Cierto día, estando en la iglesia, tocó a la puerta una mujer alta, delgada, joven y bonita quien me dijo: “vengo a que ore por mí para que Dios me dé un hombre”. En medio de mi sorpresa y viendo su cara desencajada por la angustia le pregunté, “¿Y para qué necesitas un hombre?”. Ella dijo: “porque tengo dos hijas adolescentes rebeldes y ya no sé qué hacer con ellas, necesito un hombre que me ayude a criarlas”. Recuerdo que le dije: “hoy quiero presentarte al verdadero hombre que sí te ama y que puede transformar tu vida y la de tus hijas. Ese hombre se llama Jesucristo”.
Esta situación me hizo pensar en el encuentro de Jesús y la mujer samaritana que nos narra Juan 4:1-42. Jesús era ese hombre que esta mujer, que había tenido más de cinco maridos, necesitaba. Jesús era el único que sabía quién era ella, además el único que le dio toda su atención, sació sus necesidades y le transformó la vida.
Después descubrí que la problemática de la mujer que llegó a la iglesia es la de la mayoría de las mujeres, solas, abandonadas o viudas a causa de la violencia de nuestra ciudad y con hijos pequeños o adolescentes, y sin saber qué hacer; mujeres que andan mendigando amor y compañía porque no han conocido a Aquél que nos da el amor verdadero, que se entregó en la cruz por nuestros pecados y resucitó para darnos nueva vida. ¿Es esta tu realidad? ¿Estás sufriendo porque piensas que necesitas un hombre que te solucione tus problemas o llene los vacíos afectivos que hay en tu corazón? La realidad que nos describe la Palabra me deja anticiparte que no lo vas a encontrar, porque los hombres son limitados y tus necesidades solo serán satisfechas por Dios. Tal vez tu realidad es otra, estás en la época en que los años están pasando y te sientes sola, pues no has encontrado con quién casarte, y la presión social te está llevando a buscar desesperadamente un hombre porque no debes ni quieres estar sola, y empiezas a sentirte sin atractivos, sin valor y te deprimes.
Déjame decirte que un hombre no es quien te da valor o identidad. Solo Dios es poderoso para sacarte del pozo donde estás y darte una verdadera familia, porque su amor es grande y maravilloso (Jn 3:16). Cristo es quien nos valora, no por nuestra figura o por lo que hacemos, sino porque él entregó su vida por nosotras, valemos su sangre. Jesús nos da una verdadera identidad y vida abundante pues para eso vino (Jn 10:10).
Si no conoces al Señor Jesucristo, te invito a abrir tu corazón a Él, a conocerlo a través de su palabra. Entrégale tu vida para que la reoriente. Él es el verdadero hombre que te ama y dio su vida por ti. Y si ya lo conoces, pero estás deprimida y sola, recuerda que la base de tu identidad es Cristo y en él estás completa (Col 2:10).
No tienes que casarte para ser feliz. Aprende a ser feliz con Cristo, disfruta de la vida eterna que él te da conociéndolo a profundidad (Jn 17:3), mantén una relación diaria y personal con él, y si en su voluntad quiere darte un esposo (Sal 135:6), te dará uno que te ame, te valore y te acompañe en tu jornada de fe y obediencia a él.