Hace cuatro años venía padeciendo de una lesión en mi pie izquierdo que me impedía caminar correctamente, caminaba con mucho dolor y no podía realizar actividades que estaba acostumbrada a hacer; esto me llevó a realizarme muchos exámenes y el diagnóstico médico mostró la necesidad de una cirugía para corregir y restaurar toda la parte de mi pie que se había deteriorado. Hace dos meses me realizaron este procedimiento y aunque el daño ya fue corregido, gracias a Dios, todavía estoy en recuperación en un proceso lento que requiere de mucha paciencia, limitaciones y dependencia de otras personas. He tenido que acostumbrarme a estar sentada casi todo el tiempo y sin poder caminar ni mucho menos correr.
He aprendido muchas lecciones, pero mi mayor aprendizaje en este tiempo ha sido acerca de mi vida espiritual, lo que me llevó a meditar en un pasaje de la Escritura que se encuentra en Hebreos 12:1-2: “Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien, por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios.”
El texto nos anima a correr con perseverancia la carrera que tenemos por delante, pero también nos deja ver lo que nos impide correr esa carrera: el pecado, descrito como un lastre que estorba y un obstáculo nada pasivo, por el contrario, activo y a nuestro acecho. Ese pecado es parte de nuestra naturaleza y todos los días nos pone trampas y nos hará tropezar y hasta caer. ¿Cuáles son esos pecados que están obstaculizando tu paso y avance por la carrera que el Señor te ha puesto por delante? ¿Qué te está impidiendo correr correctamente? La buena noticia del Evangelio es que el pecado nunca será más poderosos que tu Salvador; por esa razón, te puedes despojar.
El autor de Hebreos, también nos anima a tener los ojos en la meta de nuestra carrera: Cristo Jesús,
Aquel que soportó todo el sufrimiento que sabía que le esperaba.
Aquel que soportó toda la hostilidad.
Aquel que nunca se cansó ni se dio por vencido.
Aquel que hizo todo esto voluntariamente y por amor.
¿En qué o quién estás fijando tus ojos? Sea cual sea el punto de la carrera en el que hoy te encuentres, no desvíes tu mirada, pon tus ojos en la meta y avanza en el nombre de aquel que te llamó a correr: Cristo Jesús.
Dios empezó en ti una buena obra, y él prometió darte todos los recursos que necesites para para poder terminar la carrera, así que corre con paciencia.
¿Qué te impide correr? Si es por su gracia que tú y yo podemos avanzar.