Cristo, esperanza de vida en tiempos de muerte

Probablemente son muchas las historias de muerte que durante estos días hemos escuchado, y quizá enfrentado muy de cerca. La muerte amenaza sin escoger entre unos y otros; la muerte es y ha sido siempre una realidad en la que muchos de nosotros evitamos detenernos a pensar: los jóvenes porque la ven muy lejana, los adultos porque tememos enfrentar ese hecho que con el trascurrir del tiempo se nos acerca, otros porque consideran que son muy fuertes y vigorosos, y por lo tanto, pueden hacerle frente. Y me atrevo a decir que la gran mayoría por temor: temor a lo desconocido que nos espera después de la muerte, temor y dolor de desprendernos de los seres que amamos, temor de no haber hecho las suficientes buenas obras para irnos directo al cielo.

La Biblia, la palabra de Dios, narra para nosotros en estos tiempos de terror, sufrimiento, y dolor, una esperanzadora historia de vida en medio de la muerte. El evangelio del apóstol Juan en el capítulo 11 nos hace detenernos en la muerte de Lázaro. Esta es una historia de familia, de amigos, de ciudad y especialmente de fe: un hombre llamado Lázaro, quien tenía dos hermanas, cae enfermo. Sus hermanas que lo amaban y se preocupaban por él, envían a buscar a su amigo cercano, Jesús, con un mensaje contundente: “Señor, mira, el que amas está enfermo” pero Jesús al oír la noticia, les da un parte de tranquilidad diciendo: “Esta enfermedad no es para muerte”. El pasaje registra la tardanza de Jesús:  4 días para llegar a una casa donde ya la muerte había llegado a visitarlos. Por esa razón, el luto y los acompañantes del duelo estaban en ese lugar. Jesús llega cuando aparentemente no hay esperanza. Marta alcanza a escuchar que Jesús llega y sale a su encuentro; no es necesario tener mucha imaginación para deducir cómo se encontraba emocional y físicamente; sus palabras nos dibujan su condición: “Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto”.  Pero si bien su reclamo nos habla del dolor de Martha, sus siguientes palabras nos dejan ver quién es ese amigo que amaba a Lázaro: “ Aún ahora, yo sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá”. Marta y Jesús entablan un diálogo entre lo que Marta cree saber y lo que Jesús le plantea: “Marta, tu hermano resucitará” Ella responde: “sí, Señor, yo sé que resucitará en el día final”  Es allí donde Jesús  hace la más esperanzadora revelación de quien es Él: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque muera, vivirá, y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?  Ella le dijo: Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que había de venir al mundo” (Juan 11:21-27).

Jesús declara en esta frase lo fundamental que todo ser humano necesita conocer: “Yo soy la resurrección y la vida”, es decir, no existe la muerte para quienes creen en mí.  Jesús está dando a Marta la respuesta a esa pregunta que probablemente todos nos hemos hecho alguna vez: ¿y después de la muerte qué?, “el que cree en mí, aunque muera vivirá”. Es decir, no existe la muerte para aquel que cree en Jesús. Para quien cree en él, la vida no tiene fin y la muerte es solo una breve interrupción para continuar en la vida, la muerte es solo una sombra que no puede hacernos daño porque Jesús la devoró con la victoria de su muerte y resurrección.

El dialogo de nuestra historia finaliza con una pregunta que Jesús nos hace  hoy a nosotras: “¿crees esto?”, ¿crees que Jesús es el hijo de Dios, que por amor vino al mundo a morir en una cruz, para que por su muerte nosotros tengamos el perdón de nuestros pecados y por su resurrección tengamos vida eterna? ¿crees que conocer a Cristo es la vida eterna?

Si tu respuesta es sí, mi invitación es que, en estos tiempos de aislamiento, muerte y temor, sigas creciendo en tu relación con Jesús, el amigo que te ama. Pero si por el contrario tu respuesta es no, el llamado del evangelio es que vengas en arrepentimiento y fe y conozcas a aquél que dijo: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque muera, vivirá;  y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás.”

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