Qué emoción tan placentera la que se siente cuando nos dan gratas noticias, y si no lo creemos, preguntémosle a un papá en una sala de maternidad lo que siente cuando sale el médico y le dice: ¡Felicitaciones! Usted es padre de un hermoso y saludable bebé. Algunas buenas noticias creemos que no son para nosotros, como me ocurrió un día cuando me llamaron de un establecimiento comercial para decirme que me había ganado un televisor, y fue tanta la sorpresa que dije: ¡me van a estafar! ¡eso no es verdad!, pero sí era verdad y después de cinco llamadas insistiendo pude ir y recibir ese regalo.
Lo difícil y triste es cuando llegan noticias que creemos que son el fin de nuestro gozo, porque se nos es difícil ver más allá de nuestras narices y nos invaden el pánico, la angustia y todo un sinnúmero de pensamientos pesimistas. Eso me ocurrió hace poco, cuando me dijeron que a mi hermosa nieta debían someterla a un extenso y complejo tratamiento para hacerle correctivos a su columna.
¿Por qué este diagnóstico me trajo tanto dolor y angustia? De inmediato fui confrontada con mi pecaminoso pensamiento de creer que, porque estaba con el Señor, nada malo podría sucederme; ningún sufrimiento llegaría a mi vida pues yo estaba completamente protegida por él. Recordé que cuando llegué al Señor, lo vi como quien se pone una vacuna, o se aplica un antídoto para evitar todo aquello que pueda causar sentimientos de desesperanza y sufrimiento.
Y es en esos momentos cuando el Espíritu Santo aplica la Palabra poderosa de Dios a nuestras mentes y corazones; la Biblia, la voz audible de Dios, atrajo con tiernas melodías a este corazón quebrantado y me dijo: “Me invocarás y yo te responderé, estaré contigo en la angustia y te glorificaré “ (Salmo 90; 14-16 ). Ese día en nuestro tiempo dominical de celebración cantamos la canción: “quiero fijar mis ojos mucho más allá de lo que puedo ver, mi Dios está en su trono y lo gobierna todo… pueden subir las aguas, firme está mi alma cuando puedo ver.. por encima del sol”. Para muchos puede ser muy difícil que la profunda aflicción se convierta en una canción, pero es así cuando dependemos del Dios del universo que obra para el bien de sus hijos a quienes él ama.
Si estás escuchando esas noticias que no quisieras recibir porque te traen sufrimiento y dolor, déjame recordarte que tu Dios tiene el control. Anhelo que puedas confiar, esperar, ver su poder, su obrar y reconocer que toda aflicción traerá fruto que redundará en bendición. Deseo para mi vida y la tuya que seamos como Job que cuando su vida, su familia, y sus posesiones se desaparecieron como cuando pasa la niebla en una noche oscura y llena de penumbra, podamos postrarnos a los pies del Señor y adorarlo en un acto de sumisión y quebrantamiento.
Hoy, por su gracia, miro con mayor entusiasmo, convicción y poder a mi Jesús que está a mi lado: Es él quien tiene el control, quien no permitirá que la más difícil circunstancia me aparte de su amor y quien me hará más que vencedora por su obra victoriosa. (Romanos 8:28)