Sabina Wurmbrand fue una mujer como cualquier otra, pero Dios la transformó en una mujer diferente. Podría quedarme enumerando todas las cualidades que tenía, y créanme que eran muchas, pero sobre todas ellas la más fácil de percibir era su valentía y su esperanza inquebrantable.
Sabina no conocía a Dios. Afirmaba que ella y su esposo no querían hijos, y que en realidad solamente querían placer.
“En esos días poco nos preocupábamos por Dios, y tampoco nos preocupaban mucho los demás”, contó en su libro. Sin embargo, luego de haberse casado con Richard Wurmbrand, un corredor de bolsa adinerado, ambos se dieron cuenta de que Dios los estaba buscando.
Un carpintero alemán le prestó a Richard una Biblia para que la leyera, conociera a Jesús y se hiciera un seguidor de él. No le tomó mucho tiempo rendir su vida a Cristo y se bautizó. Sabina, al igual que su esposo, poco tiempo después, creyó en el Señor Jesucristo y también lo siguió.
Ambos vivieron en Rumania durante una época en la que la opresión y el comunismo acababan con las vidas de muchos, y amenazaban con destruir a todo el que se les oponía, y entre muchos otros, a los cristianos y judíos.
Sabina, como lo narra en su libro The Pastor’s Wife, no sabía que se había embarcado en un camino que la llevaría a prisión y que estaría marcado por la tumba de muchos amigos. No le creyó a Richard cuando le dijo antes de casarse que, junto a él, tendría una vida difícil.
Su esposo se hizo pastor y trabajaba para misiones noruegas, suecas e inglesas e incluso jugó un papel importante en el Consejo Mundial de Iglesias.
A lo largo del libro, permeado por las historias bajo el régimen comunista, Sabina deja ver cómo era Richard, su pasión por Cristo, su confianza en la palabra de Dios y su amor por los demás: era un hombre arrojado, valiente, dispuesto a morir por la causa de Cristo.
Pero dentro de las cosas que más asombran de las letras de esta mujer difunta, es su capacidad para negarse a sí misma, porque detrás de este evangelista hubo una mujer que se humilló a sí misma para ser su ayuda y compañía.
Richard todo el tiempo le estaba proponiendo a su esposa algo para hacer por los demás: los vecinos, conocidos, amigos, familiares; algo para ganar sus almas y las de los miles de hombres que conformaban las tropas que inundaban Bucarest entre 1939 y 1940. Repartían biblias, folletos, publicaciones cristianas, y enseñaban y compartían la palabra de Dios con todos.
Su casa difícilmente estaba vacía. Durante la guerra recibieron y sirvieron a las víctimas: judíos que habían estado en campos de concentración, niños huérfanos, protestantes rumanos y gitanos, entre otros.
Y a pesar de la oposición por parte de una población herida por la guerra, también ayudaron a muchos soldados nazis que habían sido vencidos y dejados por los demás. Los recibieron en su casa, los alimentaron, les prestaban sus camas para descansar y les predicaban la palabra de Dios.
La vida práctica de estos esposos y su hijo Mihai se veía envuelta entre cocinar, batallar por mantener la casa limpia de los piojos de los soldados, sostener una iglesia en medio de la guerra y la opresión, repartir recursos de la palabra de Dios, predicar a Cristo y sentarse a la mesa con muchos.
Ellos eran solamente tres, pero los domingos nunca se sentaban a la mesa con menos de 12 personas a pesar de la gran escasez, no solo de recursos, sino de alimentos en medio del régimen. Su casa constantemente se llenaba de amigos y desconocidos, muchos de los cuales creyeron en la esperanza del evangelio, lo cual animaba a Sabina profundamente.
Para ella era hermoso ver tantos hombres despertándose a la verdad. Ellos no sabían nada sobre Dios, nunca habían visto una Biblia ni estado en una iglesia. Eran, como todos los demás, víctimas de una guerra que los estaba dejando vacíos, esclavizados al miedo y al dios Hitler o Stalin.
Y por la causa de Cristo y la verdad, Sabina animó a Richard muchas a veces a predicar el mensaje del evangelio que era hostil al régimen y por lo cual los encarcelaron a ambos:
- “Si hablo lo que tengo que hablar, vas a perder a tu esposo” – le dijo Richard en uno de los momentos de mayor opresión por parte del régimen.
- “No deseo un esposo cobarde” – respondió Sabina.
Y en medio de sus conversaciones y sus vidas acordaron encontrarse en alguno de los portones del cielo descritos en Apocalipsis.
Ambos fueron encarcelados y torturados por su fe durante varios años, los cuales estuvieron separados y no sabían uno del otro. Los cargos en su contra fueron que como servidora de la iglesia luterana evangélica de Bucarest estaba llevando a cabo acciones hostiles contra el régimen comunista, oponiéndose al régimen y enfrentándose a las ideas marxistas.
En una de sus entrevistas, ya anciana, Sabina le llama a este mundo “el valle de las lágrimas”, y cuenta que, aunque ya era libre, al final de sus días viviendo en Estados Unidos, recordaba a los prisioneros y a todos aquellos que sufren. Y dice que las lágrimas que corrían por las mejillas de todos los prisioneros que conoció, también corrían por las suyas.
Como cofundadores de La Voz de los Mártires, el Pastor Wurmbrand y su esposa viajaron por todo el mundo estableciendo una red de más de 30 oficinas que brindan alivio a las familias de cristianos encarcelados en naciones islámicas, comunistas y otros países donde los cristianos son perseguidos por su fe.
Su mensaje ha sido: “Odia los sistemas malvados, pero ama a tus perseguidores. Ama sus almas y trata de ganarlas para Cristo.”
Esta es una diminuta porción de la vida de una mujer que probablemente ya goce de la gloria y la presencia de Dios en la eternidad, pero que nos anima y reta como mujeres a cuestionarnos cómo estamos viviendo nuestras vidas.
Si la comodidad o el placer han ganado nuestro día a día, o si nos estamos levantando para vivir la vida que como peregrinas Dios nos ha encomendado;
si nuestras familias y matrimonios están siendo derramados y entregados para reflejar a Jesús y a la iglesia, o si solamente queremos el placer;
si como dice la escritura estamos viviendo pendientes, haciendo lo que debemos, y a la espera de que vuelva el Hijo del hombre, o si creemos que tarda y nos hemos desviado haciendo todo, menos lo que debemos (Lucas 12:35-47);
Entonces ven a Cristo, al que murió en la cruz, para que si crees en él tengas vida eterna. Mira su amor por ti, y que ese sea el estímulo y la fuente para vivir como él te esté llamando a vivir.
Sabina fue llamada a servir, dar fruto y vivir en medio del régimen comunista, pero ¿cómo vives tú y a qué te está llamando Dios?