Lecciones de una madre ocupada: Susana Wesley

Hoy día son tantos los quehaceres que nos ocupan a las madres, tan abundantes las voces que escuchamos sobre la crianza e innumerables las presiones que caen en nuestras espaldas para asegurar a nuestros hijos lo que más valora esta sociedad: el éxito y la felicidad.

Leyendo algunas biografías en días pasados, me encontré con la vida de una mujer que modela muy bien el valor, impacto y enfoque de la maternidad. Ella es Susana Wesley. Mi anhelo es que a través de su vida puedas ser  animada y desafiada en tu rol como mamá.

Susana Wesley nació en Inglaterra en 1609. Fue hija de un pastor anglicano y tuvo 25 hermanos. A los 13 años conoció a Samuel Wesley con quien se casó y tuvo 19 hijos, entre ellos John, fundador del metodismo  y Carlos Wesley, compositor de himnos reconocidos en la iglesia cristiana.

Era una mujer piadosa y con un profundo fervor y amor por el Señor y eso mismo les inculcó a sus hijos. A pesar de ser una madre muy ocupada, sacaba dos horas diarias para la oración y su tiempo de devoción.

Sin importar lo que sucediera, cuando su reloj sonaba en la mañana y en la tarde, se apartaba para tener una profunda comunión con el Señor.

Ella dijo: “Dame gracia, oh Señor, para ser una cristiana verdadera. Ayúdame Señor a recordar que religión no es estar confinada en una iglesia o en un cuarto, ni es ejercitarse solamente en oración y meditación, sino que es estar siempre en tu presencia.”

En muchas ocasiones cuando necesitaba hablar con su Señor acerca de sus hijos o de las profundas necesidades que había en la familia, se ponía su delantal en la cara, señal que sus hijos reconocían e interpretaban claramente como un “prohibido interrumpir a mamá en este momento”.

Debido a las constantes ausencias de su esposo, y la escasez de buena palabra en su tiempo, ella realizaba un servicio dominical en casa para sus hijos en donde cantaban himnos y salmos, y ella leía un sermón, bien fuera de su padre o de su esposo.

Muchos vecinos llegaron a ser parte de ese servicio dominical y en un tiempo se sumaron hasta 200 personas que celebraban el día del Señor en su casa.

Susana fue una mujer muy disciplinada, enseñó a sus hijos seis horas diarias en su escuela doméstica y le inculcó a cada uno  pasión y disciplina por el estudio, haciendo de todos ellos personas cultas.

Entrenaba a sus hijos desde muy pequeños para su bienestar espiritual y les enseñó a doblegar su voluntad y a obedecer  a sus padres.

Susana fue una mujer muy sabia, a tal punto que su hijo Juan, ya involucrado en el ministerio y en una edad madura, le pedía consejos a su madre. Susana se dedicó también a escribir y mucho de su legado se halla en forma de cartas y comentarios.

Dentro de las reglas que tenía para la crianza de sus hijos están:

  1. Destruye el egoísmo de tus hijos y colabora en la salvación de sus almas.
    2. Enséñales a orar, tan pronto empiecen a hablar.
    3. No les des nada que pidan con lloros, sino lo que pidan con educación.
    4. No castigues las faltas que confiesan en seguida y de las que ves que se arrepienten.
    5. No permitas que ningún acto pecaminoso pase sin castigo.
    6. No castigues nunca al niño dos veces por la misma falta.
    7. Alienta y premia la buena conducta.
    8. Fomenta el respeto por la propiedad ajena, incluso en las cosas insignificantes.
    9. Cumple todas las promesas que hagas a tus hijos.
    10. No obligues a trabajar a tus hijos antes de que sepan leer.

 

El legado de Susana Wesley es un gran desafío para las mujeres y madres de hoy. Su vida nos enseña el valor de la maternidad y el gran impacto que ella tiene para formar hijos piadosos y santos. Susana Wesley nos recuerda que no hay ocupaciones que sean tan intensas y diversas como para no cultivar una vida de oración y de piedad, y nos anima a cultivar en nuestros hijos ese mismo amor por el Señor.  Hoy, en un mundo que cree que permanecer en el hogar podría ser una gran pérdida de tiempo, Susana nos recuerda que el hogar puede ser un lugar usado por Dios para un gran impacto con el evangelio y que la maternidad es un servicio que trae bendiciones e impactos eternos en el Reino de Dios.

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