrección de Cristo convirtieron a la muerte en un enemigo conquistado, derrotado y destruido.
Por tanto, a los creyentes nunca la muerte nos condenará ni destruirá; por el contrario, Dios usará la muerte para librarnos de la maldición y de las horribles condiciones en las que el pecado nos introdujo.
Al experimentarla estaremos con Cristo, lo contemplaremos tal como Él es, ya no veremos sombras de su grandeza y su poder, sino que lo veremos en su gloriosa santidad. Por él, ya no experimentaremos más muerte, sino que seremos absorbidos por la vida.
David en el Salmo 23 muestra una clara percepción de lo que ella significa esta para el creyente: “Aunque pase por el valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estás conmigo” (Salmo 23:4).
Como un autor resalta sobre este verso, en primer lugar, David habla de la muerte como un paso o un viaje, no como un lugar definitivo; es la transición para vivir la vida en plenitud con Cristo nuestro Señor y Salvador.
En segundo lugar, David ve la muerte como realmente es: una sombra ¿Cuándo alguna sombra en medio de la oscuridad ha podido hacerte daño? Una sombra te puede atemorizar, pero jamás te podrá tocar o hacer daño.
En tercer lugar, David habla de la muerte como un paso en el que no estarás solo porque la presencia de Dios te acompañará. Aun si te atemoriza lo desconocido, atravesarás la muerte con Aquél que ya la vivió, la experimentó y por el poder de la vida salió ileso y triunfante de ella. Ese Dios es el que te acompañará en el momento de la muerte.
No puedo terminar este artículo sin hacerte algunas preguntas: ¿Estás preparada para enfrentar la muerte?, ¿está tu vida arraigada y protegida por la gran obra de Cristo en su muerte y resurrección?
Si la respuesta es no, entonces sí debes temer a la muerte. Por favor, escucha hoy la voz de Cristo, rinde tu vida a Él y escóndete en la cruz para que no tengas que enfrentar el horror de la muerte eterna.
Y si ya estás en Cristo, alimenta tu alma y recuérdale las verdades inconmovibles de la Palabra de Dios acerca de la muerte: “De la mano del Seol los redimiré, los libraré de la muerte. Oh muerte, yo seré tu muerte; y seré tu destrucción, Oh Seol” (Isaías 25:8).