Los afanes en el lecho de un moribundo

Siempre me ha causado curiosidad saber qué es lo que sentimos cuando nos encontramos ante el umbral de la muerte. En el momento  de la última exhalación, cuando queda el cuerpo inerte y ya los ojos no se abren más, cuando no hay movimiento de las extremidades y no se escucha más alguna palabra, cuando comienza la frialdad y la piel adquiere un color pálido, amarillento. Esta pareciera ser una escena escalofriante que conmueve las entrañas.

Al escuchar lo que otros opinan del tema, generalmente oigo los deseos de las personas: que no sufra en una cama con alguna enfermedad, que no le cause molestias a nadie, que no tenga que llegar a viejo. Lo más curioso es que este es un deseo de creyentes y no creyentes. Pareciera que no quisiéramos vivir la experiencia de saber, sentir y experimentar lo que es ser un moribundo.

Pero ¿qué es lo que pasa por la mente de un moribundo? Me topé con una investigación efectuada por la enfermera australiana Bronnie Ware, la cual a través de su experiencia terminó escribiendo un libro “Los 5 mayores remordimientos de un moribundo”:

  1. Me hubiera gustado tener la valentía de vivir la vida que yo quería tener auténticamente, y no la que los otros esperaban de mí.
  2. Quisiera no haber trabajado tan duro
  3. Me hubiera gustado tener el valor de manifestar mis sentimientos.
  4. Me hubiera gustado seguir en contacto con mis amigos
  5. Me hubiera gustado permitirme ser más feliz.

Seguramente llegaremos con un “me hubiera gustado…” pero nuestra realidad es que no estaremos satisfechos y siempre creeremos que algo nos faltó, pues somos imperfectos y transitamos en una naturaleza caída. Nuestra gran verdad es que ninguna de nosotras puede planear cómo serán los últimos días, meses o años de nuestra existencia, pero tenemos en la Palabra del Señor un gran sustento y provisión de confianza, esperanza, seguridad y consuelo. Deseo compartirte algunos textos, con la oración de que Dios traiga seguridad y paz a tu vida, si te sientes amedrentada y angustiada pensando en cómo vivirás esos últimos días.

El salmista dijo que a quien piensa en el débil, el Señor lo confortará cuando esté enfermo y lo alentará en su lecho de dolor (Salmo 41:3). En el Salmo 37:25 dice: “He sido joven y ahora soy viejo, pero nunca he visto justos en la miseria, ni que sus hijos mendiguen pan.”

En Isaías 46:4, Dios nos recuerda: “aun en la vejez, cuando ya peinen canas, yo seré el mismo, yo los sostendré. Yo los hice, y cuidaré de ustedes; los sostendré y los libraré.”

El apóstol Pablo nos recuerda en 2 Corintios 5:1 “si esta tienda de campaña en que vivimos (es decir, nuestro cuerpo), se deshace, tenemos de Dios un edificio, una casa eterna en el cielo, no construida por manos humanas.”

¿Le tienes miedo a la muerte?, ¿Tienes miedo de cómo vivirás los últimos días de tu vida?, ¿Temes por no saber para dónde vas cuando abandones este cuerpo mortal? Si quieres tener las certezas que has leído anteriormente, arregla tu vida, arrepiéntete de tus pecados, acepta el sacrificio de Cristo por ti al morir en una cruz y entonces, estarás en paz con Dios y tus días y tu eternidad estará segura. Y con toda certeza, después de la muerte, disfrutarás de esta promesa: Cristo, enjugará toda lágrima de tus ojos. “Ya no habrá muerte, ni llanto, ni lamento ni dolor, porque las primeras cosas han dejado de existir.” (Apocalipsis 21:4)

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