Estamos en una época donde muchos quieren imitar o parecerse a otra persona. Quizás esa sea la razón por la que hoy abundan en la televisión los programas de música y humor basados en la imitación de la voz, los gestos, la forma de hablar, de vestir, las costumbres de un cantante, de una modelo, de un actor o de un líder político famoso. Mientras mejor los imites, más cerca estarás de ganarte un jugoso premio.
Pese a este deseo de nuestra época, el apóstol Pablo en la carta a los Romanos 12:2 nos invita a dejar de lado la imitación al decirnos: “no imiten las conductas ni las costumbres de este mundo, más bien dejen que Dios los transforme en personas nuevas al cambiarles la manera de pensar. Entonces aprenderán a conocer la voluntad de Dios para ustedes la cual es buena, agradable y perfecta.” Meditando en este versículo, me doy cuenta de que Pablo quiere protegernos al advertirnos el no permitirnos ser influenciados por lo que hace este mundo.
¿Por qué no podemos imitar las costumbres de este mundo? Ya claramente el término mundo descrito por el apóstol hace referencia al lugar de gobierno de un príncipe llamado Satanás, el príncipe de este mundo, quien quiere seducir y ha segado la mente de los que no creen (2 Corintios 4:4). La palabra imitar en ese texto significa tomar la forma, la mente y el carácter de otro. Esto es precisamente lo que el apóstol Pablo les está diciendo a los hermanos, no tomen la forma ni el carácter de este mundo. A su vez, Pablo introduce otra palabra: en vez de tomar la forma y ser imitadores del mundo, sean transformados. Esa palabra transformación en el original es el término que conocemos hoy como metamorfosis, proceso que claramente hace Dios en nuestras vidas, pero ¿cómo puede darse una metamorfosis de la vida? Al ser cambiados en nuestra manera de pensar.
Valdría la pena que hicieras este ejercicio: ¿cuál es tu manera de pensar sobre tu rol como mujer? ¿Qué piensas sobre la pureza sexual? ¿qué importancia le das a la manera como te relacionas con otros? ¿cuánta relevancia le das a las palabras y a los comentarios que usas en tus conversaciones diarias y de pasillo? Ahora bien, luego de este breve análisis, respóndete ¿a qué o a quién se parecen tus respuestas? Si ellas son parecidas a lo que piensa este mundo, corres el riesgo de hallarte en la categoría de una imitadora; pero si estás batallando contra corriente, en oración y con la palabra de Dios, te puedo asegurar que eres una mujer que, por la gracia de Dios, está siendo transformada.
La Biblia nos ofrece una cosmovisión divina de la vida, de las relaciones, de la pureza, del cuerpo, del matrimonio, del trabajo, de las finanzas, no hay ni una sola área que Dios no haya dejado descrita en su Palabra, así que te reto a estudiar la Escritura, a participar de un grupo de estudio bíblico donde descubras la manera de pensar de Dios y seas así testigo de la transformación de Dios para tu mente y tu corazón. Te darás cuenta que aprenderás a conocer su voluntad buena, agradable y perfecta y serás testigo de cambios internos y por el poder del Espíritu Santo te resistirás a imitar este mundo e imitarás y te parecerás a aquel que entregó su vida por ti y por mí en la cruz del calvario, Jesús.