Hace pocos meses experimenté la pérdida de unos de mis hermanos. Esta es una realidad, que nos guste o no, todos tenemos que enfrentar en diversos momentos de la vida, sabiendo también que un día nosotros mismos seremos los que partiremos de este mundo.
Esta realidad de la muerte y todo lo que se teje a su alrededor, como el tema de las herencias y conflictos que surgen a raíz de ello, así como la trágica noticia que recibí de un joven que conocí en un rebaño, que se suicidó en presencia de su mamá, me llevaron a pensar mucho en lo qué es la vida y en qué la estoy invirtiendo: ¿Para qué vivimos? ¿Cuál es el objetivo de estar en este mundo? ¿Cómo terminar bien este periodo, para algunos largo y para otros corto? ¿Qué es la existencia en esta tierra?
El Señor me llenó de gozo al mostrarme que él tiene propósitos con nosotros al permitirnos venir a este mundo; en últimas fue él quien nos creó y nos formó en el vientre de nuestra madre, como dice el Salmo 139:13-16. Él nos creó con un plan específico para nuestras vidas, nos creó por su propia voluntad y lo hizo para alabanza de su gloria (Efesios 1:3-6).
Al estar más consciente de esa realidad, me entristeció escuchar a algunas de mis hermanas tan cargadas y preocupadas por asuntos materiales como deudas, falta de empleo, cuidado de los hijos y otros; esas situaciones las llevaron al desespero y aún llegaron a la depresión, pero no se han preocupado por buscar al Señor, ni han sacado tiempo para conocerle y entender su plan con ellas. Él es nuestro creador, nuestro Padre amado, nuestro proveedor, pero, ante todo, nuestro Señor y Salvador a quien debemos alabar y glorificar. La vida es realmente diferente si la vivimos de su mano. Desde el inicio de la humanidad, él se preocupó por darnos trabajo, responsabilidades y provisión (Génesis 1:26-31 y 9:1-3) ¿por qué entonces no pedimos con fe? En medio de todas estas circunstancias que vivimos, debemos recordarnos que Dios nos creó para su gloria, para que le adoremos y glorifiquemos con nuestras vidas en obediencia y sujeción a Él.
¿Es esto lo que estoy haciendo con mi vida? Cuando enfrentemos la realidad de la muerte, ¿podremos estar tranquilas porque hemos glorificado al Señor con nuestros bienes, con nuestras relaciones, con nuestras palabras y actitudes? Como dice Colosenses 3:15-17, ¿podemos descansar en el hecho de que estamos haciendo tesoros en el cielo? ¿O solo nos preocupamos por hacerlos en la tierra? (Mateo 6:19-21 y 34)
Si el Señor te llamara a cuentas hoy, ¿te arrepentirías de no haber invertido más tiempo para tener intimidad con él, para conocerlo y dejarte conocer por él? ¿De no haber invertido más tiempo para relacionarte con tu familia y amigos para compartirles el evangelio y llevarlos a Cristo para que tengan vida eterna? (Mateo 28:18-20) En el lecho de muerte esto es lo que cuenta. Los legados materiales son pasajeros y se quedan acá.
Si realmente he conocido al Señor, estaré dichosa de irme a su presencia.
Amiga, te invito a revisar tu vida, a reenfocarte en el plan del Señor para ti, a invertir tiempo con él, conociéndole a través del estudio de su palabra y de la oración, a alabarle, glorificarle en intimidad y creerle. Te invito a invertir tiempo en tus relaciones con familiares y amigos, llevándolos al Señor, haciendo tesoros en el cielo. HONRA Y GLORIFICA A TU CREADOR. ¡ESTO ES DISFRUTAR LA VIDA!