Las palabras tienen el poder de destruir y de edificar vidas. ¿A cuántas de nosotras, siendo niñas nos dijeron: “Incapaz”, “no sirves para nada”, “idiota”, “nunca entiendes”, “eres débil”, “siempre te equivocas”, “eres poco femenina” o “pareces un macho”?
Y estas palabras crecieron con nosotras y se quedaron en nuestro corazón. Algunas mujeres se convirtieron en estas palabras. Otras, nos convertimos en lo opuesto, nos repetimos diariamente: “Soy capaz”, “soy inteligente”, “yo puedo sola con lo que venga”, “no necesito ayuda de nadie”, “yo soy lo que decido ser”, “soy fuerte”.
De esa manera nos vamos poniendo un caparazón en nuestro corazón.
Empezamos a sembrar en nosotras ciertos tipo de pensamientos y queremos mostrarnos fuertes, sin embargo, interiormente seguimos luchando con esas palabras que nos impusieron, y que hoy nos atormentan y aprisionan.
La Biblia narra la historia de un hombre llamado Gedeón, a quien el ángel del Señor se le apareció para que librara al pueblo de Israel de la miseria causada por los Madianitas, “y el ángel de Jehová se le apareció, y le dijo: Jehová está contigo, varón esforzado y valiente” (Jueces 6:12).
Pero, “Gedeón le respondió—, ¿cómo voy a salvar a Israel? Mi clan es el más débil de la tribu de Manasés, y yo soy el más insignificante de mi familia” (Jueces 6:15).
Gedeón creyó las palabras que su familia había dicho, que eran débiles, y que, de todos ellos, él era el más insignificante, y por eso era esclavo del miedo y la desesperanza.
¿Cómo nos deshacemos de estas palabras?
Pues, para hacerlo es necesario creer las palabras que Dios dice de nosotras. A Gedeón, Dios le recuerda dos cosas muy importantes: Que estará con él y que es un varón esforzado y valiente.
¿No te parece maravilloso?
Dios sabía que Gedeón luchaba con esas palabras, y al que se cree débil, ¡Dios lo llama varón esforzado y valiente! Pero, aun así, Gedeón todavía no puede creer que está hablando con el ángel del Señor y le pide una señal. Tal es la incapacidad de Gedeón para creer las palabras de Dios, que tiene que pedirle una señal, y Dios, en su misericordia, se la da.
Quizás al leer este artículo estés pensando en lo mismo. ¿Cómo puedo creer que soy esforzada y valiente cuando me han dicho todo lo contrario?
Quizás necesites, al igual que Gedeón, una señal, y en ese caso, quiero decirte que él te la da hoy en su palabra.
Isaías 7:14 dice: “El Señor mismo os dará una señal: Una virgen, concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel”.
Este nombre, Emmanuel, significa Dios con nosotros, y ese es Jesús. Si creemos en las palabras de vida que provienen de Jesús, podremos enfrentarnos a las mentiras que hemos creído y podremos abandonar las prácticas pecaminosas originadas a raíz de esas palabras.
En Jesús, tú y yo hemos recibido libertad, entre muchas otras cosas, pero hoy quiero enfatizar que también hemos recibido una identidad que nos define: “hija de Dios”, justificada y adoptada.
No estás sola, no estás abandonada. Eres amada, aceptada y profundamente valorada.
Que este año puedas pasar tiempo en oración y en su Palabra escuchando lo que él ya ha dicho de ti.