“Por favor abran sus biblias o prendan sus biblias. Imagínate un marido que abusa a su esposa, imagínate una esposa que se enamora de otro hombre, imagínate una pareja que está viviendo en inmoralidad sexual, y un niño que decide vivir contra el diseño de Dios para el hombre y la mujer. Ahora imagínate que estas son las personas que están en la iglesia. ¿Qué hacen cuando pecan?
Estos pecadores en vez de correr a Dios y traer sus pecados a él, corren lejos de él. Huyen de la presencia de Dios. Y los que corren de él para ocultar sus pecados, no se arrepienten, se quedan en ellos tratando de justificarse y creyendo sus propias mentiras. Haciendo esto, quedan bajo la condenación y la ira de Dios. Escúchenme: Cuando pecamos, en vez de correr de Dios para tratar de esconder nuestros pecados, debemos correr hacia Dios.”
Con estas palabras daba inicio Juan Sánchez a su predicación del segundo día de la conferencia internacional Muestra a Cristo, una iniciativa que surgió de la casa editorial Poiema y de Coalición por el evangelio, un grupo de pastores, iglesias, y líderes comprometidos con la centralidad del evangelio para toda su vida.
“Padre muéstranos a Cristo” rogaban de diferentes formas los pastores y los asistentes. Había un gran anhelo por ver y entender con la mente y el corazón que Dios es real y que Jesús puede verse en toda la Biblia, tal como dice en Lucas 24:27 “Entonces, comenzando por Moisés y por todos los profetas, les explicó lo que se refería a él en todas las Escrituras.”
La palabra de Dios, en diferentes capítulos del Éxodo principalmente, fue leída y expuesta, y al final de cada enseñanza había canciones que hablaban del tema tratado: la idolatría, la esclavitud del corazón humano, la bondad, la misericordia y el perdón de Dios.
Dios estaba allí, con el esplendor y majestad que solo pueden percibir aquellos a los que Cristo salvó y ya les ha abierto los ojos. Aquellos quienes, como dice la Escritura, han nacido de nuevo por la obra de su Espíritu Santo. Aquellos a quienes Dios ha llamado a su admirable luz y en quienes ha hecho el milagro de la fe, porque es claro y comprobable para todos que, si no es por intervención divina, ningún ser humano puede creer.
El pueblo de Israel merecía que Dios lo abandonara por su idolatría. Cuando pecamos, merecemos que Dios nos abandone. Pero Dios no es así, Dios nos enseña misericordia. Él es el Señor amoroso y misericordioso. Como es narrado en capítulo 32 del Éxodo, el pueblo de Israel se inventa un becerro de oro y lo toma por dios después de ver la salvación del Dios verdadero al sacarlos de la esclavitud en Egipto. Juan Sánchez afirma que los israelitas merecen perder el amor de Dios, pero continúa diciendo que él nos enseña que, aunque merecemos el abandono, él es misericordioso, lleno de gracia, y seguirá caminando con ellos.
Podemos correr hacia Dios con nuestros pecados. Ese es nuestro Dios para quienes ponemos nuestra confianza en Jesús. Si hoy estás consciente de tu pecado, ¡corre a Dios y pídele perdón, porque él es misericordioso, él es lleno de gracia! Jesucristo ya pagó.