El acelere de la época actual, las miles de demandas impuestas por esta sociedad y por nosotras mismas, la cultura del éxito, del reconocimiento y de los resultados, nos ha dejado a muchas de nosotras agotadas, a otras a punto de un burnout, o con fatiga crónica. El querer demostrar que somos supermujeres nos ha llevado a olvidar una verdad probablemente humillante para algunas, pero en últimas real y descrita por Dios a través del salmista: “Él conoce nuestra condición, sabe que somos de barro” (Salmo 103:14)
Ahora bien, si somos de barro, significa que nuestra fragilidad resplandece a flor de piel, nuestros límites han sido demarcados y nuestro cuerpo batallará con el cansancio; por ello nos sería muy útil escuchar algunos consejos sencillos para no llegar a los extremos del agotamiento:
Primero: Dormir es necesario. Mientras descansas, Dios se encarga. La gran mentira creída por muchas mujeres es que todos en casa nos necesitan, y que si nosotras no estamos involucradas, el resultado será un gran caos. El Salmo 127 nos recuerda que es el Señor quien asegura el cuidado de la casa. Mientras duermes, Dios está trabajando, cuidando de los tuyos y haciéndose cargo de los pequeños detalles que tú misma quisieras controlar.
Muchas veces terminamos nuestras rutinas muy tarde y nos despertamos desde muy temprano, tratando de cubrir absolutamente todo. De lo que no somos conscientes es que al no descansar estamos afirmando que no confiamos en la suficiencia de Dios para encargarse de los nuestros. Cuando tomas tiempo para descansar estás expresando tu confianza en el poder del Señor y le permites a tu cuerpo ser renovado.
Segundo: Necesitamos guardar un día de descanso. Por este tiempo los computadores, tablets y celulares se roban toda nuestra energía. Aunque tengamos niños pequeños en casa estamos pegados a esos equipos porque son la herramienta principal para continuar los estudios; o porque nos permiten mantenernos comunicados con quienes amamos; o son el instrumento principal para el teletrabajo.
Sea cual sea la razón, nuestra casa a cualquier hora de cualquier día se ha convertido en un lugar en el que siempre estamos trabajando, y por ello debemos recordar el mandamiento que el Señor nos dejó en Éxodo 20:9-10 “Trabaja seis días, y haz en ellos todo lo que tengas que hacer, pero el día séptimo será un día de reposo para honrar al Señor tu Dios. No hagas en ese día ningún trabajo, ni tampoco tu hijo, ni tu hija, ni tu esclavo, ni tu esclava, ni tus animales, ni tampoco los extranjeros que vivan en tus ciudades”.
Necesitamos adorar a nuestro Dios al obedecer su mandamiento de parar y descansar. Sea lo que sea que hagas, necesitas recordar la bondad de Dios al crearnos como criaturas limitadas que necesitamos sacar un día para descansar. Ese ha de ser un día en el que te desconectas de aparatos electrónicos y ayudas a los tuyos a hacer lo mismo, en el que las labores de la casa o miles de tareas que se te pudieran ocurrir deberían cesar, y al hacerlo recordar que el Dios que te llamó, que te sacó de la esclavitud, te ha bendecido con la libertad para detenerte, disfrutar y reabastecer tu vida.
Tercero: Pide ayuda y aprende con humildad a recibir de otros. Quienes somos mamás nos quejamos muchas veces de las miles de actividades por hacer con hijos en casa, y de la poca ayuda recibida. Desde mi experiencia personal debo reconocer cuánto me cuesta muchas veces pedir ayuda, porque quisiera recibir un apoyo que surgiera mágicamente y brotara con naturalidad de mis dos hijas adolescentes. Además, me cuesta pedir ayuda porque probablemente las cosas no quedarán como a mí me gustan. Necesitamos varias dosis de humildad para reconocernos necesitadas y para dejar de lado nuestros gustos personales e involucrar a los nuestros en los quehaceres habituales.
Cuarto: Disfruta de buenas amigas. Dios nos creó como seres sociales necesitados de la compañía de otros. En Génesis 2:18 es Dios quien dice: “No es bueno que el hombre esté solo” haciendo referencia a la necesidad de compañía cercana para el ser humano. No reconocer esta necesidad es sencillamente zambullirnos en el orgullo. Es verdad que en esta era tecnológica, en teoría, tenemos un millón de amigos, pero no me refiero a eso, te hablo de amigas con las que puedas hablar de temas profundos de tu vida y aun puedas recibir de ellas oración, ánimo y cuidado. De la misma manera tú puedes ser para ellas un bálsamo al corazón.
Quinto: Realiza actividad física. Sé que no soy el mejor ejemplo al hablar de ejercicio, pero necesitamos reconocer con el apóstol Pablo en 1ª. Corintios 6:19 que nuestros cuerpos ahora son templo del Espíritu Santo y que este cuerpo le pertenece al Señor; por tanto, debemos administrar bien este cuerpo que se va desgastando. El ejercicio trae renovación como seres integrales que somos.
Sexto: Descubre cuáles actividades te revitalizan y disfrútalas. Tal vez para nosotras es muy fácil mencionar las cosas que nos agotan, pero necesitamos descubrir cuáles nos revitalizan para aprender a disfrutarlas. El escritor de Eclesiastés dice que es un don de Dios que el hombre pueda disfrutar la vida. Como Dios nos hizo tan distintas, algunas somos revitalizadas con una buena lectura o escuchando música, otras probablemente cargan sus baterías haciendo una caminata y disfrutando de los detalles de Dios en la creación; otras preferirán una película. Sea lo que sea, considera hacerlo parte de tu tiempo semanal porque traerá renovación a tu vida y te ayudará a continuar con tus rutinas diarias.
Séptimo y último, pero no menos importante: no dejes de pasar tiempo con tu Señor y Salvador. Aquél que te conoce te invita continuamente a tiempos de intimidad con él y con su palabra. Derrama cada día tu corazón ante él, escucha atentamente sus palabras y disfruta de la íntima comunión a la que fuimos invitadas con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Así podrás unirte a David en el Salmo 63: “Mi alma quedará satisfecha como de un suculento banquete”.